La nota roja, una extensión de la violencia de género
ARGENTINA CASANOVA
En México, y quizá en todo el mundo, el cuerpo de las mujeres víctimas de la violencia es un mensaje de hombres dirigido hacia los hombres; pero fundamentalmente, en la representación de la realidad en las coberturas mediáticas es un signo lingüístico de significación para otras mujeres, y es desde la construcción de la información y los alcances de los enfoques periodísticos de la nota roja, una extensión de la violencia de género contra las mujeres.
La nota roja es el reflejo fiel de la estructura social patriarcal-misógina que reinterpreta la realidad para enunciarse a sí misma, propagarse y reinventarse a través de las narrativas de la violencia contra identidades de género femeninas.
Parecerá exagerado y desde una visión promedio puede llegar a ser visto así, pero bajo la mirada feminista y una vez conscientes del alcance que un discurso periodístico tiene en el imaginario o “paisaje mental” de los individuos, empezamos a darnos cuenta de que es por ahí por donde deben deconstruirse las estructuras que sostienen y dan cuerpo a la violencia contra las mujeres.
Cuando se comete un acto violento contra una mujer se violenta a la comunidad. El daño a la comunidad a través del cuerpo de las mujeres es un tema abordado en múltiples estudios y desde la perspectiva del Derecho y la Psicología del crimen, pero específicamente el daño se infringe a los hombres de la familia de esa mujer, a los hombres de ese núcleo para el que el cuerpo de la mujer se convierte en un mensaje.
Mensajes dirigidos de hombres a sus pares hombres, en los que nosotras sólo somos parte del código del discurso en sus rituales de competencia y autoconfirmación de masculinidad, como plantea Rita Segato en “La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez”, y que si revisamos los rituales de la hombría, en “Historia de la Violencia”, de Robert Muchembled, vemos que han estado ahí desde la antigüedad.
Además del hecho, está la representación que de él se hace a través de las coberturas periodísticas en las que el cuerpo es en la imagen y en el texto un signo, una referencia y concepto de la enunciación de la violencia, pero es también una nueva forma de violencia contra el cuerpo de la mujer que tendrá distintos momentos a partir de su realización como información periodística.
No se trata sólo de los casos de feminicidio, que constituyen el culmen de esta exposición, también se presenta en notas en las que las mujeres/niñas fueron víctimas de violencia sexual, violencia física en el hogar o violencia comunitaria en las que son referencias tangenciales, o se les presenta despersonalizadas, privadas de identidad, números que se acumulan, “una más en la lista de objetos dañados”.
Con el añadido de la perspectiva periodística de la interpretación de cada posible circunstancia que las llevó a ser asesinada o vulnerada para llevar a un “lector ideal” formado o formada en una sociedad patriarcal, y lo hará con un código establecido, normativo y canónico que no admite desarmar las superestructuras narrativas y/o discursivas, y que conduce –como está previsto– a ser la extensión del emisor del mensaje de violencia contra el cuerpo femenino, ampliar sus efectos al llegar a más mujeres, y por supuesto a insertarse en el discurso social desde una representación que garantiza su perpetuidad.
La mayoría de las veces en la nota roja, la violencia contra las mujeres es presentada o en forma despersonalizada e hiperbolizada, y construye un escenario desde la imagen, las palabras y el lugar en el que es ubicada para reforzar esa realidad desde un discurso que se multiplica ahora con más énfasis en las redes sociales, con alcances nuevos y de violencia que busca el control sobre las mujeres.
¿O es casual que los algoritmos de información “ofrezcan” como noticias de interés prioritariamente las notas sobre feminicidio? La lección de lo que le ocurre a las mujeres.
La nota roja es un tipo de discurso que media la realidad y su representación, en el que los contextos de quien lee, de quien escribe, de quien hace la fotografía y quien finalmente recibe como mensaje al habitar un cuerpo de mujer, merece y requiere un estudio que no será precisamente mediante un análisis convencional de contenido, sino como una apuesta desde la teoría feminista.
Una perspectiva y análisis que parta de reconocer y preguntarse por qué el cuerpo es el primer territorio de defensa de las mujeres.
Una perspectiva que reconozca, cuestione, analice y deconstruya el fin que el patriarcado, representado por instituciones, discursos, lenguaje, personas y actos históricos, confiere a las mujeres. Un enfoque en el que se trastoque el lenguaje y las superestructuras narrativas periodísticas.
Romper el ciclo productivo de la información en el que nuestros cuerpos son “la cosa” en sus discursos violentos, donde somos pasivo-receptivas de sus actos aleccionadores para posicionarnos una y otra vez en el lugar que desean en la estructura social.
*Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.