La discriminación visible frente a las invisibles

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

Hoy, Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, vale la pena reflexionar: el avance legislativo de diciembre pasado sobre la ratificación del Convenio 189 de la OIT, que les reconoce como trabajadoras con derechos, sigue distante a la persistente discriminación hacia las mujeres que ejercen este trabajo, como la desvalorización que sobre ellas subyace en los hechos.

Y es que hoy, en tiempos del Covid 19, las trabajadoras del hogar se enfrentan al despido injustificado, reducción de ingresos, a más trabajo por la presencia numerosa de toda la familia en los hogares por la medida de confinamiento y por supuesto al contagio. No hay forma de solucionarlo. En España, por ejemplo, se propuso otorgar ayudas económicas a las trabajadoras inscritas en la seguridad social. En España como en México, el número de empleadas adscritas a la seguridad social son las menos.

Covid 19 muestra una parte de la realidad que persiste y que se suma a la persistente discriminación y explotación laboral. Aquí mostramos algunos datos para demostrarlo. Pero quien pone el dedo en el renglón es sin duda AJ+Español, en un documento videográfico de un trabajo realizado por la organización Parvada Estrategias Comunitarias, que en lo particular pienso es de lo mejor que he visto.

En México, 2.3 millones de personas –equivalente a la población total de Tabasco- se dedican al trabajo del hogar y nueve de cada 10 son mujeres (INEGI 2018), así lo señala la ficha temática producida por Conapred.

El trabajo del hogar no se considera como una ocupación real, sino como actividades “normales” o “naturales” de las mujeres, convirtiendo a las trabajadoras en un “sector particularmente invisible y estigmatizado”. Cierto, un trabajo desvalorado hecho invariablemente en la mayoría de las veces por las mujeres de todas las edades, sin paga y por tanto sin prestigio.

Un parteaguas importante, que aún no es definitivo porque no ha aterrizado en la vida de las trabajadoras, fue la aprobación, con cero votos en contra y cero abstenciones, de la ratificación del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo, que reconoce a las trabajadoras que laboran en casa como sujetas de derechos laborales, “eliminando” las condiciones discriminatorias y “protegiendo” todas las formas de abuso, acoso y violencia.

Eso dice la teoría legislativa, la ley. La práctica sigue distante de la realidad, todavía no cuaja, porque hemos perpetuada la idea de desvalorizar el trabajo remunerado en casa. Hay excepciones que hacen la regla, como una querida amiga que ha jubilado –con todas las de la ley- a su empleada tras más de 30 años de relación laboral. ¿Pero cuántas más? No veo a las y los empleadores de las trabajadoras de la casa asegurando a sus empleadas, en diciembre les hacen ojo de hormiga el aguinaldo y de vacaciones sí, pero sin paga. ¿O me equivoco? Estoy hablando de la mayoría.

Pero el detalle de la explotación y la discriminación está en las pequeñas cosas, como lo vemos en el trabajo de AJ+Español y de Parvada Estrategias Comunitarias, que explico más adelante, pero que puede ver en

Las empleadas del hogar, que conmemoran hoy en el ámbito internacional su día, han existido a lo largo de la historia humana y ha estado condicionada por diversos factores, pero hay dos que han persistido de mayor a menor medida, pero ahí están: el color de la piel y la pertenencia a una etnia.

Lo otro es que las cargas de trabajo excesivas persisten, como los horarios que rebasan lo que establece la ley y, en el peor de los casos, siguen los abusos de tipo sexual y la violación sexual contra muchas trabajadoras, muchas de ellas adolescentes, pero también las jóvenes y las más maduras.

México, hay que decirlo, ratificó el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo, una parada del tren de los avances legislativos que llega nada más y nada menos que con ocho años de retraso, si consideramos que éste fue adoptado en Ginebra en junio de 2011. Además, México ratificó el convenio después de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Guyana, Jamaica, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Uruguay y Brasil.

AJ+Español y Parvada Estrategias

En México, con todo y la ratificación de la OIT, AJ+Español -@ajplusespanol- publica en twitter el resultado de una investigación encubierta realizada por la organización Parvada Estrategias Comunitarias @ParvadaMx “que revela que muchas familias mexicanas están más dispuestas a esclavizar a sus trabajadoras”.

El trabajo presentado de forma animada no tiene desperdicio alguno. Haciéndose pasar por una agencia de servicios de limpieza a muy bajo costo denominada “La Alegría del Hogar”, Ana Farias explica que se dieron cuenta cómo la explotación “pasaba a nuestro alrededor” y decidieron documentarla.

Así encontraron lo que buscaban. Las personas que llamaron pedían “personal de planta” que trabajaran de lunes a domingo, que cocinaran, plancharan por 150 pesos y que fueran “personal de confianza…100 % responsable y honrada”.

Esos son los pequeños detalles de la persistente discriminación.

Además, dice Ana Farías, explicaban a las personas que “las empleadas estaban monitoreadas en el lugar dónde viven”. Lo que no alarmó a las posibles personas que buscaban contratarlas. Ni tampoco se inmutaban por contratar a menores de 16 años para cuidar a otros niños y niñas.

Protestas desde el balcón

En los días que vivimos, marcados por la pandemia del Covid 19, la condición de las trabajadoras se ha puesto de nueva cuenta en la lista de las desigualdades, tanto en México como en países de Europa, como España, y de América Latina.

Hoy no hay manifestaciones multitudinarias en las calles, pero las plataformas digitales dan cuenta de ciertas protestas. Desde los balcones, mujeres organizadas de Madrid, por ejemplo, @FemiFep muestran carteles exigiendo que se ratifique el Convenio 189 de la OIT para el reconocimiento de plenos derechos para las trabajadoras del hogar y los cuidados.

“…Cuando desparezca la última criada, el colchoncito en que ahora reposa nuestra conformidad, aparecerá la primera rebelde furibunda”, escribió Rosario Castellanos, adelantada siempre.