Sí a la vida y a la libertad de todas
LUCÍA LAGUNES HUERTA
Este fin de semana vivimos una marcha inédita en la historia reciente de la lucha de las mujeres. Me atrevo a decir que es la más importante del movimiento feminista del siglo XXI no sólo por la cantidad de mujeres reunidas, sino por su articulación entre las distintas expresiones del feminismo en prácticamente todo el territorio nacional.
De punta a punta de nuestro país, las voces de las mujeres se enlazaron en la demanda central: no a la violencia contra las mujeres, sí a la vida y a la libertad de todas.
Mujeres que no están dispuestas a callarse, a guardar silencio y que desde su ciudadanía están exigiendo a los hombres respeto a sus derechos, y a las autoridades que reaccionen y se pongan a la altura de las demandas.
El origen de la movilización está en el hartazgo de las declaraciones, la indignación ante la inacción de los gobiernos y en la burocratización de las instituciones creadas desde los movimientos feministas y hoy convertidas en guardaespaldas de gobernadores y procuradores.
Los hechos recientes fueron llenando la indignación. Victimarios libres protegidos por las autoridades bajo los enredos legaloides.
Dafne en Veracruz; Andrea Noel, Yakiri, Nadia, Alejandra, Mile y Yesenia en la Ciudad de México. Cantantes que violentan y denigran a las mujeres; víctimas de feminicidio que día con día relatan que todas las declaraciones dichas desde todos los niveles del poder no se convierten en acciones efectivas, para garantizar la vida y la libertad de las mujeres, y que la violencia machista arranca cada día la vida de siete mujeres.
Funcionarias y funcionarios más preocupados por mantenerse en las nóminas gubernamentales que en comprometerse con las ciudadanas de a pie, quienes todos los días desarrollan estrategias de sobrevivencia contra el acoso callejero, la violencia comunitaria, institucional, en las escuelas, en el trabajo, en los entornos familiares, etcétera.
“La Gozadera” fue un espacio de reunión en la Ciudad de México, para construir, escuchar y llegar a acuerdos. Ahí todos estos hartazgos fueron nombrados. La cita fue para todas las generaciones y expresiones feministas, para construir la ola violeta que pintó a este México el pasado domingo.
La movilización no debe quedarse en la calle; es momento de que todas las instituciones se pongan a la altura de las demandas, sobre todo aquellas cuyo mandato es proteger y garantizar la vida y la libertad de las mujeres.
Hace 34 años, cuando inicié mi militancia en el movimiento feminista no existía ninguna instancia gubernamental para proteger y promover los Derechos Humanos de las mujeres. Las víctimas de violación eran atendidas por ministerio públicos que se burlaban de ellas, y que realizaban preguntas morbosas a las víctimas, en medio de enjambres igualmente morbosos de los policías; ser revisada por un médico legista era la prolongación de la violación.
Entonces abogadas feministas nos fueron enseñando la importancia de la evidencia y fuimos aprendiendo a enfrentar ese sistema. Hoy contamos con fiscalías y agencias de MP especializadas en delitos sexuales, que se han ido diluyendo y perdiendo ante la falta del interés gubernamental de mantenerlas vivas para responder a sus víctimas. Instancias de atención a la violencia en el entorno familiar enredadas en carencias y desgaste emocional del personal que las dirige, porque ya no son “moda”.
Hace poco más de una década se crearon fiscalías que no investigan porque no tienen el nivel para hacerlo, porque dependen del procurador en turno y su voluntad, o porque no quieren meterse en honduras. Instancias tanto a nivel del Poder Ejecutivo como Legislativo que son usadas para frenar la indignación y exigencias del movimiento feminista.
El hartazgo es también por los vaivenes de las políticas públicas, programas de transporte público que fueron anunciados con bombo y platillo, pero que en la práctica no son acatados a cabalidad, como los taxis rosas que dejaron de ser exclusivos para las mujeres y hoy son parte del transporte público general.
Campañas y más campañas que no son acompañadas de acciones concretas que den coherencia a los anuncios publicitarios; todo cubierto con los recursos públicos de los millones de ciudadanas que pagamos impuestos.
Sí, todo ello se ha creado a lo largo de estos 34 años. Todo propuesto no sólo como enunciado desde el movimiento feminista, sino diseñado y puesto en acción, que hoy vemos convertido en burocracias ineficientes como muchas de nuestras instituciones en el país, especialmente en el sistema de procuración y administración de justicia.
Y mientras, las víctimas van y vienen buscando justicia, apoyo; tocando puertas una y otra vez en busca de una salida para transformar sus vidas.
Los gritos, la rebeldía, los torsos desnudos, las pancartas, las danzas y los tambores no sólo van dirigidos a los hombres que violentan a las mujeres, van también dirigidos a todo este aparato que ha dejado de oír a sus víctimas, a las mujeres en concreto y se regodean con las estadísticas y el número de beneficiadas.
Twitter: @lagunes28
*Periodista y feminista, directora general de CIMAC.