¿Qué pasará después de la marcha del 27?

JACOBO CRUZ  

La marcha del domingo 13 de noviembre fue para manifestar el rechazo a la reforma electoral, iniciativa del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador; la alta convocatoria encolerizó al mandatario pues, por primera vez en cuatro años la oposición coincidió y mediante la protesta callejera se demostró que son amplios sectores que van desde organizaciones civiles, grupos empresariales, estudiantes, líderes de opinión y los partidos contrarios a Morena que difieren del gobierno de la 4t.

Como respuesta al éxito de esta manifestación que enarboló la defensa del Instituto Nacional Electoral (INE), a través de la consigna: “El INE no se toca”, a la que se sumaron decenas de miles de personas, el mandatario ya prepara su propia movilización para protestar en contra de sus propios gobernados, lo que no se ha visto en la historia de México.

Con la reforma electoral se está concretando la intención de López Obrador de desaparecer al INE para quitar al respondón de Lorenzo Córdova, presidente del consejo general del organismo autónomo, (lo que no le gusta y estorba a López Obrador), por lo que ahora va por su eliminación definitiva para poner en su lugar a otra institución que responda a sus intereses y del que pudiera hacerse cargo la Secretaría de Gobernación, es decir, el propio gobierno de México.

Con estos hechos, López Obrador está apoderándose de la democracia mexicana, dominando los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial que pasan a formar parte de sus facultades, mientras que pone a sus incondicionales en los organismos autónomos como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). Esto hace recordar a Luis XIV de Francia, “El Rey Sol”, a quien se le atribuye la frase “el estado soy yo», que se interpreta en el sentido de identificar al rey con el Estado en el contexto de la monarquía absoluta y que tomaba decisiones sin considerar al parlamento, para ya va México.

Andrés Manuel López Obrador sigue provocando más polarización y encono social en un ambiente de violencia e inseguridad, lo que no contribuye a la pacificación del país. El presidente no acepta que haya voces que señalen y critican errores y excesos en su gobierno, él quiere a un pueblo sumiso, por eso le urge mantenerse en campaña política y figurar en la agenda mediática porque la estrategia de acusar como culpables a otros le da buenos resultados; sus seguidores están obnubilados al recibir las becas del bienestar perdonándole todas sus burlas, sólo así se explica que de forma permanente viole la ley o la acomode de acuerdo con sus propios intereses.

Recordemos que después del 10 de abril, día en que se celebró la consulta de revocación de mandato, aunque solo acudieron a su llamado unos 14 millones de mexicanos, el presidente recobró bríos y se volvió más intolerante con la oposición.

Pero con esta nueva acción, el presidente se evidencia como un vengativo que está muy cerca de caer en la represión violenta a medida que siga creciendo la inconformidad ciudadana, cuando la gente esperaba otra cosa de la cuarta transformación, y que ahora se encuentra expectante ante un López Obrador desesperado, pues aunque sigue presumiendo su alta popularidad, la marcha fue muy nutrida y los legisladores de la oposición anunciaron su rechazo a la reforma electoral, en tanto que Morena no tuvo el número necesario para aprobarla, causa de la rabia del presidente.

Y para desquitar su enojo de nueva cuenta se presentó a la conferencia mañanera y desde la tribuna presidencial ofendió a los ciudadanos con todas las palabras políticamente aceptables, con lo que quiere acorralar y destruir a sus oponentes en un claro abuso de poder. Esto que afirmo no es nuevo, la estrategia ha sido usada varias veces, como la persecución que puso en marcha contra los diputados que votaron en contra de la reforma eléctrica y que luego fueron exhibidos como traidores a la patria con la acostumbrada violencia verbal y política.

A más de cuatro años así se desarrolla la política del morenista que tiene a México sumido en una crisis económica, de violencia e inseguridad que azotan a todo el país, y ante este escenario su postura no abona a recobrar la paz y seguridad, al contrario, afecta directamente al desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad limitando el crecimiento económico, la estabilidad política y tranquilidad social. Pero López Obrador tiene vocación para generar conflictos y revive a muertos para pelear con ellos, lo que raya en una patología.

Lejos quedó el anhelo de primero los pobres y nada fuera de la ley; lo que vemos a diario es abuso de poder, prepotencia y deseos verdaderos por aniquilar a las voces críticas que son contrapesos en una democracia, pero al contrario se muestra muy contento con grupos del crimen que les hace efectivos la política de abrazos.

¿Y qué pasará después de la marcha del 27? Aún no se sabe, pero se puede adelantar que López Obrador será más arrogante y que no se descarte el uso del Ejército Mexicano y de la Guardia Nacional para evitar o aplastar las próximas protestas.

Por tanto, los mexicanos no podemos ser cómplices del presidente y debemos sumarnos a la denuncia de que está destruyendo a México y mantiene callados a un número significativo de ciudadanos que se benefician con el dinero de las becas y pensión para el bienestar, que por el momento son incapaces de evaluar el costo – beneficio que fue llevarlo al poder donde abusa de la condición de pobreza que persiste con la 4T.