La Casa de los Perros: Gobernadores oportunistas

CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ

Durante años, porque son años, los vecinos de Aguascalientes han tenido a Zacatecas y sus habitantes como los enemigos públicos número 1. Sí, porque para estos vecinos, absolutamente todo lo malo, forzosamente, entra por la frontera con la tierra que vio nacer a Ramón López Velarde.

Ante las innumerables acusaciones de los hidrocálidos, la respuesta de la autoridad zacatecana siempre ha sido timorata.

La imparable violencia que se padece en Zacatecas, y las desapariciones que no cesan, hasta hoy no han tenido siquiera una pávida respuesta de parte de la nueva gobernanza.

Es tanto su miedo a dar la cara que prefieren seguir con una lamentable política de Comunicación Social, que enfrentar con arrojo y verdad todos y cada uno de los espinosos asuntos.

Para la nueva gobernanza y sus taqueros es más cómodo mantener la política del avestruz que ser valientes. Es más satisfactorio lanzar acusaciones desde las sombras de las redes sociales que salir y poner los puntos sobre las íes. Aunque duela.

Así, ante la ausencia de la autoridad en Zacatecas, que no se circunscribe sólo a que el inquilino de La Casa de los Perros decida tomar unas vacaciones, sino a todo un gabinete que lleva un año y cuatro meses sin dar resultados a los zacatecanos, ahora es San Luis Potosí quien ya agarró de su puerquito a los de esta tierra.

La frontera con Zacatecas resultó ser para el gobernador Ricardo Gallardo Cardona, la salida perfecta ante la emboscada que sufrieron elementos de la Guardia Nacional y el Ejército Mexicano, en el municipio de Charcas, en donde tres elementos de seguridad fallecieron al ser atacados con una Barret Calibre 50 desde una camioneta clonada.

Tras placearse por el Centro Histórico de San Luis Potosí, a donde fue a comprar una funda para su celular, y aprovechar para retratarse con los transeúntes, el gobernador del Verde Ecologista enfiló sus baterías hacia Zacatecas.

Sabedor de que acá nadie le respondería las acusaciones, procedió a lavarse las manos por el encontronazo de las fuerzas de seguridad en su territorio y, sin empacho, dijo que el tener frontera con Zacatecas, para San Luis Potosí es “un dolor de cabeza”.

Para Ricardo Gallardo, y ahora los potosinos, los malos que pretendían ingresar a San Luis Potosí venían de Zacatecas en donde, supuso, hacen y deshacen sin que nadie les diga ni pío.

Y así como en su momento los gobernadores de Aguascalientes, Durango, Coahuila y hasta de Jalisco lo han hecho, hoy tocó al de San Luis Potosí hacer lo propio: acusar al vecino incómodo.

A Ricardo Gallardo le resultó bien porque desde estos lares nadie, absolutamente nadie salió en defensa ya no digamos del gobernador y su gabinete, sino de los zacatecanos de bien que hoy son estigmatizados en todo el país.

Pero si la nueva gobernanza, todavía en la modorra de las fiestas decembrinas, no ha sido capaz de hablar claro en el caso del asesinato del joven abogado Raúl Calderón, ni ha logrado dar respuesta a la desaparición de Daniela y Viviana Márquez, Paola Vargas y José Melesio Gutiérrez, menos podrá atajar las acusaciones del gobernador de San Luis Potosí. Ni los señalamientos del de Jalisco.

Los cuatro jóvenes desaparecidos son de Colotlán, Jalisco, y paseaban en Zacatecas.

Por eso Enrique Alfaro Ramírez, el gobernador del otro estado vecino se ha deslindado de cualquier responsabilidad que le quiera imputar la opinión pública sobre el caso.

“Es importante que la gente sepa que es un delito que sucedió en el estado de Zacatecas (…) en los límites vamos a tener que hacer algunos ajustes porque, aunque hay avances, todavía tenemos que reforzar”.

Y por ello también el silencio del embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, quien haciendo caso omiso a la alerta de viaje caminó feliz de la vida por las calles de Zacatecas. Claro, escoltado y en carros blindados.

Hoy que un ciudadano estadounidense, José Gutiérrez, no aparece, ni siquiera puede decir se los advertimos. Con qué cara si a él mismo le valió la alerta emitida por su gobierno.

Si desde La Casa de los Perros no han tenido tiempo para atender las desapariciones de Diana Laura Castillo Hurtado, de 24 años, y Alejandro de Jesús Rodríguez Andrade, de 27 años, ocurridas en el municipio de Villa García, convertido hoy en el nuevo epicentro de la violencia, menos podrán hacer frente a los oportunistas gobernadores.

La pareja es de Aguascalientes y paseaba en Zacatecas.

Si este gobierno, ocupado en presumir luces navideñas, no ha podido atajar el problema que significa que un niño de seis años como Tadeo desaparezca, y que sus familiares y pobladores de la comunidad Chaparrosa, de Villa de Cos, salgan a las calles, menos le importará que desde San Luis Potosí y Jalisco anuncien que la frontera con Zacatecas está que arde.

El Día del Policía

Sin empacho, en Zacatecas las autoridades se atrevieron a encabezar festejos por el Día del Policía. Total, qué tanto es tantito.

En el estado en donde ser elemento se seguridad es letal, alcaldes se fotografiaron con los policías, compartieron el pan y la sal y hasta les prometieron mejores uniformes, más armas, excelentes condiciones laborales y, claro está, un buen seguro de vida.

Mientras, un elemento de la Metropol era perseguido a balazos hasta quedar en muy malas condiciones en el Monumento al Migrante. Se dirigía a su trabajo a bordo de su vehículo particular.

En tanto unos festejaban, en Trancoso ocurrió el asesinato de Carlos Alejandro Picasso Rivera, elemento activo de la Policía Penitenciaria que, en su día de descanso y cerca un centro educativo, fue ultimado a balazos.

Es el primer policía muerto de este 2023.

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