Jerez… Miel y veneno a la vez
RICARDO EVODIO CABRAL VERA
A 25 años de distancia
El próximo sábado se cumplirán 25 años de uno de los decesos más sentidos en la sociedad jerezana, como lo fue el del recordado y querido maestro Lorenzo Ramírez Arellano; un cuarto de siglo, se dice fácil pero así se ha ido el tiempo.
Imposible eliminar de la memoria la rapidez con que el sentimiento de tristeza se fue multiplicando en la población, en lo que se daba la noticia. Ese 25 de marzo el profe no llegó a trabajar y no lo haría nunca más; a los alumnos del turno vespertino se les dejó salir de clases y fueron ellos mismos los encargados de extender la noticia en el hogar y en todas partes.
De pronto se interrumpieron sus ágiles pasos, siempre de prisa de una aula a otra, para trazar con rapidez un pentagrama sobre el pizarrón y luego plasmar con extraordinaria agilidad las notas de la lección del día; o sobre el tiempo preparar el coro para el acto cívico del lunes siguiente, o a los concursantes de interpretación del Himno Nacional que no pocas veces se ganó a nivel estatal, además de atender el coro de la Secundaria Ramón López Velarde, que por años fue orgullo de la institución y de Jerez.
De gratos recuerdos
De férrea disciplina, como lo exige el aprendizaje musical, fue de los docentes que mejor supo comprender y tratar a la juventud en esa complicada fase de entre los 12 y los 16 años, los jóvenes y las niñas próximas a señoritas, como acostumbraba dirigirse de manera respetuosa en las aulas.
Hace 40 años, el maestro maduraba la idea de hacer un disco que quedaría para la posteridad, en los tiempos en que para los ciudadanos comunes no era fácil meterse a un estudio de grabación, por modesto que fuera y por consecuencia los costos de producción eran elevados, una verdadera odisea que finalmente pudo concretarse un año después.
Cada alumno de ese tiempo adquirió un disco, quizá algunos lo hicieron a regañadientes, aunque hoy, en algunas casas se conservan como un invaluable tesoro de colección que no se cambia por ningún otro, ni se presta tan fácil.
El objetivo se logró y durante mucho tiempo, las melodías sobre todo de corte cívico, sirvieron para vestir todo tipo de eventos, en los que se escuchaba la Marcha Jerez, el Himno al deporte, ¡Oh América Mía!, la marcha a Benito Juárez, Bandera sin Mancha, entre otros más.
A aparte de algunos temas románticos del momento como Sembrador de Amor de Joan Sebastian, Júrame de María Grever, El viento la brisa y tus Recuerdos éxito setentero del grupo Venus, además de un bello poema musical titulado El Labrador y Jerezana de Manuel Palma Soriano y Manuel Raygoza Quiñónez.
Profesional en todo lo que hacía
10 años atrás, en agosto de 1968, el maestro había puesto en alto el nombre de Jerez, con la estudiantina que participó en un concurso nacional organizado por la Cerillera la Central y trasmitido a través de la televisión nacional, ubicándose en los primeros lugares de la competencia.
Pero es quizá la Sociedad Coral Amigos de la Buena Música, el cumplimiento de uno de los proyectos más importantes para el profe Lencho, trabajando con jóvenes preferentemente que ya hubieran terminado la secundaria y que se encontraban entre los más avanzados tanto en la interpretación coral, como en la ejecución de diversos instrumentos e incluso algunos con marcada tendencia a la dirección musical.
En el año de 1992, el gobierno de Bertha Torres Valdés formalizó la entrega de la medalla al mérito, que por única ocasión se dio a Jerezanos destacados en diversas ramas; Lorenzo Ramírez era uno de los que conformaban la lista de condecorados justo cuando fue sorprendido por la muerte, de ahí que se haya tenido que hacer el reconocimiento en forma póstuma y a nombre de la familia, lo recibió su hija Rosa Ramírez Carrillo.
Herencia cultural
Quizá las generaciones actuales, especialmente del último cuarto de siglo que no tuvieron la fortuna de conocer al maestro Lorenzo Ramírez Arellano, no entiendan la magnitud de la herencia cultural que dejó para Jerez, a pesar de que se ha procurado que su memoria no quede abandonada en el rincón del olvido.
Sin embargo, su trascendencia en el tiempo ha sido importante, a través de decenas de discípulos suyos que gracias a sus enseñanzas, hoy escriben su propia historia; la banda municipal que recientemente arribó a sus 20 años de vida y la escuela de música Candelario Huízar, tienen la presencia permanente de Lorenzo Ramírez Arellano, por medio de quienes fueran sus pupilos y hoy portan en su mano la batuta.
Son muchos los ejemplos de sus ex alumnos que decidieron inclinar su vida laboral a través de la música, muchos de ellos en forma profesional, en orquestas, grupos musicales, estudios de grabación y sobre todo en el área de la docencia, quienes han forjado su carrera siguiendo los principios que se les inculcó en un aula, principalmente de la Escuela Secundaria Ramón López Velarde, aunque hubo otros planteles que en su momento también contaron con los servicios del profe.
Homenaje permanente
Importante resaltar la perseverancia de su familia, especialmente de su hijo Roberto Ramírez, para que la imagen del maestro permanezca viva en nuestra sociedad, al paso de los años y aunque la mayoría de los Ayuntamientos en turno se han sumado a la idea, no han faltado algunos que con su desinterés, en realidad reflejan un desconocimiento.
El hecho de mantener vivo el nombre y rendir un homenaje para estas fechas, así como darle el nombre a la escuela primaria ubicada en la colonia Frente Popular, son formas de recordar permanentemente a quien dejó gran parte de su vida en el aula, pero siendo exigentes, podría todavía ser insuficiente para la talla del “profe”.
Es muy grato saber que se retomarán las actividades culturales en torno a la figura de Ramírez Arellano y conocer un programa en el que los principales protagonistas son precisamente algunos de sus exalumnos como Miguel Ángel Salcedo Quezada, Gerardo Moreno Reveles, Ricardo Cabrera Vázquez, Mario Enrique Acevedo y excompañeros de docencia como el maestro Eligio Román Aguirre y Federico Berumen Sánchez, algo que creemos está muy a la altura del homenajeado, ojalá así sea.