Que puede significar el miedo

SARA LOVERA

El miedo es uno de esos sentimientos que te puede paralizar. Porque lo que produce es una variedad de estímulos, son tan enteros, tan extensos que se nos hace imposible enumerarlos. Cualquier cosa puede provocar miedo en una determinada persona. Probablemente las amenazas anónimas o el peligro inminente. Pero la violencia generalizada, que parece no importar a los gobiernos y sus ejecutantes, es una marca indeleble que debería hacernos reaccionar.

Las mujeres de Celaya, Caborca, San Mateo del Mar y Tamaulipas han ido encerrando en su cuerpo ese miedo. Los hechos del fin de semana, a los que se ve fríamente desde los despachos de quienes nos gobiernan; a quienes lo que importa son las cifras -93 personas, hombres y mujeres se sumaron a las muertes que tienen una estadística- y adentro, en casa, ¿qué sucede realmente?

Las atacadas en un baldío, violadas, tienen una experiencia de miedo tremendo y duradero. En los años 70 se identificaron algunas reacciones, como frente a la comida o que se producía insomnio. También los sueños y los recuerdos, pueden incrustarse en el inconsciente. Por ello son desastrosas las campañas superficiales. No es cuestión de contar hasta 10 o “enamorar” a los machos y suplicar a los jueces. Por ello es lo más absurdo desmantelar a las instituciones que trabajan con las víctimas; por eso es tan banal desautorizar las acciones, grandes o pequeñas, que pueden afrontar ese miedo.

El machismo y sus acciones lo han tatuado en miles de mujeres. Pero esta vez el ejercicio de la fuerza, los incendios sucesivos, las balaceras intermitentes, que se sucedieron el fin de semana, tendrían que llamarnos a pensar, en un país que oficialmente no está en guerra.

Desde Celaya me escribió una amiga/comadre, Juanita. Tras oír la noticia de los sucesos en Celaya, Guanajuato, yo pregunté cómo estaba y qué pasó. Juanita escribió: Simultáneamente hubo como 18 ataques, quema de vehículos, la mueblería de una amiga mía en el bulevar totalmente quemada, parecía que estábamos en Guerra.

Los ataques empezaron desde las tres de la tarde y yo, hasta las 9 y media de la noche escuché balaceras, sirenas de la cruz roja, de los bomberos. Impresionante los helicópteros. Fíjate que unos empleados de un Oxxo quemado se refugiaron en los refrigeradores, entró un policía y no vio a nadie, sin embargo, una muchacha que buscaba a su hermana, les dijo que buscarán en los referís y rescataron a varios empleados. Si, estuvo feo comadrita, la gente del Marro hizo este desmadre en respuesta a un operativo. No es la primera vez.

Ella es una mujer que ha sufrido violencia sistemáticamente. Desde que muy joven escenificó el secuestro de su padre. El mes pasado el asesinato de cuatro sobrinos y la desaparición de tres sobrinas, quienes aparecieron. No me contó cómo. Pero ante las adversidades siempre tiene una actitud positiva. Una vez, hace mucho tiempo, en Zitácuaro, unos hombres amenazaron a su madre, se metieron a su casa, balacearon. Entonces me contó que lo que más vergüenza le daba, es que era de noche y salió despavorida y de pronto se dio cuenta que estaba desnuda. Lo recuerda como una situación incómoda y se ríe. Ha enfrentado, es de Michoacán, numerosos escenarios violentos. Incluso son de hecho los que marcaron su vida y la de sus hermanas. Todas huyeron con los novios, porque hace 40 años, su papá, un dueño de montes y bosques, si se casaban, las desheredaba. Ella se muere de risa, porque escondía al susodicho en un ropero.

Anoche me dijo: “ya decimos que para salir a la calle nos pongamos el tapabocas, un chaleco antibalas y muchos bolillos para los sustos de las balaceras en cada esquina.

