Los Coroneles zacatecanos
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX
Ambos zacatecanos. Ambos pintores. Cada uno con su museo en la ciudad de Zacatecas que los vio nacer. Rafael expresó primero sus inclinaciones artísticas y estudió en la Escuela Nacional de Pintura y Escultura de La Esmeralda. Traía una genética obligada para la pintura.
El abuelo de “los coroneles” decoraba iglesias zacatecanas de manera sofisticada. Uno de ellos había estudiado en el entonces Instituto de Ciencias de Zacatecas. Ambos pintan con una magia que hace identificárseles como uno más de los pintores europeos contemporáneos. Es difícil distinguir sus trazos de los de sus pares en escuelas francesas o italianas.
Rafael, buscó ser ¡futbolista en el equipo América! Había prometido a la familia ser contador público. Sin embargo, la arquitectura terminó derrotándolo hasta ubicarlo decididamente en la pintura.
Su primer éxito se dio en 1952, cuando participó en el Concurso del Instituto Nacional de la Juventud, con la obra: “La mujer de Jerez”, esta creación artística fue lograda con crayola sobre cartón en virtud de que no tenía los recursos financieros para la tela y el óleo. El premio le dio una beca anual de 300 pesos al mes. Eso lo llevó a inscribirse en La Esmeralda de la que sería expulsado más adelante.
Su amistad con Carlos Mérida lo articuló con Inés Amor, una de las más importantes galeristas mexicanas, quien le manejó su obra en aquel tiempo.
Se casó años después con Ruth Rivera Marín, quien lo dejó viudo en 1969 dándole un hijo de nombre Juan, que tendría el honor de ser nieto de Diego Rivera y Lupe Marín.
Su relación con la intelectualidad mexicana y la internacional es grande: Francisco Corzas, Arnaldo Cohen, Salvador Elizondo, Emilio Azcárraga… una pléyade de personajes a cual más, que se reunía en la que fuera casa de Diego Rivera –él ya muerto- en la colonia Altavista. Eran fandangos que llegaban a durar 72 horas.
20 años trabajó en el taller de Diego Rivera, donde su producción de artes plásticas quizá sea la mejor lograda. Hoy vive en Cuernavaca en una casona rodeada por bardas grafiteadas, y los zacatecanos tuvimos el honor de festejar sus 80 años en el 2011.
El Palacio de Bellas Artes había sido ya centro para presentar “RetroFutura”, una muestra de 109 obras que recorrìa sus 80 años de trabajo. Su obra rompe con su estilo anterior, donde muestra la vejez de mujeres y hombres redimidos en la decadencia que se explora con profundidad.
La coordinación de las celebraciones por sus 80 años, llevó a su hijo Rafael Coronel, también extraordinario artista plástico, que ha sido un soporte significativo para la carrera de su padre.
En su obra distinguimos dos etapas: El viejo Coronel, el primero, el figurativo –quizá hasta los años 60’s- y la segunda, abstracta, con un manejo muy agresivo de color y luz y fundamentalmente, pletórica de motivos prehispánicos.
La casona que alberga la obra de don Rafael es el ex convento de San Francisco, que fuera fundado en 1567, construida al mismo tiempo que su templo, que se incendió en 1648 y que fue reedificado en 1949. En sus salas existe un acervo de más de 16 mil piezas, entre máscaras, dibujos, terracotas, ollas, arte prehispánico, instrumentos musicales, títeres… quizá sea la colección de máscaras más grande del mundo.
Zacatecas debe recordar casi con veneración a este hijo extraordinario, quien ganó la Bienal de Sao Paulo, la Bienal de Japón y que, con un trabajo infinito en las artes plásticas, expuso en la Universidad de Puerto Rico, en la Galería de Arte Moderno de Phoenix, Arizona, en diversas galerías de Beverly Hills en California, en Nueva York, en Manila, en Venecia pero sobre todo, su más significativa y permanente muestra es la que se preserva en Zacatecas, donde no sólo está su obra plástica sino su legado histórico que recopila a través de años de esfuerzo y que hoy es un patrimonio para los zacatecanos, nuestra tierra que es, desde luego, patrimonio de la humanidad.
… CONTINÚA PEDRO CORONEL.
