Vasconcelos y el opio

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

 

Leer Ulises Criollo es una delicia para quienes tienenla fortuna de acercarse a él.  Así ha sido en distintas épocas y ha tocado de cerca a lectores de los más diversos estratos, ideologías y pareceres.  Una autobiografía cargada con la historia del inicio del siglo pasado, con su propia vida sentimental y, sobre todo, con su personal empeño en la lucha por México.

 

Existe una segunda parte denominada La Tormentaque, como el autor mismo describe es eso: El Ulises Criollo II.  Inicia con la muerte de Madero para narrar después las persecuciones de que el propio Vasconcelos fue objeto. Fue impreso en 1936 por la Editorial Botas.  Posteriormente es publicado por Jus que se articula al padre del extinto Secretario de Gobernación Carlos Abascal Carranza.  Según los vasconcelistas, esta editorial maquilló los textos originales –sobre todo aquellos que hablaban de los amores de Ulises, como Adriana, cuando él ya tenía una familia formal-.  Los textos primeros han sido restituidos: podemos encontrar en ellos la grandeza de Vasconcelos, que bien disfrutan los hombres y las mujeres de izquierda –sin duda admirarán en él la nitidez de sus posiciones ideológicas  También es un texto rescatable para el centro y aún para los pensadores de la derecha.

 

A mi parecer, José Vasconcelos es ante todo un revolucionario.  Rector de la Universidad, Secretario de Educación –aquel de quien dicen mandó construir su escritorio dentro de su oficina, para que no lo pudieran sacar y así robárselo.  Todavía permanece el mueble en ese sitio-  Abogado litigante, político, fue un hombre sin igual que nos dejó una gran enseñanza con su propia vida y con la forma en que lo rozó la muerte, como en el caso de  Antonieta Rivas Mercado, su mecenas, su musa, quien se suicidara con un balazo dentro de la catedral de Notre Dame en París, muriendo de amor, supuestamente por despecho, al no ser correspondida por el mismo Vasconcelos.  Por primera vez –y única- en la historia de ese monumento de la cristiandad, el templo fue cerrado para exorcizarlo luego de tan tremendo suceso.

 

Por aquellos días, Vasconcelos ya disfrutaba del amor de la pareja del autor de El PrincipitoAntoine de Saint Exupery, según contaban los autores y socialités de la época.

 

Durante el Carrancismo, Vasconcelos huyó a diferentes partes de la Tierra: fundamentalmente Nueva York, el sur de los Estados Unidos, Cuba, y se hizo corresponsal para América del Sur de una empresa que vendía cursos a distancia.  Su centro de operaciones fue por aquellos días, Lima de los Reyes.

 

Él mismo narra en la página 254 de su libro La Tormenta, cuando en un café de chinos –y posteriormente en la trastienda- en las épocas en que existía el snobismo por el opio en el mundo, “se dio las tres” en compañía de un poeta peruano que tenía el hábito de consumir ese enervante. José Vasconcelos describe con fruición los efectos que le produce inhalar el opio sintiendo su corazón abandonado, pues su amasia lo había dejado rumbo a Nueva York.

 

El libro se disfruta por estar lleno de precisiones, pasajes y vivencias que nos enriquecen en la historia intensamente experimentada por él, y que constituyen un aprendizaje para quienes no tuvimos el privilegio de caminar esa época por los caminos de Dios.

 

El telón baja cuando es nombrado rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, y restaura la Secretaría de Educación Pública para conformar un proyecto educativo que, a juicio de muchos, lo convirtió en el mejor Secretario de esa materia en la historia de nuestro país. 

 

Cierra su historia con los versos del Segundo Fausto, “canto del Despertar”:

 

Extinguiéronse las horas crueles,

Huyeron el dolor y la dicha;

Curado de tus males,

Saluda el esplendor del día.

Verdes están los valles.

Ondula el grano en las sementeras.

Recobra, peregrino, tu ilusión.

Mientras la multitud yerra indecisa,

Todo puede lograr el alma noble

Que se resuelve a la tarea de construir.


La más útil y noble existencia.

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