Latinos, la presa fácil de un cazador no fortuito
RAÚL SILVA
“Make America Great Again” (Hagamos que América sea Grandiosa de Nuevo) de Donald Trump, aniquiló el sueño de un mejor porvenir para los inmigrantes latinos radicados en Estados Unidos.
Los analistas políticos han dicho que la división del voto latino contribuyó a que el candidato republicano se impusiera ante la demócrata, Hillary Clinton, sumada a los 55 millones de votantes blancos que la descartaron.
A penas salieron los primeros resultados de la contienda del pasado 9 de noviembre, y la incertidumbre se apoderó de la comunidad hispana, especialmente entre los mexicanos, que fueron objeto de críticas durante la campaña de Trump.
En México se vivió un ambiente de pesadumbre, en Estados Unidos fue de temor. Los días posteriores fueron de lamento en México y de resistencia civil en Estados Unidos.
Cuando el presidente electo de esa nación, era candidato, había prometido deportaciones masivas, la construcción de un muro fronterizo y la retención de remesas.
La adhesión al equipo de transición de Trump, de Kris Kobach, autor de varias iniciativas antiinmigrantes como la SB 1070 en Arizona, ha demostrado que las promesas de campaña pueden ser una realidad dolorosa.
El también abogado, diseñó esa ley que daba facultades a la policía para revisar el estatus legal de todo aquel que tuviera apariencia hispana.
Además, penden de alfileres los beneficios otorgados a 700 mil Dreamers por parte de la Acción Diferida para los llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés).
De igual forma viven en la angustia, los que han sido amparados por la Acción Diferida para Padres de Ciudadanos y Residentes Permanentes (DAPA, por sus siglas en inglés).
Donald Trump ha prometido que en dos años se deportará a 11 millones de personas sin estatus legal de residencia en Estados Unidos. El 2017 no será de esperanza sino de dilema.
Del total de la comunidad hispana en Estados Unidos, alrededor de 35 millones de personas tienen orígenes mexicanos y conforman el 63%; le siguen los puertorriqueños, que con alrededor de 5 millones (10%); los salvadoreños y cubanos, cada uno con cerca de 2 millones.
California es el estado donde habita el mayor número de latinos con 14.4 millones, y la mayoría de mexicanos; en Texas hay 9.8 millones y en Florida 4.4 millones de latinos.
Pese a tener el mayor núcleo poblacional hispano en esa nación, el gobierno mexicano ha sido incapaz de apagar la hoguera del miedo y del terror; en contratarte, el presidente Enrique Peña se dedicó a felicitar a Trump.
Los días posteriores a la elección, en por lo menos 25 ciudades estadounidenses se ha levantado el movimiento “Not my president” (No mi presidente) para repudiar el triunfo de Trump. El próximo 20 de enero se efectuará una gran protesta frente al Capitolio, en Washington, durante la toma de posesión de Donald Trump.
A la par, nació otro movimiento denominado “Yes, California”, que busca la independencia del estado dorado de Estados Unidos, liderado por Louis J. Marinelli, ante la victoria electoral del republicano.
Desde 1976 los estadounidenses de origen hispano han comulgado con el partido demócrata, aunque en esta última elección, perdieron adeptos y los republicanos ganaron terreno.
Hillary Clinton recibió el 65% de apoyo latino, frente al 29% de Donald Trump. En 2012, los demócratas consiguieron el 71% del voto latino, frente al 27% de los republicanos.
Es casi inconcebible que 29 de cada 100 latinos haya votado por Trump, pese a la campaña de desprestigio en contra de los migrantes, a quienes ha tachado de delincuentes y violadores.
Las condiciones sociales y políticas están enturbiadas, no hay un panorama claro, ni un rumbo definido. Los inmigrantes esperarán a que llegue enero para saber si serán la presa fácil de un cazador no fortuito…