El Servicio Civil de Carrera: Continuidad institucional
NORMA JULIETA DEL RÍO VENEGAS
Durante el Congreso «El servicio civil francés y el rol de la Escuela Nacional de Administración (ENA) en el sistema francés”, escuché con atención el mensaje del subsecretario de Responsabilidades Administrativas y Contrataciones Públicas, encargado del Despacho de la Secretaría de la Función Pública, Julián Olivas Ugalde.
Ahí, hizo especial énfasis en el hecho de que se debe transformar y mover el servicio profesional de carrera para que la Administración Pública Federal, cuente con recursos humanos preparados y competentes que respondan a las necesidades del gobierno y, desde luego, a la ciudadanía.
Además, urgió a la promoción de estudios legales y técnicos para modificar las disposiciones jurídicas en la materia, para que faciliten la transformación de los recursos humanos hacia un sistema de profesionalización eficaz y eficiente.
Debemos recordar que el Servicio Civil de Carrera es el mecanismo de escalafón o promoción laboral de los servidores públicos en cualquier orden de Gobierno, que tiene como meta el que los funcionarios públicos puedan desarrollarse, independientemente de su ideología partidista, cultural, religiosa, entre otras, dentro de los corporativos burocráticos.
En ocasiones, que desgraciadamente no son pocas, esa capacidad y madurez, entre otros valores que deberían abonar al Servicio Civil de Carrera del servidor público, se ven en segundos truncadas sin explicación alguna.
El servidor público tiene la obligación de actuar al margen de sus preferencias e ideologías, para hacerlo de manera institucional, pues por naturaleza se debe en gran parte a la pertenencia social.
Así, después de haber asumido este invaluable compromiso institucional, para un servidor público resulta difícil que al término de un empleo, cargo o comisión, se le encuadre o circunscriba con determinado jefe, directo o indirecto, ya que se confunde con su buen desempeño.
Consintiendo tal anarquía, se puede traducir en una discriminación laboral que podría sufrir el servidor público, ya que al momento de ser «etiquetado», esa clasificación puede ir a los extremos de excluir bajo esa distinción o diferenciación en favor o en contra de una persona en comparación con otras.
En los últimos tiempos, estas circunstancias han sido objeto de atención y estudio por parte de diversos sectores, tanto en el ámbito académico como en el gubernamental, pues en la era moderna existe una ciudadanía mayor informada y, por ende, más exigente de ser atendida con eficiencia y eficacia, que requiere resultados profesionales y honestos.
Hoy, la sociedad no está dispuesta a esperar que se dé el aprendizaje en los servidores públicos para que sus demandas sean atendidas, pues la permanencia de gente calificada garantiza continuidad en planes y programas, propiciando la generación y aprovechamiento de experiencias que se traducen en la consecución de metas y objetivos a plazos más cortos y con menores recursos.
Así, en la medida en que el hombre transita por los diferentes campos de su vida, va adquiriendo madurez y experiencia y comienza a percibir su propio dominio en donde su autonomía constituye uno de sus valores máximos, lo que lo obliga, en la mayoría de las veces, a conducirse y actuar con ética.
El Servicio Civil de Carrera, aunado a cumplir en el tiempo que se labora con preparación constante, siempre será la mejor carta de presentación ante la llegada de un nuevo superior, pues así como el servidor público actúo en su anterior tarea, se tiene la certeza de que seguirá siendo un buen elemento contando con los principales valores: Ética e institucionalidad. Y el tan proclamado Servicio Civil de Carrera seguirá avanzando y legitimándose.
Es equivocado el pensamiento de que la lealtad “debe” ser solo de manera ascendente, aquí tiene que existir la reciprocidad, por lo tanto, esta también debe de ser de manera descendente.
No es posible que por unos cuantos se detenga el avance y prolifere la burocracia, que los mejores técnicos sean desplazados para que lleguen los menos capaces y ágiles para resolver. Lo ideal sería aplicar algunos de los 14 principios generales dictados por Henry Fayol, padre de la Administración: La división del trabajo; la unidad de mando, donde cada empleado debe recibir órdenes de un solo superior; subordinación de los intereses individuales a los generales, que deben estar por encima de los individuales, entre otros.
Apostemos entonces al propósito de Olivas Ugalde, de dar seguimiento a la transformación del servicio profesional de carrera, para que la Administración Pública Federal cuente con recursos humanos preparados y competentes, que respondan a las necesidades del gobierno y, desde luego de la ciudadanía. Pero además, que se consolide y replique en las Entidades Federativas y Gobiernos Municipales.
Twitter: @JulietDelrio