La sentencia del coronavirus

PEDRO JASSO CARRILLO

Todos los ciudadanos estamos expuestos a contraer la enfermedad del Coronavirus, sin importar condición social, desde el campesino hasta el gran empresario. En esta pandemia, hemos sido condenados sin previo juicio, una condena consistente en estar encerrados en nuestras casas, como si fuera una prisión domiciliaria, sin derecho a audiencia o defensa, a no visitar tiendas y comercios, a que jóvenes menores de 15 y adultos mayores de 60 años no puedan desplazarse libremente.

Condena que incluye también, contraviniendo lo establecido en nuestra Carta Magna, el ser molestado en la vía publica sin ninguna orden judicial, el no permitir comprar productos en los comercios, el no permitir ejercitarse en espacios públicos, el no reunirse en familia o con amigos, entre otras.

Esta condena puede venir de los intereses de naciones que están en una guerra por la hegemonía económica y que los mexicanos y muchos otros países del mundo estamos pagando. También puede decirse que nadie es culpable de la condena que nos impuso el Coronavirus, la cual trae consigo discriminación, pobreza y hambruna.

Hago referencia a que sin previo juicio, fuimos condenados a vivir bajo la sombra de la carencia, del desempleo, de la soledad, de la necesidad alimentaria y de la inseguridad que cada día está más cerca de las familias zacatecanas, porque aunque todos somos vulnerables al contagio del Coronavirus, no todas las personas o países cuentan con los mismos recursos para poder afrontarlo.
Las clases sociales privilegiadas tienen más oportunidades para enfrentarlo, empezando porque pueden permanecer aislados en lugares cómodos, sin carencias y casi sin el riesgo de ser contagiados. Aún en el caso de sufrir algún contagio, tienen la posibilidad de ser atendidos en unidades médicas privadas o tener un período de convalecencia en aislamiento domiciliario, con las comodidades que su posición económica les permite.

Las clases sociales más desprotegidas, no tienen más oportunidades para enfrentarlo que su propia fortaleza física, empezando porque no pueden permanecer aislados, tienen la necesidad de salir día con día a buscar el sustento para sus familias y estarán expuestos permanentemente al contagio. En el caso de sufrir algún contagio, sólo tienen la oportunidad de ser atendidos en instituciones públicas del sistema de salud, siempre y cuando haya lugar y respetando la reglamentación establecida en estos sistemas. Si existiera la necesidad de permanecer en aislamiento domiciliario, su período de convalecencia sería muy complicado, dado que generalmente habitan en lugares pequeños, compartidos con otros miembros de la familia y con muchas carencias.

Los ricos no sufren la sentencia del Coronavirus de la misma manera, porque no es lo mismo sufrir en una mansión, que sufrir en la pobreza.