Unidad del PRD en torno a Cuauhtémoc Cárdenas

José Narro CéspedesJOSÉ NARO CÉSPEDES

La renovación del Partido de la Revolución Democrática no pasa únicamente por hacer elecciones para las dirigencias, por convocar referéndums internos, por rotar en los cargos, utilizar las redes, incorporar jóvenes en la dirección y en las candidaturas, promocionar líderes sociales, introducir transparencia en las finanzas, elegir dirigentes que «comuniquen bien» o hilvanar un discurso más directo e inteligible.

Si nos quedamos sólo en eso, corremos el peligro de fomentar una falsa renovación, de quedarnos en un lavado de cara y de provocar, a medio plazo, una nueva frustración.

Renovar al PRD es todo lo que mencionado y, muy fundamentalmente, llevar hasta sus últimas consecuencias un viejísimo principio:
El de que el partido ponga siempre por encima de sus intereses los intereses de la gente a la que dice defender.

Algo que todos suscriben pero dificilísimo de hacer.

A pocos meses de las elecciones internas perredistas y en un contexto de intensísimo proceso de reformas constitucionales que han dejado atrás al México emanado de las luchas revolucionarias, sindicales, obreras, estudiantiles y campesinas del S. XX, es necesaria la unidad de las fuerzas sociales, políticas y electorales de la izquierda mexicana, eso quiere decir: unidad interna y unidad con los otros, unidad real, unidad en torno a programas y luchas concretas.

Unidad implica que el PRD ha de afrontar sus procesos internos sin dividirse por ellos y aprovechando los procesos participativos, allí dónde se implementen, como una forma inteligente de tensionar la organización y conectar con la sociedad. Y unidad también quiere decir que el PRD ha de realizar un esfuerzo, tan intenso y generoso como sea necesario, para que, la próxima elección interna, construya las condiciones para que el partido pueda hacer frente a un proceso electoral de forma exitosa, recobrando la confianza de los mexicanos, perdida por la fragmentación y las luchas internas por el control partidiario.

Existe una sensación muy extendida de que el PRD no está a la altura de las exigencias políticas actuales.

Al exterior ha permeado la idea de que el PRD ha perdido el rumbo en cuanto a propuestas políticas propias, viables, que concrete la idea general de las luchas de la izquierda, su participación en el llamado Pacto por México y su actuar frente a la imposición de reformas estructurales lascivas para la ciudadanía han puesto en duda al partido como una opción real capaz de gobernar el país.

Sin embargo, muchos perredistas han desplegado un amplio trabajo en el país y dentro del propio partido, con tenacidad, abnegación y no pocas veces heroísmo. Pero ello no ha sido suficiente para evitar la parálisis política del PRD.

Es un hecho, hemos pasado de ser el partido que ganó la elección en dos ocasiones y que se enfrentó en ambas elecciones, fraudes que le impidieron acceder al poder político en México, a ser la tercera fuerza y a en algunos estados el PRD está cerca de desaparecer.

En este sentido, la falta de unidad interna del PRD, la lucha intestina por los espacios de control de las finanzas, la estructura y la burocracia partidaria y la fragmentación de la izquierda mexicana dejan ver un difícil panorama de cara al año electoral que se avecina.

La renovada fuerza de la derecha representada por el PRI y el poder de los grupos económicos (nacionales y extranjeros) que lo respaldan suman dificultades para el PRD, pudiendo acrecentar la caída del partido ante el electorado.

Así, necesitamos construir una figura política que focalice la lucha en torno a la necesidad de que el PRD reasuma las ideas de la izquierda y pueda encabezar la unidad de las izquierdas políticas, sociales y electorales mexicanas.

De esta manera surge la necesidad de un líder capaz de encauzar a las fuerzas del perredismo disgregadas en las llamadas tribus, para dar la lucha de manera conjunta a favor de un nuevo modelo que lleve a construir un México más justo.

Si reducimos la política a su esencia, a lo es más visible, para la mayoría de los ciudadanos, ésta se circunscribe en los líderes nacionales que quedan en la memoria colectiva cuando todo lo demás ha desaparecido.

No cabe duda, por lo tanto, de que los líderes y el fenómeno a que dan lugar, constituyen el elemento universal más reconocido del que se habla en la vida política de todos los países.

De alguna forma, el liderazgo implica reconocer la importancia que los hombres tienen para el desarrollo político de los pueblos sin olvidar el papel que desempeñan también las instituciones.

Sin duda Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano es el líder que puede aglutinar y sumar a todas las corrientes internas del partido. El fundador del Partido de la Revolución Democrática es considerado líder moral del perredismo y en amplios sectores de la población se le reconoce como el artífice del golpe más importante al PRI.

Su victoria, opacada por el fraude electoral de 1988, sembró la semilla de la lucha democrática que provocó la derrota electoral priísta en 2000.

Al Ingeniero se le reconoce por su lucha contra el neoliberalismo, por su posición a favor de una política social más fuerte, que ayude sobre todo a las clases sociales bajas, los discapacitados, el apoyo del gobierno a la cultura y el control por parte del Estado de los sectores estratégicos, en especial los energéticos.

El tres veces candidato presidencial también se declara por la austeridad y la honradez en la burocracia, el laicismo y la soberanía del país.

Tenemos que construir la unidad en torno a la figura de Cárdenas Solorzono lo que implicará que cualquier fuerza política interna ponga los intereses del PRD por encima de sus intereses de grupo.

Lo importante es la conformación de un nuevo y gran movimiento de auténtica izquierda, mismo que se articulará en torno a las antiguas banderas y las nuevas banderas surgidas de nuevos contextos como son el tema de la globalización, la violencia sistémica mexicana. Han surgido una serie de temas nuevos que exigen nuevas respuestas.

La izquierda mexicana y el PRD necesitan reconstruir el rumbo partiendo de sus bases. Y el fundador del PRD es la figura que puede fortalecer la lucha que la izquierda debe dar siempre a favor de la gente, de los Derechos Humanos, la libertad, la justicia, la democracia, la defensa del petróleo, del territorio, el agua, del indigenismo, a favor de los grupos vulnerables, de la ecología y un gran etcétera que da sentido a las utopías, estrategias y trabajos de la izquierda.

Tenemos que detener la derechización de la izquierda, dando peso al saber de quiénes somos.

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