A un año, el dolor acumulado

FRIDA GUERRERA

No sabía cómo iniciar con estas líneas; tanto se ha dicho ya sobre el tema, grandes plumas han cuestionado la tan cacareada “verdad histórica” que no muestra más que un gobierno igual de insensible, ajeno a la realidad; una mentira histórica más, acumulada a las largas mentiras de dolor con que han sido descalificados cada uno de los sucesos que han marcado a este pueblo esperanzado en lo inexistente: LA JUSTICIA.

Hoy cuando regresaba a casa luego de un cansado día de trabajo, me interceptó un joven, delgado, de cabello rizado y negro, con una grabadora en la mano izquierda. Al acercarse con un “hola” me solicitó le respondiera dos preguntas para una cápsula que iba a realizar con el tema de los 43 normalistas desaparecidos.

La primera pregunta fue: “¿Cómo te ha impactado lo sucedido?”. Y la segunda: “¿Qué les dirías a los padres de los jóvenes?”. No lo pensé para decirle que con todo gusto, y me quede corta con lo dicho.

¿Cómo me ha impactado? La historia de las escuelas formadoras de docentes rurales tiene ya una larga historia de represión, justo como ahora, la diferencia no existe. (“Normales Rurales: Historia mínima del olvido”).

Me ha impactado a grado tal de dolerme mi incapacidad de expresarlo, como quien por algunos años ha tratado con un lenguaje sencillo transmitir cuando alguien que está padeciendo una injusticia me regala su dolor para ser escuchado; es tanto el dolor de estos padres y madres que me siento imposibilitada.

Como persona me indigna que sigamos permitiendo el cúmulo de fechas de dolor, que sigamos expresando indignación, pero nos mantenemos como aquella eterna esposa que molesta se indigna ante el engaño, el maltrato, pero al pasar el tiempo se mantiene ahí, para volver a ese círculo vicioso de dolor, esperando que “él” algún día cambie.

Como madre, me ha impactado el hecho pensar que cualquiera de los 43 desaparecidos, Julio César Mondragón, Aldo Gutiérrez Solano –el normalista 44 hasta la fecha en coma–, Omar García, y cada uno de los sobrevivientes que reafirmaron que en este gobierno no se puede confiar, tienen la edad de mi hijo o mis sobrinos, a quienes el Estado puede llegar y simple y llanamente desaparecerlos.

Me duele ser parte de una sociedad apática que justifica los ataques del 26 y 27 de septiembre de 2014 expresando un “se lo merecían”, o “por algo les pasó”… Me duele que muchas personas “bien” se traguen la pastilla de que están exentos de que les pase algo así; me impacta que aún existan mexicanos que se conduelen más de un animal que de la vida de 43 personas que buscaban un México mejor.

Y lo que les diría a los padres, madres, hermanas, esposas y compañeros de los jóvenes es lo más difícil; es un año con el corazón detenido; por un momento he imaginado al escucharlos llenos de dolor, atrapados en la desesperanza, que yo soy una de ellas y mi vida literalmente estaría detenida, y como en otros textos lo he dicho me volvería asesina, o tal vez mi grito sería el mismo…

¿Dónde están?… Y en medio de la noche con un nudo en la garganta le susurraría en su cama aquella que compartía antes de marcharse a estudiar: TE BUSCARÉ HASTA ENCONTRARTE…

No soy una de ellos, pero sí estoy con ellas, y así como usted, los acompañaré, deseando que con la desaparición de los jóvenes aparezca nuestra capacidad de empatar con el dolor, que aparezca la necesidad urgente de divorciarnos de gente como la que nos gobierna, que aparezca y siga creciendo la indignación, que ya no conmemoremos fechas de dolor, que festejemos, así como lo hizo Guatemala, la justicia, que el camino para encontrarlos nos lleve al destino de acabar con la impunidad.

Y como siempre la reflexión. ¿Ha pensando tener un dolor constante en el pecho? ¿La zozobra que marca todo el tiempo el pulso de su corazón? Tener en la cabeza miles de imágenes de su hijo en todas las situaciones posibles de dolor, humillado, lastimado y de pronto sus ojos se cierran fuerte ante esa imagen de horror… “asesinado”… quemado…

Que la sangre que corre por sus venas sean sus gritos de auxilio, que al dormir lo único que acompañe sus sueños, si logra cerrar los ojos, sea tal vez el llanto de su hijo, llamándole.

Los padres y madres de los 43 normalistas de Ayotzinapa viven así, desde hace ya casi un año… A veces llenos de esperanza, otras tantas cansados de cada una de las mentiras históricas que este gobierno les ha dicho.

No es momento de cruzar los brazos para acumular otra mentira histórica, es el momento de tomarnos las manos donde estemos y juntos exijamos: QUEREMOS LA VERDAD.

* Comunicadora libre y bloguera mexicana.

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