El cuerpo de las mujeres y la manipulación de la fe

ARGENTINA CASANOVA

Apenas tomó posesión al frente del gobierno de Estados Unidos, Donald Trump mostró cuál es una de las obsesiones y franquicias del ejercicio del control y poder que el sistema patriarcal otorga a un hombre: la tutela y el dominio sobre el cuerpo de las mujeres, empezando por el derecho a decidir sobre la maternidad.

En lo que parecía una mesa de la Edad Media o de los países donde las mujeres viven un sistema de control y opresión impuesto por medio de la religión, el presidente de los Estados Unidos firmó uno de sus ya famosos acuerdos en el que el Gobierno retira el apoyo a las organizaciones no gubernamentales que realicen o den información sobre el aborto.

De acuerdo con los medios, la medida “prohíbe financiar con dinero oficial a cualquier entidad extranjera que realice abortos y difunda información sobre esa práctica como un método anticonceptivo aceptable”. En el acto, que recibió gran cobertura,  Trump aparece firmando rodeado de varios hombres.

Retirar el apoyo a las organizaciones fue su respuesta a la marcha multitudinaria encabezada y convocada por las mujeres en forma de protestas a los absurdos anuncios de Trump en materia de migración y otras libertades en contra de la propia población del vecino país.

Silvia Federici, en su excelente libro “Calibán y la bruja”, nos da la respuesta de este gesto que se vuelve un mecanismo de control y es a la vez una expresión de la violencia contra las mujeres: es el mecanismo del sistema capitalista sobre el cuerpo de la mujer como sobre la población, una equivalencia a la “fábrica de los obreros”.

La demócrata Rosa de Lauro dice que es “una forma que tienen los conservadores para apaciguar a los contrarios al aborto, a expensas de las mujeres en situaciones difíciles en muchos países”.

Eso explica por qué Trump  –conocido en el mundo por no tener un ápice de moral para sus negocios, que ha ido de uno a otro matrimonio adquiriendo guapas esposas bajo ese mecanismo de “comprar los genes”; dispuesto a la especulación, a la mentira y al fraude como algo “lícito” para seguir haciendo dinero, incluyendo la explotación de sus trabajos—quiere ahora hacernos creer que tiene una “alta moral”, que en realidad enmascara su deseo de complacer a los conservadores y sumarlos a su favor ante la evidente falta de simpatías.

Más aún, Trump entra en el escenario con el mismo perfil que los hombres de medio oriente y los países que siguen resolviendo asuntos relativos al cuerpo de las mujeres sin dejar que nosotras opinemos y decidamos. S e arrebata el control sobre la maternidad poniendo en riesgo la vida de las mujeres que decidan abortar.

Frente a ese escenario, las organizaciones que realizan acompañamientos para la interrupción del embarazo, el aborto seguro, afrontan un difícil escenario en Estados Unidos. Sin embargo, Trump, el más anti moral, es quien adquiere el liderazgo hipócrita de los “provida”, amparados en un dogma que no entienden ni les interesa quién lo sostiene.

Hitler o Trump no tienen nada de diferente, pero los “provida” enarbolarán sus posturas como discursos humanistas y de protección a la vida. Mientras defiende a los “fetos” lanza “al horno”, abandonándolos en medio del mar, a los sirios, iraníes, iraquíes y, por supuesto, asume igual que todos los dictadores una postura pública misógina que jamás ha sido parte del cristianismo de Cristo, pero sí de los cristianos patriarcales que han tomado el cuerpo de la mujer como rehén y extensión del pudor, que no poseen, para obligarlo a ser lo que ellos mismos no pueden ser.

Lo más grave es que haya personas cristianas o de cualquier fe que se dejen engañar por Trump, y crean que su postura es movida por la “fe”, porque dicen que “está mal abortar”, mientras que miles de personas en Estados Unidos o en otras partes del mundo están preocupadas sobre lo que ocurrirá con sus familias por la prohibición de entrar al territorio de esa nación a las personas de procedencia de países musulmanes o en conflicto bélico.

No hay cabida para “dobles discursos”. Defender el argumento “a favor de la vida” de Trump, sin mirar la amenaza a la vida y la integridad de miles de trabajadores migrantes, muchos de ellos mexicanos y mexicanas que viven en Estados Unidos, y contribuyen con su trabajo diariamente para sostener esa nación, habla de esa cómoda ignorancia que asumen desde la “falta de conocimiento que ha perdido a los pueblos”.

Es además de vergonzoso, falta de lógica y congruencia discursiva que se acepte el mensaje de Trump como una “defensa a la vida”, mientras que está condenando a la muerte a miles de migrantes sirios que tenían la esperanza de ingresar a ese territorio.

Por otro lado, abrir la frontera a los “cristianos” solo evidencia el odio exacerbado contra la población musulmana, “prójimos” desde esa óptica cristiana que están siendo masacrados desde hace años por armas de países “católicos”.
 
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.

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