Día de entrenamiento
DANIEL ENRÍQUEZ ROBLES
“Corren como locos por las calles, fugitivos de ellos mismos”.
Alejandro Jodorowsky
Hoy salí del trabajo y me dirigí al lugar por excelencia en el asunto de «robar legalmente»: el Banco.
Hice fila para poder sacar dinero, (el pago que recibo quincenalmente por mi trabajo).
La máquina vomitó papel con tinta y hologramas, que causan el mismo fervor que las estampitas religiosas.
Cambié mi tarjeta porque estaba dañada.
Pregunté y el guía me dijo:
«Pase a aquella fila porque usted es cliente, es más rápido allá».
Yo, hice caso a lo que dijeron, volví a formarme y a esperar…
Unos leves minutos después, me tocó turno.
Expresé mis motivos a la Cajera. ¡Alto! (qué nombre para un puesto, ¿no creen?)
¡C – A – J – E – R – A!
No ha de ser muy estimulante la vida de una caja.
Pero bueno… son sólo divagaciones.
La chica del otro lado del «black mirror» me escuchó; sin embargo, observé que su rostro poseía una misma expresión, como si portara la máscara de la rutina.
Luego imprimió una ficha azul con letras medianamente pequeñas, la pasó por la ranura de seguridad del cristal blindado y me dijo:
«Ponga su firma aquí» …
Yo, obedecí.
Mis ojos escanearon la ficha bancaria como un tránsito revisa a los conductores para ver cómo y dónde va el mordisco; leí: No se cobrará por reposición.
Regresé el papel con las líneas y formas que me dan identidad en el mundo legal.
La chica se levantó y fue por un paquete de plásticos.
Abrió un sobre, miró la computadora y tecleó unas cosas.
No es que sea un gran observador calificado, pero resultaba más que evidente, que, durante todo este lapsus, la expresión facial siguió siendo la misma en aquella persona de vestimentas distópicas.
Siguiendo los pasos de un ritual financiero, la joven puso sellos a la ficha.
Miré que en la parte de: Responsabilidad del Banco, la mujer había hecho un trazo genérico con el bolígrafo de cartón reciclado… parecía como si el dueño del banco o los socios del mismo, estuvieran en todas partes o fueran un mismo Ente.
Irremediablemente pensé en el ser que tiene una omnipotencia universal: Dios, pues él está en todas partes… pero en ese momento, se percibía que la existencia tangible y comprobable de otros seres que mecen la cuna en la Tierra.
Postrado de pie y vigilado por una cámara en la esquina superior izquierda, aquella chica me trajo de mis pensamientos filosóficos, los cuáles ya andaban más allá de la Vía Láctea; me dijo:
« ¿Sabe que puede tener un «seguro anti-robo», por si lo llegan a robar? Le costaría setenta pesos al mes».
En ese momento supe que el fatalismo también genera riqueza.
Respondí que no me interesaba.
La empleada volvió a decir:
« ¿Está informado de que tiene un «crédito pre-autorizado»? ¿Gustaría iniciar los trámites? ».
Nuevamente dije que no me interesaba.
Ella, cambiando un poco su semblante, como cuando haces preguntas de las que ya sabes las respuestas, replicó:
« ¡Entonces tiene que validar sus datos!».
«¿Número de celular?» Se lo dije.
«¿Número de casa?» Se lo dije.
«¿Fecha de nacimiento?» Se la dije.
«¿Correo electrónico?» Se lo deletreé.
Finalmente me expresó:
« ¡Vaya al cajero y revise su saldo con el mismo NIP de la tarjeta anterior para que se active la nueva! »
De la boca me salieron unas palabras automáticas:
« ¡Muchas gracias, señorita!» y me fui a continuar mi clase de adiestramiento a este sistema que tanto odiamos, pero que sostenemos día a día.
Creo que la tarjeta nueva y reluciente que me dieron, es como aquella estrellita que la Maestra nos ponía en la frente a todos los que nos portábamos bien en la Primaria…
@Velvetfusca