La violencia detrás del embarazo adolescente
ARGENTINA CASANOVA
Cuando se habla de la prevención del embarazo adolescente se habla también de la prevención de la violencia familiar contra las mujeres, la violencia económica por el empobrecimiento y la criminalización que lleva a muchas mujeres a ser imputadas por delitos de “hambre” o acusadas de ser malasmadres, expulsadas de los hogares familiares y abandonadas a su suerte potenciales víctimas de trata.
En muchas áreas geográficas de México, si es que sobreviven al abuso sexual y el hambre, y a la sobrecarga de trabajo, las niñas al llegar a la edad de los 12 años son “sexualizadas”, no solo por el entorno comunitario que empieza a ejercer acoso y hostigamiento, en algunos casos hasta violación por parte de hombres cercanos a su vivienda o escuela, o en algunos casos por familiares que las “toman” considerándolas propiedad del patriarca de la familia.
En municipios rurales de México la realidad de las niñas es tan terrible que narrarla supone un esfuerzo anímico. Escucharla, saberla y contarla se vuelve necesario para que nos quitemos la venda de los ojos y aceptemos que los horrores se ensañan en su contra. Si el mundo es injusto para las mujeres, imaginen cómo lo es para ellas.
En Campeche un juez no reconoció el testimonio de una niña de 9 años víctima de abuso sexual de un profesor, que tiene 20 años cometiendo estos delitos contra sus alumnas con la total complicidad de la Secretaría de Educación, que ha callado este y muchos otros casos.
Tras 4 años en busca de justicia, el juzgado Segundo de Distrito en el estado concedió un amparo que reconoce que los derechos de una mujer y su niña fueron gravemente violentados, entre otras razones porque “el juez local y magistrados de la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia del Estado no otorgaron valor preponderante a la información testimonial de la víctima –en este caso la niña-, “haciendo no solo excesiva sino ilegal su exigencia de requerimientos de otros medios de prueba” y que “no atendió a la naturaleza del delito sexual”.
Esto nos da una idea de que si en la sociedad en la que vivimos la voz de las mujeres no existe ni tiene valor, la de las niñas mucho menos, por esa razón se cometen a diario abusos y violaciones a lo largo y ancho del país, y cuando las niñas tienen el valor de denunciar no les creerán.
El embarazo adolescente es, por donde se le quiera ver, un síntoma de la violencia contra las niñas. A las “adolescentes”, con su minoría de edad, nos lleva a mirarlas desde una perspectiva de género y de derechos humanos como niñas a las que el contexto social las conduce a un escenario de violencia derivada del abandono, el desinterés, la violencia económica o la desatención que viven frente al interés sobre los hijos varones.
En muchos de los casos, el embarazo adolescente entraña hechos de violencia sexual, abuso, violación, sometimiento de hombres adultos que, valiéndose de la asimetría emocional, el control y la subyugación, abusan de ellas y estas presentan embarazo, niñas cuyos parámetros afectivos son del abandono y el desinterés familiar lo que las hace proclives a ser víctimas de esos abusos.
Este “caldo de cultivo” de violencias se traduce en la trata, enganchadores, abusadores que las ven como objetos disponibles para su uso y explotación, pero también como cosas que pueden usar porque a nadie le importan, porque ni siquiera hay estadísticas que nos hablen del empobrecimiento al que son sometidas las niñas en el área rural y su pobreza alimentaria.
El embarazo adolescente tiene muchas más aristas y todas son caminos distintos hacia un mismo lugar: la violencia.
Hablamos de casos en los que las niñas-madres son casadas (matrimonio infantil) con hombres mayores que las maltratan y explotan en condiciones de matrimonio servil, a las que abandonarán apenas lleguen a los 25 años de edad con dos o tres hijos e hijas, sin educación formal para valerse por sí mismas y proclives a los abusos.
Se trata de historias de adolescentes embarazadas por sus padres-abuelos que, con total y absoluta impunidad, continúan historias de abusos de los que sus propias madres no han logrado escapar.
Se trata de las mujeres que están encarceladas y cuyas vidas tienen en común el embarazo temprano, obligadas a ser madres por las circunstancias, sin acceso a la educación y al empleo, empobrecidas y con dependencia emocional de parejas que las conducen a la comisión de delitos bajo ese esquema de subyugación y control.
Cuando se habla de embarazo adolescente hay que hablar no solo de métodos anticonceptivos o de las jóvenes que se embarazan y serán “mamás luchonas”. Detrás hay miles de historias de abuso y violencia sexual que se pretende caricaturizar incluso con una lona institucional que habla de las “mujeres que se embarazan antes de los 18 años”, así, solas, sin que veamos la violencia sobre las niñas porque si no lo vemos, nadie tiene que hacer nada para cambiar esa realidad.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche