México, el infierno

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

Los días no han sido nada buenos.

El diablo anda suelto aunque alguna buena parte de la población esté empapada de noticias sobre el máximo jerarca de la iglesia católica, Francisco de visita en México, y a quien, por cierto, le llovieron, le lloverán y le seguirán lloviendo las cartas y peticiones de una población desesperada solicitando su intermediación ante el gobierno de EPN, quien está visto nada puede hacer frente a la inseguridad, la violencia y la injusticia.

Gran parte de la sociedad mexicana vive hoy el que ayer era el lejano infierno de Guerrero, Michoacán, Veracruz o de Chihuahua. Hoy asume la indefensión total y vive peligrosamente en entre el filo de la inconformidad y la costumbre, ésta última que se hace ley.

Las preguntas son: ¿Fueron rebasadas las autoridades municipales, estatales y federales por el crimen organizado? La respuesta es sí. ¿Son los gobiernos parte del problema y no parte de la solución? También es afirmativa la respuesta. ¿Qué vamos a hacer como sociedad? ¿Seguiremos doliéndonos, acusándonos, observando? ¿Qué hacemos? ¿Qué puede hacer la ciudadanía frente a un gobierno local como el de Veracruz? ¿O qué hacer con esos presidentes municipales que amenazan a quienes informan? Todavía lo estamos pensando, no actuamos.

Pero tengo otra pregunta ¿Qué piensa el gobernador Javier Duarte Ochoa sobre las y los 15 periodistas que en su gestión de gobierno han sido asesinados? ¿Cuánto más tiene que soportar México de este tipo de gobiernos omisos, complacientes, displicentes y perversos? ¿Cuántos Duartes hay en el país? Ya ven en Oaxaca, Gabino Cué, no se entera de que en menos de 40 días, 17 mujeres son asesinadas; el gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval tampoco se da cuenta ni se ocupa y menos se preocupa del crimen que camina las calles tapatías; o el gobernador “independiente” de Nuevo León, Jaime Rodríguez, que no encuentra la punta de la madeja y el tiempo pasa con acciones aterradoras como la del penal de Topo Chico; o en el Estado de México, donde Eruviel Ávila que no sabe qué hacer para detener el feminicidio y donde las mujeres le dicen al Papa Francisco: “Bienvenido al infierno de las mujeres”…y así la lista es larga, larga y sentida de gobernadores a los que por cierto no les pongo su segundo apellido, por razones obvias.

Así, cada día nos sorprendemos, más que de los otros, nos sorprendemos de nosotras y nosotros mismos. El crimen contra Anabel Flores Salazar, reportera de las noticias policiacas en Veracruz, nos reveló como una sociedad deshumanizada y acostumbrada a la crueldad, un estado anímico que inhibe la exigencia de justicia para las víctimas y sus familias.

Todos los días a lo largo y ancho del país, las imágenes de la violencia se plasman en los diarios locales y se transmiten como episodios de novelas dramáticas en la radio, se inventan las historias, se hacen supuestos, se justifica el crimen y sí, también lamentablemente, nos indica que esa sociedad que escribe finales de terror con sangre es la nuestra.

La imagen de la joven periodista es un reflejo de lo dicho arriba. Tal parece fue este hecho y lo que a su alrededor se teje, con supuestos y falsedades, lo que llevó esta misma semana a la Junta de Gobierno del Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) a pronunciarse para que bajo ninguna circunstancia se criminalice a ninguna mujer víctima de violencia hasta no agotar las investigaciones correspondientes, el llamado fue directo a los medios de comunicación y a las autoridades. Nadie sabe quién lo escuchó.

Y es que el mismo día en que Anabel Flores Salazar fue secuestrada de su propia casa por un comando uniformado, la Fiscalía de Veracruz emitió sus propios supuestos en un boletín de prensa, donde se cuestiona el haber sido encontrada- hace tiempo- con un hombre apodado El Pantera y que fue detenido por las autoridades. Eso, aunado a las declaraciones de sus ex jefes sobre la no correspondencia de sus ingresos con su “estilo de vida” y, claro, la exhibición de una fotografía de su cuerpo amordazado y semidesnudo, inerte al borde de una carretera. Una imagen grotesca y misógina.

Minuto a minuto, el gremio periodístico del país, dimos seguimiento a los hechos, que se nos fueron revelando de manera dramática. En este país no hay esperanza de nada y menos de que la justicia llegue. Pero este país somos todos: gobierno y gobernados, eso incluye la conducta, muchas veces reprobable, que los medios revelan a través de la sección policiaca que da por hecho que una persona es un delincuente, muchas veces sin investigación previa, es la palabra de la autoridad contra la de la ciudadanía, y, por otro lado, las víctimas son revictimizadas.

El fin no siempre es informativo. Eso es un peligro. Porque al final de cuentas lo que hacemos es dar por hecho algo que no es verdadero o al menos no nos consta y, por otro lado, naturalizamos la violencia, la normalizamos en nuestras vidas, como parte de un destino ineludible, siempre y cuando le suceda a las otras personas.

Lo hemos planteado muchas veces, durante años ha sido una de las premisas del periodismo de género, que exige un tratamiento diferente a la violencia contra las mujeres en los informativos. Estamos hartas de mirar cuerpos de mujeres sin vida, desnudos y tirados como desechos. Una lucha silenciosa que al menos ha logrado, en parte, que el feminicidio y la violencia de género contra las mujeres se vea como un problema de carácter social y no sólo como una nota roja. El problema es que todavía hay un largo trecho para lograr los fines.

INMUJERES ha puesto de nueva cuenta el dedo en el renglón, y el asesinato artero e injustificable de Anabel Flores sea el pretexto para retomar la tarea. Claro se requiere la voluntad de los editores para cambiar o eliminar la página roja.

Es urgente que las ahora Fiscalías del país dejen de distribuir “boletines para la nota roja”, que los cuerpos policiacos que supuestamente investigan dejen de tomar fotos a las víctimas para después entregarlas a las “reporteros” de policiaca, que la siguiente día las publican como si se tratara de un espectáculo. Que la nota roja no sea el paredón de las víctimas sino el de la justicia.

Está comprobado, los informativos sobreviven a la nota roja. Se necesita esfuerzo. No se trata de tapar el sol con un dedo se trata solo de informar.

El diablo anda suelto en tiempos de santidad. De ahí que otra comunicadora, esta vez en el istmo de Tehuantepec, Martha Izquierdo, sea objeto de una agresión verbal, una grave advertencia, una amenaza, que para algunas autoridades municipales de la zona no tienen mayor importancia, de ahí que en lugar de resolver, minimicen, critiquen, como sucede con el presidente municipal de Laollaga. O no le den importancia alguna como pasa con la Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca que no quiso dar a Martha Izquierdo las medidas de protección que necesita, según la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca.

No se que esperan, no se qué quieren. Si eres comunicadora o informador y te amenazan y te quejas, el mismo gremio te acusa de escandalosa. Si te matan te vuelves importante. Eso no tiene sentido.

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