Los atores de la paridad

LUCÍA LAGUNES HUERTA

La legislatura LXV, que inicia en la Cámara de Diputados, empieza con un manotazo autoritario machista que nos recuerda que el camino de las mujeres para la plena participación política es pantanoso y que el terreno ganado en nuestros Derechos Humanos no está asegurado, ni es para siempre, porque en cualquier momento puede tener un revés.

Porque una cosa es que las mujeres estén en la vida política, incluso tengan la mitad de las curules ,y otra que sean aceptadas, reconocidas como pares, con condiciones para ejercer el poder.

Y para los jefes de las bancadas partidarias la presencia de las mujeres aún se les atora en la manzana de Adán, pues reconocer a la otra como tu par, significa que la aceptas como una igual y por lo tanto puedes pactar con ella, pues sólo entre iguales se pacta. Y no es que no la reconozca como política, sino que no les dan el mismo peso.

Por ello, aun cuando las políticas tienen la mitad de las curules, no lograron ser parte de la Junta de Coordinación Política de la legislatura entrante, como tendría que ser.

Y está tan normalizada la exclusión de las mujeres que más allá de las legisladoras y mujeres políticas con conciencia y autonomía, nadie más levantó la voz para sancionar el agandalle de los señores que nuevamente hicieron de la Junta de Coordinación Política (Jucopo), un club de Toby.

Este hecho constata que para los políticos la inclusión de las mujeres en la vida pública se acepta siempre y cuando el poder lo sigan teniendo ellos y que su lógica democrática llega hasta donde sus privilegios estén a salvo.

Poder garantizar la paridad en la Jucopo, que es el centro neurálgico de los acuerdos entre las fuerzas partidarias representadas en la Cámara de Diputados, es toral si se quiere trascender la aceptación a regañadientes de las mujeres políticas y soltar los hilos del control para las legisladoras.

Porque hay que decirlo, quienes quedan como jefes de las bancadas partidarias, que son los mismos que integran la Jucopo, ejercen el poder a todo lo que da, y hacia las legisladoras, para que se mantengan en la línea de las prioridades partidarias que no son las mismas de los derechos de las mujeres y las niñas.

Por ello podemos entender que existan 300 leyes en esta materia que se encuentra rezagadas para legislar, porque no son prioridad de los jefes de los partidos.

Las legisladoras tienen que negociar con sus lideres desde un lugar que sigue siendo desigual, porque ellos las siguen viendo como intrusas toleradas.

Por ello es tan valioso la iniciativa que presentaron 53 legisladoras el último día de la 64 legislatura para reformar Ley Orgánica del Congreso de la Unión para que en la Junta de Coordinación Política de esa Cámara haya paridad.

Otro ejemplo de la fragilidad en lo ganado se encuentra la resolución del Consejo Electoral de la Ciudad de México, quien decidió que como habían ganado más mujeres que hombres, había que bajar a las mujeres para poner a los señores que habían perdido.

El argumento es lamentable, pues las y los consejeros dicen que la paridad se reduce a mitad y mitad, sin adentrarse al principio democrático de la reforma constitucional de ésta, que busca construir la legitimidad de las mujeres en el espacio público bajo el principio de igualdad, y no sólo eso, sino que se colocan por encima de votación electoral.

La decisión del Consejo Electoral de la Ciudad de México pone en juego el avance de los derechos políticos de las mujeres, ya que si el Tribunal Electoral mantiene la lógica numérica, abre la puerta para violar la paridad. Veremos de qué lado de la historia decide colocarse el Tribunal Electoral.