La Reforma Política, el 2 de octubre y la importancia de la ética

MANUEL IBARRA SANTOS

Los Partidos han iniciado en el escenario público el debate sobre una nueva reforma política nacional (la octava de 1977 a la fecha), y se ha centrado éste una vez más, lamentablemente, en la discusión de los mecanismos de cómo compartir y distribuirse en forma instrumentalizada los espacios y privilegios del poder, pero se han olvidado de algo esencial: el compromiso con la ética y la moral colectiva, que combata impunidad y corrupción.​
La mayoría de los especialistas, sobre todo aquellos motivados por un real sentido democrático y ético, consideran que la discusión relativa la transformación del sistema político mexicano, debiese privilegiar el cómo dar efectividad y eficacia a la acción del Estado, a sus instituciones y cómo garantizar el comportamiento moral de las élites gobernantes, y no sólo en cómo distribuirse los privilegios del poder público entre unos cuantos.

​La exigencia ahora es que la democracia alcance matices sociales y ayude enfrentar la marginación y los rezagos. Y es que un régimen que se precie de ser democrático como el mexicano, no puede subsistir frente a la vergüenza de contar con miles y millones de ciudadanos en la pobreza y la miseria.
​Los Partidos han planteado ya en la dinámica de su frenesí pragmático, efectivamente, como preludio de sus propuestas, la segunda vuelta electoral, la reelección de alcaldes y diputados, un instituto nacional electoral, que sustituya a los actualmente existentes, la autonomía de la PGR, entre muchas otras cosas, como vía para transformar al actual sistema político mexicano. Algunas de esas ideas son razonablemente buenas y otras verdaderamente cuestionables.

​Sin embargo, los mismos partidos no han entendido la lección de la historia y desconocen que las reformas estructurales, cualesquiera que estas sean no prosperarán, si no hay una cultura sólida de la legalidad que las sostenga, de combate a la impunidad y la corrupción. Y esto tiene que ver, por supuesto, con una nueva misión ética del Estado y de la acción de los gobiernos en sus diferentes niveles.

​La ética pública es, por tanto, no sólo árida normatividad discursiva como algunos pragmáticos del poder han querido presentarla, sino un instrumento fundamental que debe aterrizar en la realidad para evitar la corrupción, propiciar la transparencia, la honestidad y a la conducción de una renovada propuesta de justicia distributiva de la renta y los ingresos nacionales.

LAS REFORMA POLITICAS EN LA HISTORIA Y EL ESTADO CORPORATIVO:

​De 1977 a la fechan han transcurso secuencialmente, al menos siete grandes e importantes reformas, que han permitido registrar avances significativos pero no suficientes, en la democracia mexicana. Algunos puntos destacables son los siguientes: a).-El reconocimiento y la integración a la representación política de la izquierda revolucionaria en México (1977); b).-La creación del IFE en 1990 y la consolidación de la autonomía de los organismos electorales; b).-La eliminación de la auto/calificación del poder legislativo (1993); c).-El fortalecimiento de la imparcialidad y equidad en los comicios (1994); d).-La incorporación de la representación proporcional al Senado (1996); y e).-La regulación de medios y la fiscalización de gastos de campaña, entre otros.

​Las reformas políticas no obstante su trascendencia para avanzar en la construcción del actual régimen “plural electoral excluyente”, han sido insuficientes para consolidar un sistema democrático auténtico. Prevalecen todavía muchas de las tradicionales estructurales del antiguo Estado corporativo, clientelar y autoritario.

​Hoy requerimos una reforma política que actualice las estructuras del Estado y sus instituciones, a efecto de que se confiera eficacia a la acción gubernamental para atender los problemas de pobreza, de justicia, de crecimiento económico, de generación de empleo, de combate a la corrupción y la impunidad.

​La corrupción en México y Zacatecas es un flagelo que obstaculiza el desarrollo, que impide la aplicación de políticas de promoción de la igualdad y cuyo costo anualizado asciende a casi el 9% del PIB/Nacional, según datos del Foro Económico Mundial. Por eso, una reforma política de gran envergadura debiese poner atención no solamente a los asuntos de carácter electoral, sino también aquellos que propicien justicia social. Y esta es una vertiente importante de la ética pública.

​EL 2 DE OCTUBRE Y LAS FUERZAS POLÍTICAS DE ZACATECAS:

​El dos de octubre de 1968 es una fecha simbólica en el calendario político mexicano que recuerda, primero, la acción atroz del entonces gobierno autoritario que aplastó con la fuerza del Estado la manifestación de estudiantes en demanda de libertades básicas, que dejó como saldo decenas de muertos y desaparecidos. Y segundo, dicho acontecimiento dimensiona en la historia un acto extraordinario de toma de conciencia colectiva que transformó para siempre la vida política de México.

​En ocasión de la conmemoración del 45 aniversario de la matanza de Tlatelolco, la marcha organizada por las principales calles de la ciudad de Zacatecas congregó, como nunca, la presencia de las más disímbolas fuerzas políticas. Estuvieron representadas, lo mismo, la izquierda y la derecha, el pasado, el presente e incluso los que anticipadamente buscan controlar los escenarios de la sucesión gubernamental del 2016. Fue un mosaico multi/ideológico, en donde no faltó la asistencia de los profesionales de la agitación. Claro es que ahí estuvieron también los siempre congruentes, que son pocos.

​El de ayer fue un espectáculo para el análisis, en donde los diversos grupos y sus liderazgos, pasaron lista de asistencia mostrando su real fuerza. Con eso preparan los escenarios para la presión, unos, otros para la negociación, de cara a los procesos políticos que se avecinan.
​El dos de octubre, por lo que se observa ha sido sólo el pretexto para la movilización. Sin embargo, lo que hoy se requiere es el cambio real en la forma de hacer política, que ponga el acento en el compromiso ético por el cambio democrático.