Desaparecer en tiempos de COVID-19

LUCÍA LAGUNES HUERTA

En estos días hemos visto desvanecerse a 64 millones de personas mexicanas que comparten condiciones similares. Ellas fueron borradas de las respuestas a la emergencia sanitaria y económica en plena crisis de COVID-19.

Su invisibilidad no es responsabilidad de ellas, sino de quienes no las quieres ver ni oír, es decir, de quien las ignora, aunque tiene la responsabilidad de escucharlas.

Desde que se anunció el primer caso de Coronavirus en México y se empezó a proyectar la dimensión de esta crisis sanitaria y sus impactos económicos, iniciaron las señales para que estos 64 millones de personas fueran tomadas en cuenta por quienes tienen la responsabilidad de guiar este país.

Estas señales no son súplicas desvalidas, sino llamados desde la fuerza de la ciudadanía. Ellas, las mujeres, han señalado que en esta pandemia las cosas no son iguales para todas las personas, porque las condiciones de desigualdad marcan la diferencia.

Por lo tanto, los efectos de la crisis económica tampoco serán parejos, y esto ya se había señalado, pero no fueron escuchadas. Las desigualdades que enfrentan ellas son muy fáciles de ver. En materia laboral las puedes encontrar en los empleos precarios, temporales y sin seguridad social.

Si dejaran de ignorar a las mujeres, sabríamos cuántas de ellas han perdido sus empleos en estos 22 días de pandemia, saberlo ayudaría a darles una respuesta acorde a sus necesidades.

En 22 días, según la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, se perdieron 346 mil 878 puestos de trabajo, es decir, 15 mil 767 desempleos cada día en cuatro rubros principalmente: construcción, transporte, comunicaciones y servicios, este último concentra el mayor número de mujeres empleadas en nuestro país.

Verlas implicaría darles alternativas al 45 por ciento de las empresas mexicanas de un solo propietario dirigidas por mujeres.

Se suele decir que no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír, y por desgracia esta es la realidad que desde Palacio Nacional se está viviendo.

Entre las 64 millones de mujeres que no son vistas ni oídas, se encuentran intelectuales, analistas, que tienen otros datos para contrastar con la versión oficial y poder construir las alternativas que la población necesita con urgencia.

Se ha demostrado que la desigualdad es ineficiente, que mantenerla lleva a gastar más recursos y frena el desarrollo de las naciones. Y una de las peores desigualdades es la que enfrentan las mujeres, de clase, etnia, discapacidad, entre otras más que se suman y se potencian.

El ignorar las necesidades de las mujeres no quiere decir que se desaparecen, como tampoco lo hace la violencia contra ellas, que como advertimos en época de pandemia crecería, y así fue.

Invisibilizar la desigualdad de las mujeres sólo generará que crezca y que cuando se grite lo logramos, las mujeres no gritarán porque para ellas la realidad será distinta, pues el haberlas ignorado profundizará la precariedad en la que ya viven.