La Casa de los Perros: La incertidumbre en Jerez y sus desplazados

CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ

La tranquilidad en las comunidades de la Sierra de Jerez desapareció desde 2019 cuando, según el informe presentado por Marco Antonio Vargas Duarte, coordinador para la Atención de Desplazados, inició “un proceso de incertidumbre” en la seguridad y el patrimonio por la presencia de miembros del crimen organizado que concluyó con la salida de los habitantes de la región. Ellos, desamparados y con su vida a cuestas, fueron en busca de sitios en los que su integridad física sí estuviera garantizada.

Hoy, a tres años de que la desolación llegara a 18 comunidades y siete rancherías, dando al traste con la vida de unos cinco mil habitantes que tuvieron que buscar refugio en la cabecera municipal, la ingobernabilidad en la región continúa, aunque ha habido avances.

Cuando el hoy exalcalde panista Antonio Aceves Sánchez encabezaba el gobierno municipal, las acciones fueron nulas. El funcionario público se limitó a decir que en las redes sociales –la salida fácil de moda–, pintaban una “situación fatalista”.

Dijo que el escenario, terrible para miles de familias, lo conocían todos, “hasta el presidente Andrés Manuel López Obrador”, pero decidió hacer oídos sordos y voltear para otro lado. Total, su prioridad siempre fue otra: abandonar siempre el municipio para asistir a cuanta charreada fuera organizada.

Después, llegó la pandemia de la Covid-19 y, encerrados todos y con Jerez como centro de los contagios, de los desplazados ya nadie se acordó.

Con la llegada del nuevo gobierno municipal, a cargo ahora del morenista Humberto Salazar Contreras, la situación se recrudeció, a pesar de que los informes de seguridad, esos a los que parece nadie hizo caso, ya alertaban que la guerra entre los cárteles se agravaría en la zona serrana del estado hasta adentrarse, primero, a cabeceras municipales como Fresnillo, Jerez y Guadalupe, para después llegar a la misma capital zacatecana en su zona urbana.

Pero en el gobierno priista de Alejandro Tello Cristerna, ya con Francisco Murillo Ruiseco al frente de la Fiscalía General de Justicia de Zacatecas, la bola de nieve que aventaban los cárteles desde las alturas fue ignorada.

Nadie hizo caso hasta que llegó la nueva gobernanza y se topó con una pared que, debemos decirlo, sabían que ahí estaba, alta y maciza, pero que también, de entrada, ignoraron. Y eso que el secretario de Seguridad, Arturo López Bazán, tomaba con singular alegría unos Alka-Seltzer.

Tuvieron que proliferar los ejecutados colgando de los puentes, los cuerpos abandonados debajo de un árbol de Navidad en plena Plaza de Armas, y las largas y desconsoladas caravanas de desplazados que, cual judío errante, caminaban desde Jerez, Fresnillo y Valparaíso, para que se dieran cuenta que la lumbre ya les había llegado a los aparejos.

Los gobiernos de municipios como Valparaíso y Jerez, sin recursos y olvidados por la 4T, apenas lograron entregar despensas, cobijas y hacer gestiones para conseguir rentas baratas. Eran muchos los desalojados y poco lo que se podía hacer por ellos.

Por ello, cuando se hizo viral el problemón en Jerez –aunque en el olvido siga el de Valparaíso–, a la nueva gobernanza no le quedó de otra que entrar al quite. Lo mismo que al gobierno de la cuarta transformación que apegado a su política mandó soldados y apoyos electoreros.

Cuando Marco Antonio Vargas dejó la secretaría del Ayuntamiento de Jerez, le dieron un “premio de consolación”: la Coordinación para la Atención de Desplazados. Nunca se imaginó el presidente municipal Humberto Salazar que esa sería su mejor decisión en el trienio.

Desde el primer momento, el exvocero de la Secretaría de Seguridad Pública estatal se aplicó en el trabajo y hoy, a seis meses de que asumió el cargo, se pueden presumir la instalación de tres bases de operación en Palmas Altas, Villa Hermosa y Guadalupe Victoria. Eso, manteniendo la de la Ermita de los Correa.

Se tiene además el registro de un retorno paulatino de familias, tanto así que ya hay personas viviendo en Sarabia, Palmas Altas, Ordóñez, San Antonio de Ordóñez, Guadalupe Victoria, Cieneguitas de Fernández, Monte de los García, Plan de Carrillo, Juana González y Villa Hermosa.

Eso sí, no se puede cantar victoria, de ninguna manera, cuando sólo el 25 por ciento del total de las 460 familias de 14 comunidades han podido volver a sus casas, a su campo y con sus animales, los que les dejaron.

La guerra de cárteles en Zacatecas dejó cientos de viviendas destruidas, hasta hoy se han reparado 247 domicilios en 11 comunidades y cuatro rancherías. Sólo en las comunidades Juana González, Sauz de los García de Arriba y Sauz de los García de Abajo, el trabajo no ha avanzado.

En donde no se ha podido hacer nada, como lo reconoce el propio informe, porque “se ha tensado la situación con la presencia y acciones de violencia entre miembros del crimen organizado” es en las comunidades de El Tesorero, Los Nogales, Los Juárez, Los Félix, Los Haro, El Durazno, Los Rodarte y El Porvenir, sí, justo sobre la Carretera Federal 23 Jerez-Fresnillo.

Hoy, por lo menos el 85 por ciento de los trabajadores del campo ya acuden diariamente a trabajar sus tierras y sus huertas, aplicándose además en la reparación de sus potreros para poder llevar a su ganado.

En algunos se alberga la alegría y la esperanza cuando en la cabecera municipal se observa a productores agrarios vendiendo sus mercancías.

Eso sí, los que al final siempre terminan pagando las consecuencias son los infantes. Actualmente, hay clases presenciales en 13 escuelas de nivel básico y una de medio superior de las comunidades de Sarabia, Palmas Altas, Guadalupe Victoria, Ermita de los Correa y Ermita de los Murillo.

Este septiembre marca el inicio del segundo año de gobierno del inquilino de La Casa de los Perros, así como del alcalde de Jerez, que ya se encuentra a la mitad del camino.

Lo bueno es que les queda tiempo para trabajar. Lo malo es que hay muchos, pero muchos aspirinos que, fieles a sus intereses personalísimos, ya tienen la mira puesta en el 2024. Como quien dice, no tienen llenadera. No están en lo que debieran estar.

Y mientras, que la gente siga esperando.

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