Al centro de la herradura

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

Empezó un nuevo año, la tradición humana invita a renovar los propósitos. Yo hace tiempo que solo lo hago de forma personal. Pero desde aquí y en estas primeras líneas del 2023 extiendo ese cúmulo de buenos deseos para todas aquellas personas que crean en la humanidad, que respetan la vida de las otras personas y seres vivos, en toda la extensión de la palabra; para quienes aspiran a la igualdad de derechos y oportunidades para mujeres y hombres como una forma de vida en lo particular y en lo social, y ven en esa igualdad de condiciones un mecanismo intrínseco de paz y justicia.

Se rompió el techo de cristal

Como si se tratara de un milagro, desde hace unas horas se festina la llegada por primera vez de una mujer como presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la primera en la historia -larguísima- de esa preponderante institución de justicia mexicana, tan larga la historia que Norma Lucía Piña Hernández es la presidenta de la SCJN número 101.

Celebramos sí el ascenso de Norma Lucía Piña Hernández con seis votos a su favor. Un hecho que ahora quedará plasmado en la historia de la Corte mexicana, reiteramos, pero que llama a la reflexión, pues en poco más de 200 años de existencia, considerando que fue en 1814 cuando nace su más remoto antecedente: el Supremo Tribunal de Justicia para la América Mexicana, ya en el México independiente.

Por ello, la nueva presidenta de la SCJN fue certera al señalar que se ha roto finalmente el “inaccesible techo de cristal” y apuntó que en este ascenso no está sola: “Me siento acompañada, respaldada, acuerpada por todas nosotras, me siento muy fuerte porque sé que estamos todas aquí, nos colocamos por primera vez al centro de la herradura de este tribunal pleno”.

Mucho tiene ahora sobre sus espaldas. La justicia plena es un gran pendiente en México y sobre ella está todo ese peso no resuelto, pero no por el hecho de ser mujer y el supuesto de honestidad y transparencia de las mujeres, la ministra presidenta lo podrá resolver en un tris, ni con dos ni con tres. No pongamos sobre ella la tarea de levantar el tiradero que hay dentro de esa casa de justicia, así que vayamos con mesura. Por lo pronto sabe que no llegó sola, que no está en el centro de la herradura por ella misma sino por todas las mujeres y seguramente tendrá presente la deuda con las mujeres, lo que insisto no será sencillo resolver.

Lo que nos debe quedar muy claro es que el machismo, la misoginia y el patriarcado en pleno han sido efectos determinantes para alcanzar una participación plena de las mujeres en igualdad de condiciones que los hombres y hoy se demostró, al romper el techo de cristal que la Corte no era la excepción y eso mismo explica que hasta hoy solo 14 mujeres hayan ocupado el cargo de ministras en la Corte.

La primera fue la abogada oaxaqueña Cristina Salmorán de Tamayo, quien ocupó el cargo a partir del 15 de mayo de 1961, pronto serán 62 años de ese momento emblemático cuando fue recibida en el pleno del máximo tribunal. Dos días antes, el entonces presidente Adolfo López Mateos le había entregado en propia mano su nombramiento.

Década y media después llegó la segunda mujer al mismo cargo, Livier Ayala Manzo, quien falleció tan pronto como asumió la responsabilidad en octubre de 1975. Tocó al siguiente presidente José López Portillo, nombrar a Gloria León Orantes en el mismo cargo.

El resto de las mujeres de la Corte Suprema de la Nación han sido: Fausta Moreno Flores, Martha Chávez Padrón, Victoria Adato Green, Irma Cué Sarquis, Clementina Gil Guillén, Olga Sánchez Cordero, Margarita Luna Ramos. Y las actuales Norma Lucía Piña Hernández, Yasmín Esquivel Mossa, Margarita Ríos-Farjat y Loretta Ortíz Ahlf.

La polémica sin duda está hoy en la ministra Yasmín Esquivel Mossa, por el presunto plagio de la tesis de licenciatura. Una historia muy contada en los últimos días y considerada como un “compló” por parte del presidente López Obrador y que terminó por despejar el camino para Norma Lucía Piña Hernández como presidenta de la SCJN.

“Un amor de jovencita”

Estamos en el camino y falta mucho para llegar porque hay quienes se siguen resistiendo a romper con los mandatos de género, los estereotipos y por tanto siguen viendo a las mujeres desde la perspectiva sexista o, incluso, misógina. El lenguaje sexista opera todos los días, pero que no deberían estar en la boca de un gobernador.

Un claro ejemplo son los cuestionamientos que se le han hecho al gobernador de Oaxaca por el nombramiento de algunos de sus funcionarios y aunque son varios casos solo mencionaré dos: 1) el del coordinador general de Atención Regional de la Secretaría General de Gobierno de la entidad, Donato Vargas Jiménez, denunciado por colectivas feministas por su activa participación en un chat conocido como Sierra XXX, que difundía fotografías íntimas de mujeres en 2021.

Hoy, han sido reiteras las denuncias, las primeras fueron la Red Mariposas de Mujeres Mixes que desde entonces no han quitado el dedo del renglón y se han sumado otros llamados como el de la Red Estatal de Mujeres Activistas y Defensoras de Derechos Humanos, que en diciembre pasado también plantearon el llamamiento. Hasta hoy, Salomón Jara sigue sin inmutarse, dando con ello una mala señal a las oaxaqueñas, pese a los malos diagnósticos de violencia machista que no de-crecen sino que aumentan en Oaxaca y que desde el 1 de diciembre tiene la responsabilidad de resolver. Está visto, poco o nada pasará si no se atiende el problema desde el fondo, con una actitud de “tolerancia cero” pero real y efectiva. Una muestra sería no permitir que en su gabinete legal o ampliado se ubique a funcionarios con la más mínima expresión de misoginia en actos cometidos antes y ahora.

2) Alguien le puede decir al gober de Oaxaca que hay expresiones que no puede utilizar porque son impropios, atentan contra la igualdad y la dignidad de las mujeres y son reflejo de misoginia, sexismo, androcentrismo. Sería muy bueno que Salomón Jara no sólo nos cuente que ahora tiene más mujeres en su gabinete, sino que muestre que tiene intenciones reales de darles un mismo trato que a los hombres.

No lo veo expresándose de su secretario de Gobierno, Jesús Romero, o del titular de las Infraestructuras, Netzahualcóyotl Salvatierra, que son “un amor de señores”, como si lo hizo de la cuestionada subsecretaria de Cultura, Valeria Sumano Ramírez, cuando la periodista Candelaria López cuestionó el nombramiento de la funcionaria.

La subsecretaria de Cultura debería decirle al gober Jara Cruz: “¡No me ayudes compadre!”. Al margen de su edad, que no es cuestionable considerando que vivimos un sistemático relevo generacional, de que, si es oaxaqueña o mexiquense, de si es o no sobrina del vocero del presidente AMLO, Jesús Ramírez, lo único importante serán sus resultados, del mismo modo que sucede con los hombres.

Sin duda, hoy por hoy, lo cuestionable es la expresión del gobernante de Oaxaca, por una simple y sencilla razón: es sexista a todas luces.