Sus gestos y el maxilar de su cara se han ido transformando. Pero todavía le brillan los ojos. Es como si el miedo lo pusiera bajo la cama para seguir viviendo. En Celaya la violencia parece abarcarlo todo. Luego me dijo, ¿Y ya viste? ¡Dicen que han bajado los homicidios dolosos! Es como aquello de que sólo porque yo lo digo, se controló el COVID 19 y se aplanó la curva del contagio. ¿Sí, cómo no? Que se vengan un solo día a mi pueblo.

En San Mateo del Mar, Oaxaca, las y los pobladores hace algunos años dan una batalla frontal a los empresarios de las empresas eólicas, sin avances. Y tienen que dormir con el miedo de las balaceras y los destrozos. Más allá de las inundaciones y las caídas de los árboles.

Así que esta mañana me imaginé a muchas aterradas, corriendo, escondiéndose bajo sus camas o tras sus roperos. No era una conflagración natural, como un temblor o una lluvia en cascada, como la de los últimos días en Guerrero. No. Era un asunto sin control. De armas. Que en algunos lugares ya tiene años.

Me hizo recordar un reportaje de televisión en Creell, Chihuahua, hace algunos años. Las balaceras empezaron a las cinco de la mañana. La gente se refugió en sus viviendas. Ha pasado una década y en Chihuahua eso sucede de vez en vez.

Dicen especialistas que cuando sentimos miedo creemos que tenemos una baja capacidad de control y de predicción. No obstante, necesitamos hacerle frente de manera inminente y, para ello, movilizamos toda una serie de comportamientos.  Hay un desgaste que puede resultar en, ahora decimos, “que para salir a la calle nos pongamos el tapabocas, un chaleco antibalas y muchos bolillos para los sustos de las balaceras en cada esquina.

En cada esquina. Tremendo. Y en cada casa para todas las confinadas junto a sus agresores cotidianos. Pero las autoridades cuentan un 0.1 por ciento de disminución de los homicidios dolosos y los dan como un éxito. Dicen las mujeres que eso es como querer tapar el sol con dedo.

Y ante el miedo, dicen los y las especialistas nos sirve para “reaccionar» y escapar eficazmente cualquier peligro inminente. ¿Y cuándo no se puede escapar? El miedo nos paraliza y nos hace fijar toda nuestra atención en el estímulo desencadenante. Por eso se denuncia un ataque sexual.

Pero hay otras reacciones fisiológicas como un aumento de la presión cardiaca, sudoración, dilatación de pupilas, descenso de la temperatura corporal, aumento de conductancia de la piel, aumento del tono muscular llegando incluso al agarrotamiento. Y quién mira eso. Las dedicadas a tratar a las mujeres violentadas, pero ahora no hay presupuesto. Es cosas de “fifís”, porque el pueblo entiende. Es como un grave desprecio a la humanidad.

Lo que habría que tomarse en cuenta desde las alturas, es un hecho: los principales efectos subjetivos del miedo son: una gran sensación de malestar, preocupación, indignación y pérdida de las conductas indiferentes.

Más del 50 por ciento de las personas que experimenta temor presentan silencios y en la mayoría de los casos se produce un aumento del tono de voz.

Pero también el miedo, da lugar a una enorme cantidad de trastornos psicológicos. Entre ellos trastornos obsesivos compulsivos; trastornos de ansiedad; ataques de pánico; síndrome de estrés postraumático; fobias. También produce un cierto grado de desasosiego y malestar. Uno que va creciendo. Eso no lo entienden los políticos, por eso no se explica el Presidente de la República que en su última gira la gente ha perdido el buen comportamiento y le protesta, ahora sin temor, porque han activado su capacidad de reaccionar, sobre todo esas mujeres que desesperadamente buscan a sus hijas e hijos y aquellas que exigen justicia.

Acabo de leer que este día la popularidad de la 4T y del Presidente que llegó a su nivel más bajo. Ojalá que esa reacción se convierta en votos en 2021. Veremos.