El accidente de ETN

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

El pasado 1º.de noviembre abordé en la Ciudad de Zacatecas, un transporte de la línea de autobuses ETN con destino a la Ciudad de México.  Se trataba de una corrida directa, que partió a las 22:50 de la noche.

En la madrugada –amanecía ya el día de muertos- a la altura de Soyaniquilpan, sentimos los pasajeros un fuerte impacto del camión. Sin duda se trataba de un choque.  El vehículo giró y de pronto estábamos sobre la carretera de Querétaro pero rumbo a Zacatecas, prácticamente montados en la valla central.

Generalmente estos vehículos viajan con chofer y asistente, pero ninguno de los dos apareció para atender la emergencia: buscar salidas de seguridad y atender la emergencia.  Había llantos y gritos y, sobre todo, desorden.

Pasó un tiempo que no podría definir.  Entre algunos de los pasajeros encontramos los martillos con los que es posible romper los cristales en caso de accidente.  Algunos pudieron salir impulsados por su propia fuerza, en tanto que otra gente fue ayudada.  Yo sentía el brazo derecho totalmente inmovilizado y tuve que salir por el segundo piso de este vehículo, de cabeza y con el apoyo de algunos pasajeros que no estaban tan lastimados.  Del conductor y su asistente no supe nada: seguramente estaban entre los heridos o los posibles muertos.

El tránsito no se interrumpió.  Fluía a esa hora, cercana a las 5 de la mañana.  Entre los usuarios había la inquietud de que el camión pudiera incendiarse, por más que la línea de autobuses asegure que eso es imposible.

Por alguna razón nos fuimos colocando instintivamente a un lado de la carretera a pesar de que los vehículos seguían transitando en la oscuridad. No parecía haber en el camión botiquín de primeros auxilios.  Según versiones de la gente que pasaba fuera del camión, ambos conductores estaban muertos.

Empezaron a llegar ambulancias de auxilio, de esas que llaman “de los pobres” y que se apostan en lugares estratégicos de las carreteras, buscando potenciales viajeros para ser ayudados.  Son servicios de paramédicos que esperan una cooperación por su trabajo. Fuimos conducidos en varias ambulancias al hospital privado San José en San Juan del Río, regresando un buen trecho del camino, cuando a todos nos parecía más lógico acercarnos a la zona metropolitana de la capital del país.

Nos colocaron como pudieron en distintas áreas del hospital.  A mí me instalaron sobre una camilla de quirófano, encima de una dura tablilla que usan los paramédicos para sus traslados, con un fuerte analgésico y sedantes del tipo de las benzodiacepinas por la vena, según me explicaron al preguntarles yo sobre la canalización que me hicieron. Habían pasado 7 horas aproximadamente y me movieron para sacarme una radiografía que no me permitieron ver, pues los médicos del lugar alegaban que era propiedad de la compañía aseguradora que respalda a la línea de autobuses.

Pero ni la aseguradora ni representantes de la compañía de autobuses llegaban al hospital aunque pasaban las horas.  En el sanatorio la contadora y la administradora advertían a los pacientes que quien no pagara su cuota no saldría del lugar, dado que alguien tenía que hacerse responsable por el pago. Estábamos prácticamente en calidad de rehenes.

Hablé con algunos amigos zacatecanos pidiendo la intervención del gobierno, no para pagar, sino para interceder por quienes, pasadas las horas, tenían distintas fracturas y lesiones y no contaban con atención suficiente, a pesar de los trabajos de médicos y enfermeras que a las 12 del día cancelaron todo tipo de servicios para el numeroso grupo de personas que allí nos encontrábamos producto de la emergencia.  Supimos de algunos viajeros que estaban en pisos superiores del hospital siendo intervenidos, pero otros yacían en la pequeña recepción, en las sillas o en el piso, en tanto escuchaba yo a las enfermeras preocuparse de que el tiempo pasaba y de que, a pesar de las fracturas solamente se les había dado algún analgésico sublingual cuyo efecto estaba terminando. La tragedia empezaba a revivirse.

La llamada salvadora desde Zacatecas no se hizo esperar: en 15 minutos de un día feriado, el gobierno había pedido la salida inmediata de todas las personas que allí se encontraban lesionadas, y que quisieran o pudieran hacerlo por sus medios.

Me comuniqué con mi familia a la ciudad de México: en el hospital San José les informaron que podía yo retirarme, al no haber lesiones de importancia en mi cuerpo.

Llegué a mi casa con la certidumbre de que no tenía lesión alguna en mi cuerpo y con la instrucción de tomar un analgésico en caso de dolor pues la radiografía que no pude ver, no mostraba, lesión alguna. La noche fue muy incómoda y en la mañana iniciaron los problemas respiratorios.

Hablamos con un amigo médico que vino a la casa a valorarme. Le preocupó la gravedad de mi estado.  A las 7 de la noche estaba yo en urgencias del hospital Ángeles de Interlomas, avalado por mi seguro de gastos médicos mayores que mantengo desde hace 20 años. Los estudios de radiología y tomografía que allí me practicaron, alarmaron a los médicos que consideraron en peligro mi vida por la fractura en 12 partes del omóplato derecho, por las diversas fracturas en 10 costillas del lado derecho y porque al menos una de ellas estaba perforando el pulmón.

Mi situación era precaria: tórax inestable era el consenso médico, de allí que decidieran trasladarme de inmediato a terapia intensiva, para poder vigilar mis signos vitales y los niveles de saturación de oxígeno que estaban muy bajos.  No podían decidirse a operar hasta en tanto no estabilizaran mi situación.

La cirugía se programó para el mediodía del 4 de noviembre, y de Terapia Intensiva fui llevado a quirófano para dos cirugías que se hicieron en un mismo proceso de anestesia general, con tres unidades de transfusión de sangre y con tres equipos médicos que participaron en las 8 horas que duró el proceso.

Permanecí en Terapia intensiva dos días más, otros tres en Terapia Intermedia y luego varios días en hospitalización.

Hoy estoy convaleciendo de lo antes narrado.  Me han retirado los puntos. Continúo usando una cama especial, con oxígeno, cuidadores de noche y terapeuta. Sin embargo, la satisfacción de los médicos es absoluta.

Tendré cuatro semanas más de rehabilitaciones pero, según la opinión de los cirujanos podré restablecerme al cien por ciento. No hay golpes en las piernas, ni en la columna vertebral, el cuello y la cabeza milagrosamente no fueron tocados ni ningún órgano vital, a excepción del pulmón que sigue su proceso de extracción de agua.

Vamos a continuar con la lucha democrática que ya se avecina para gubernatura, diputaciones y alcaldías.  Voy a afinar mis proyectos empresariales con actividades estratégicas que, más que con trabajo compitan con tecnología. Seguiremos luchando por el Zacatecas que todos queremos.

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