Bordar la paz
Ciudad de México.- ¿Qué es la paz? ¿Cómo se construye? ¿Qué se necesita? En la ONU dicen que alianzas. Porque el 21 de septiembre es el Día Internacional de la Paz, y el lema de este año es “Alianzas para la paz, dignidad para todos”.
Yo confieso que no sé mucho del tema, pero cuando conocí a Teresa tuve más respuestas que preguntas.
Teresa es una mujer baja y menuda. Diría que flota, porque se mueve con suavidad; pero pisa firme. Tiene una piel blanquísima, cabello blanco de raíz a punta, y viste casi siempre de blanco.
Sonríe con facilidad y mira con ojos atentos y amables, casi como mira una niña. Hasta que dice lo que piensa o siente. Entonces la mirada es firme y sabia.
Tenía una vida que sólo era suya, hasta que asesinaron a su hijo. Desde entonces tiene una vida que es la de muchas y muchos en mi país.
Su hijo tenía 21 años, era estudiante de arquitectura en el Distrito Federal y un mal día lo asesinaron en su departamento.
La historia podía haber terminado ahí. En un dolor personal. En un duelo familiar. Pero no. Se volvió colectivo. Porque en un país como el nuestro, donde la violencia y la injusticia duermen juntas, no hay duelo personal, el duelo es colectivo y esa colectividad se vuelve tu familia.
Teresa no sabe quién asesinó a su hijo, y tampoco sabe por qué. Lo poco que sabe ella lo ha averiguado, preguntando aquí y allá, escuchando a quien tiene algo que decirle o interpretando los silencios de quien no se atreve a decir nada.
Caminó los caminos de la legalidad sólo para descubrir lo que ya sabía, lo que ya sabemos: el Estado de Derecho ha de ser un estado en Finlandia, porque aquí nadie da razón.
Y entonces se unió a un movimiento por la paz, integrado por personas que comenzaron exactamente como ella: buscando justicia por una hija o un hijo asesinado, por una hija o un hijo desaparecido, por un esposo o una esposa, un padre, una madre, un hermano, una hermana…
En fin, porque les arrebataron la presencia de un ser que se ama y que para las autoridades no alcanza a ser ni estadística.
Su vida, como la de muchísimas madres y padres, pasó de lo cotidiano al activismo social. Y en el dolor compartido, en la indignación compartida, en la búsqueda de justicia compartida, han encontrado fortaleza para seguir viviendo y para construir la paz.
Teresa construye la paz de muchas maneras. Entre ellas, bordando. Porque también forma parte del colectivo Bordamos por la Paz, que tiene réplicas en varias ciudades de México, y en Nueva York, Barcelona, Tokio, entre otras.
Integrado sobre todo por mujeres, este colectivo borda. “No bordamos”, me corrige, “hacemos memoria en un bordado”.
En pañuelos blancos bordan los nombres de personas asesinadas o desaparecidas, bordan la fecha o las circunstancias en que se cometió el delito, bordan alguna imagen o algún poema, bordan el reclamo de justicia, bordan por la paz.
Bordan en plazas públicas e invitan a quien lo desee a bordar con ellas. “No hace falta saber bordar, me explica, eso te lo enseñamos. Hace falta no querer perder la memoria”.
Y quienes no quieren perder la memoria se unen a bordar. Y con sus bordados montan un tendedero en cualquier lugar. Y esos tendederos se vuelven, en efecto, el memorial de la tragedia que vive México, porque basta leer unos cuantos pañuelos para sentir en hilos de colores el dolor que recorre nuestro país de punta a punta.
Basta saber que en más de una ocasión policías las han desalojado violentamente de alguna plaza, para entender hasta qué punto mueven conciencias con sus bordados.
Cuando la conocí, entendí. Entendí que la paz se construye haciendo memoria, reconociendo cada agravio, cada delito, cada dolor; porque sólo así se puede empezar a hacer justicia.
Y entendí, también, que la paz se borda punto por punto.
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*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
LNY/Cimac