Todo personal
SOLEDAD JARQUÍN EDGAR
Tendrán que disculpar pero esta columnista está de buenas.
Hacer buen periodismo no es fácil. Pero una condición fundamental –siempre- es hacer periodismo desde la conciencia o, simplemente, no se hace. Más allá de saber escribir, lo que nos deja de lección la XV entrega del Premio Nacional de Periodismo es desde qué lugar las ganadoras y ganadores hicieron su trabajo y por qué merecieron este reconocimiento tan competido.
Desde qué lugar de la conciencia se elabora, se registra, se investiga, se pregunta, se lee entre líneas, se interpreta; desde qué lugar se huele la nota, se hace un reportaje, se vuelve crónica, se toma la foto que detiene el instante para siempre o desde qué lugar el monero interpreta o deforma la realidad, como dice el mejor caricaturista Darío Castillejos.
En México, cada día más, se fortalece la idea de un periodismo cuyo centro real son las personas y hay desde hace un tiempo un “movimiento” para dar voz a las personas y menos al poder, justo lo que ahora “descubrió” una generación joven de periodistas, pero que en realidad tiene años de camino, como sucedió con las mujeres, esas que sin ser consideradas por los medios por carecer de poder, fueron puestas en la escena periodística por Sara Lovera, quien le puso la “a” a las noticias. Y eso fue precisamente por lo que le mereció el Premio Nacional de Periodismo en la categoría de Trayectoria. No se cuentan en tres páginas 47 años de historia de labor reporteril, una que cambió al periodismo mexicano y que finalmente se reconoce.
En el Castillo de Chapultepec, hermoso e impecable edificio con más de 200 años de historia, ¡y qué historias! -se podría decir que por los trabajos premiados- se derroca la monarquía de la censura que imponen los intereses económicos y políticos, y se derriba, también, la tiranía del silencio impuesta a las y los sin poder. Que en el caso de las mujeres, por donde se empezó a correr este hilo conductor del periodismo humanista, está por cumplir apenas treinta años, cuando las mujeres tuvieron voz en los medios, es decir, en el último tramo del siglo XX, con la aparición de espacios como el suplemento LaDobleJornada. (Esto no quiere decir que ignoremos los esfuerzos de muchas otras mujeres periodistas años atrás, pero fue ese suplemento el que cambió la perspectiva de la noticia en México).
Por otra parte, el trabajo hecho por Laura Castellanos, quien también pasó alguna vez por la redacción de la DobleJornada, hoy independiente, es una muestra de ese periodismo que en estos días se hace desde el miedo, pero no por quien lo hace, no. Desde el miedo de la gente a decir lo que vio y escuchó aquel día 6 enero del año pasado en Aptazingán, se llamó: Fueron los Federales. Un reportaje que tiene tanta validez como la declaración con “nombre y apellido”. Trabajo que fue censurado en el Universal y publicado en Aristegui Noticias, Univisión y Proceso. Descalificado, como dijo Castellanos, por intereses políticos electorales.
Y este trabajo, como la caricatura La Verdad Histórica de Darío Castillejos, publicado en el diario El Imparcial de Oaxaca, muestran como la conciencia vuelve aparecer en el escenario de quien deformando la realidad, una ficción trágica de México, refleja a partir de la gente y desde la visión, esta sí torcida, de quienes tienen el poder, como dijo el caricaturista cuando habló luego de recibir el premio.
La cobertura del Expediente Ayotzinapa de Zorayda Gallegos y de Silber Meza, publicado en El Universal también habla de un valor humano: la libertad. Ambos hurgando hasta encontrar la verdad en más de 52 mil hojas dieron con la Noticia que les dio el Premio Nacional. La tarea no es fácil, aquí se demuestra, requiere paciencia y nuevamente conciencia. El periodismo no necesariamente requiere rapidez, no es de un momento para otro.
Otra de las cinco mujeres premiadas fue la crónica hecha por Ana Emilia Felker Centeno. El último viaje: Luis y Juan Villoro, publicado en La ciudad de frente. Felker escribe desde el periodismo para no rendirse, para no claudicar, para no venderse. Es, no hay duda, un periodismo humano de conciencia que se debe seguir.
De nuevo se nota, se siente esa condición en el trabajo ganador de Guillermo Rivera Vázquez, en la categoría de entrevista, con José Agustín: a day in the life, que publicó la revista Emeequis. El reflejo de un hombre, el hombre antes que el poder.
Lo mismo sucede en la fotografía ganadora de Enrique Rashide, de la agencia Cuarto Oscuro. Ayotzinapa la lucha sigue, que aprendió –dice, yo diría confirmó- que el periodismo refleja la realidad por dura que parezca, el dolor, la ausencia, al ser humano por el solo hecho de oprimir un botón para dejar para siempre la imagen y, sobre todo, para decir, solo con la imagen lo que las palabras muchas veces no logran.
Por ello también se premió en Divulgación Científica y Cultural a Pilar Sánchez, quien realizó junto con un equipo de producción el trabajo Nicte-Ha Bandula, transmitido por el Instituto Morelense de Radio y Televisión. Historias de niños y niñas que hablan de su condición de vida y que demuestra –como afirma la periodista ganadora- que los medios públicos cumplen una función prioritaria en el país.
Estos premios y quienes los han ganado marcan una línea de producción periodística en México, cambian el sentido de la tarea informativa, sobre todo ahora en que las redes sociales se atraviesan a cada instante informando o desinformando. Es este periodismo, el humano y hecho desde la conciencia el que quiere y requiere el país, para hacer cambiar el estado de las cosas. A veces no nos gusta la violencia, pero con ella vivimos, no se puede omitir como la corrupción y el cinismo de algunos gobernantes; no queremos reconocer la exclusión, como sucede con las mujeres, pero eso todavía pasa. Ellas y ellos, quienes ganaron el Premio Nacional de Periodismo 2015, otorgado por el Consejo Ciudadano, nos ponen la muestra y seguirles representará una enorme ganancia.
Además de vencer la censura y la exclusión, tres elementos del periodismo tradicional se han puesto en jaque con estos trabajos: la rapidez no es ya condición indispensable, se requiere repensarse, reescribirse, reinvestigar. La fuente con nombre y apellido no siempre es indispensable ni necesario, y no ponerlos no disminuye el valor de la información, menos cuando la vida de la fuente, del que informa, de quien nos da los datos está en riesgo, y tercero, el poder ya no es, y esto se construye desde hace años, la única voz en la noticia, ahí están ahora las y los seres humanos de cada día.
El triunfo del periodismo es sin duda aparecer cada día, cada momento, en un país peligroso para quienes hacemos este trabajo desde la conciencia.
Twitter: @jarquinedgar