Jerez… Miel y veneno a la vez

RICARDO EVODIO CABRAL VERA

Un viejo problema social

En los años 80 fueron las famosas loncherías, con el disfraz de prostíbulos, el dolor de cabeza de las autoridades municipales que, a pesar del constante reclamo de la sociedad, poco hacían por resolver el conflicto social, pues esos antros de vicio y prostitución se encontraban en medio de vecindarios, junto a escuelas y sitios públicos, donde no pocas veces se generaron conflictos, borracheras, pleitos y hasta uso de armas blancas o de fuego; las loncherías eran supuestamente lugares para comer o desayunar, pero es lo que menos hacían; es más, en recorridos que realizamos en diversas ocasiones con las autoridades, algunas no tenían ni siquiera cacerolas para cocinar, el tanque de gas permanecía cerrado y la estufa era sólo apariencia de que sí se vendía comida; en realidad estos llamados giros negros tenían como producto principal la venta de cerveza y aunado a ello, el comercio sexual, con poco control.

La obra social de Bertha Torres

Indudablemente que entre las diversas acciones que realizó el gobierno de Bertha Torres Valdés, su logro más importante fue sacar la zona de tolerancia del centro de la ciudad, situación que en su momento tuvo una fuerte resistencia por parte de algunos propietarios de salones y bares que operaban al final de la calle Guadalupe Victoria, quienes mostraban la incertidumbre de que la nueva ubicación fuera a funcionar, por la lejanía.

Sin embargo, en un mero acto de autoridad se les puso plazo con la consigna de que el antiguo centro de vicio sería cerrado para siempre y no se permitiría más la apertura de la vieja zona de tolerancia.

El temor de que se dispersara la prostitución

El temor de los permisionarios era que de no funcionar el nuevo espacio, la prostitución se dispersaría sin el menor control, por todo el centro de la ciudad; sin embargo, la medida adoptada llevó consigo el compromiso de las autoridades de vigilar que eso ya no ocurriera, y aunque las famosas loncherías mantenían sus puertas abiertas, también se dio una vigilancia más cercana, pero no fue fácil abatir la problemática. Finalmente también se les fijó un plazo para que si pretendían seguir el negocio de la venta de servicios sexuales, se mudaran a la zona de tolerancia, donde habría un espacio especial para loncherías; esta parte del proyecto tuvo menor éxito que el primero, pero un amplio sector de la sociedad reconoció el hecho como un acto de valentía de quien gobernaba, aunque luego se demeritó un poco al comenzar a presentarse lamentables accidentes asociados con el consumo de alcohol y la parranda que por lo regular iba a terminar en ese lugar ubicado sobre la carretera a Zacatecas.

La complacencia de la autoridad

Sin embargo, la continuidad del propósito no fue total, y años más tarde vino la complacencia de autoridades para permitir que algunas mujeres ingresaran a laborar a ciertos bares y negocios similares, lo que en un ámbito de equidad de género no tendría nada que ver sino es que en no pocos casos era posible tener otros servicios como complemento, luego del cierre de los establecimientos, con lo que deslindaban de responsabilidad a los dueños que a su vez decían, mientras están aquí son sólo cantineras, lo que hagan después de salir es asunto de ellas, e incluso, se abrieron establecimientos bien identificados en las salidas a Fresnillo y Tepetongo, que los propietarios de bares y cantinas en la zona de tolerancia, consideraron como una competencia en forma directa.

El temor se hizo realidad

Pero el problema se agravó en los años más recientes, y se dice que en la mayoría de las cantinas había entre seis y siete meretrices en busca de clientela y algunos homosexuales dedicados a actividades similares; el temor inicial de 25 años atrás se volvió realidad, la prostitución salió del lugar reservado para ello y llegó de manera descontrolada y desbordada hasta el corazón de la ciudad, al propio Jardín Principal, donde se dice que a todas horas del día hay jovencitas que con habilidad, por unas monedas, venden ilusión a las personas de la tercera edad que acuden a ver pasar el día en este lugar.

Que habrá mano dura; esperemos que sí

Es bueno que la autoridad se decida a tomar cartas en el asunto, aunque para ello haya tenido que sentir la presión de los dueños de los espacios en La Cantera. Pero mejor sería que lo anunciado ayer por el director de Seguridad Pública, no sea como otros anuncios del actual gobierno, que solamente sirven para ganar espacios en los medios de comunicación y la mayoría, no se vuelven a acordar de ellos.

Naturalmente las circunstancias de ahora son diferentes en muchos sentidos, en la actualidad, como lo decía el propio director de seguridad pública, José Luis Luna Pérez, no se puede limitar el derecho de las mujeres de ingresar a una cantina, lo que hace más complicado el control, pero afirma que habrá mano dura y los propios dueños de cantinas ubicadas en la ciudad están en el entendido de que se harán acreedores a sanciones que pueden llegar incluso a la cancelación de su permiso.

El carnaval de 365 días

Ojala de verdad se cumpla todo lo que se proponen, suena demasiado bello pensar que no se prestarán a chantajes y mordidas, sin embargo, es bueno dar un voto de confianza a esa buena intensión de resolver un problema al que al menos los gobiernos del siglo actual no le quisieron entrar, pero que se generó hace aproximadamente 20 años, con la famosa justificación de que: “En Jerez se vive un carnaval de 365 días”, lo que dio paso a toda clase de excesos que ahora se consideran cosa normal en la vida social de Jerez.

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