No me felicites por ser madre

LUCÍA LAGUNES HUERTA

Déjenme compartir con ustedes una reflexión personal: cuando  decidí ser madre hace 18 años y, luego, cuando tuve que elegir escuela y busqué aquella en la cual las y los niños fueran respetados, tratados como seres humanos, se fortaleciera su autoestima, se fomentara el diálogo como resolución de conflictos (incluso entre madres y padres), se aceptaran todas las diferencias y no se realizaran festivales del día de la madre ni se fomentara el día de la madre.

No estaba dispuesta a tener que debatirme entre tener que ir al festival o trabajar en lo que más me gusta,  no quiero sentirme especial por el hecho de “haberme convertido en madre”, ni quiero ir a comer a “donde yo quiera” y lo “que a mí me guste”, eso lo hago cada que quiero y puedo.

Como muchas de ustedes, crecí con la preparación del día de la madre, que llevaba entre 15 días y un mes del ciclo escolar. Los estudios dejaban de ser importantes porque había que preparar el bailable, la poesía, el canto coral, hacer el regalo que iba hacer especial etc. Todo ese trabajo por supuesto les implicó a nuestras madres dobles o triples esfuerzos, todo para un día.

Imagínense, hacer el vestido especial con el que una sale a bailar, que cuesta un dineral. En mi época infantil las costureras eran la salvación, hoy se va a comprar al triple de lo que es su verdadero valor, comprar todo para el regalo e incluso ayudar hacerlo, además del trabajo doméstico y el trabajo asalariado.

No quería, ni quiero festival, ni festejo, ni felicitaciones, ni flores, ni chocolates ni tampoco que mis hijos se sientan obligados a decirme que me quieren, que soy la mejor mamá etc. No.

La maternidad ha sido un mandato que las mujeres asumimos muchas veces sin pensarlo, porque sí, porque es nuestra realización, el momento culmine de nuestro ser mujer… y muchas etcéteras.

Sin duda, el proceso  del desarrollo de un ser me sigue sorprendiendo, la capacidad del cuerpo de las mujeres me deja casi sin palabras, nuestro úteros que miden entre 6 y 9 centímetros de alto y entre 3 y 4 centímetros de ancho y se estira durante el embarazo que no lo creemos.  Todo lo demás que sucede a lo largo de 40 semanas, sí que me sorprende.

Pero lo otro no. La maternidad sigue siendo una tarea muy dura para las mujeres, más si decidimos desarrollarla junto a nuestro desarrollo profesional. Es dura porque nos escinde, nos divide, nos rompe.

Nos lleva, en momentos, casi a la locura. Porque nunca hay tiempo para todo el trabajo que hay que hacer para la crianza de otro ser humano, porque no hay tiempo suficiente para seguir nuestras vidas, las cuales en momentos parecen que se detienen, se esfuman.

Porque la maternidad en este mundo actual, nos llena de culpas a las mujeres, porque nunca somos lo suficientemente buenas, porque cualquier cosa que decida ese ser humano será nuestra responsabilidad, sobre todo si la decisión que tome le ocasione un daño de cualquier tipo, porque no estuvimos ahí, porque no dijimos la palabra precisa en el momento preciso.

Porque la exigencia social de ser perfecta en todo se vuelve exponencial cuando ejerces la maternidad, entonces crece la sensación de que en todo fallas, fallas en el trabajo porque estás ahí con todo, pero tienes que ser más rápida y hacerlo muy bien en menos tiempo para llegar con las hijas o hijos y ser muy buena mamá, y estás ahí siendo mamá y todo lo tienes que hacer más rápido y muy bien porque tienes que ir al trabajo y se vuelve a repetir, pero no nos sale nunca así de bien y rápido y nos frustra, nos llena de rabia y de culpas.

Por ello busqué una escuela que no tuviera festivales del día de la madre, porque un día que sirve para reducir todo lo que somos como seres humanos en un acto que implica voluntad y a través del cual nos siguen controlando, no es un día para festejar

* Periodista y feminista, Directora General de CIMAC
Twitter: @lagunes28

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