Valparaíso, la diferencia

OSVALDO ÁVILA TIZCAREÑO

En reiteradas ocasiones me he ocupado de los problemas que enfrentamos desde siempre para la atención de demandas de carácter elemental expuestas a los tres niveles de gobierno, pues siempre se tropieza con la insensibilidad de los funcionarios que ven como una osadía que el pueblo pretenda incidir en el destino de los recursos públicos.

Partiendo de la lógica de que vivimos en un estado  democrático donde el poder recae en los tres poderes de la unión: legislativo, judicial y ejecutivo, residiendo en este último el ejercicio de las acciones gubernamentales, creo que estamos ante una distorsión del ejercicio del poder, pues ateniéndonos a la definición etimológica de la palabra “demos”, pueblo y “kratos”, poder, o sea poder del pueblo, está claro que quien ejerce una responsabilidad ejecutiva debe saber que ejecuta funciones a nombre del pueblo que le ha conferido la responsabilidad del manejo de los recursos públicos  además de encargarse de la administración de los bienes y servicios del estado.

Pero en la práctica no sucede eso, la mayoría de las veces existe un repudio casi inmediato al pueblo al que en campaña se le abraza, reconoce y se le promete que al fin llegará la solución a todos los males, pero para ello hay que confiar en este nuevo justiciero social. Por lo tanto, constituye a juicio de muchos de los gobernantes un despropósito la exigencia popular ya que de acuerdo a su visión sólo tiene derecho a votar y esperar sentado el cumplimiento de las promesas. Por ello la resistencia a oír las voces populares es lo común y la gente acostumbrada a esta situación se encomienda en cada proceso electoral a todos los santos, esperando que ahora si le atine y elija al que sí le cumpla. Esa es parte de la explicación del recambio de partidos en los cargos públicos, pues la población que está deseosa de modificar sus condiciones busca distintas opciones partidistas.

Resulta por tanto importante contrastar y resaltar los casos que escapan a esta circunstancia y reconocer a quien aun en condiciones adversas (pues el gobierno de la autollamada 4T ha centralizado la mayor parte de los recursos), busca la atención de las necesidades de sus gobernados. Este es el caso de Valparaíso donde gobierna por segunda ocasión Eleuterio Ramos Leal, quien desde su anterior ejercicio se mostró sensible a las demandas, pero hoy entre tanta adversidad financiera adquiere relevancia su actitud receptiva.

Hace algunos días acudí a un evento de inauguración de red de energía eléctrica a este municipio, ahí escuché en voz del alcalde las peripecias que hoy enfrenta, pues producto de esa visión extremadamente centralista de los recursos, el gobierno municipal padece una reducción de más del 40% de sus participaciones, pues en un año se han borrado del presupuesto programas torales que coadyuvaban al desarrollo y bienestar de las familias de Valparaíso.

La famosa guerra contra la corrupción ha sido el pretexto con el cual se ha asfixiado a los Alcaldes, quienes diariamente reciben los reclamos de la ciudadanía para la atención de las demandas, pero no cuentan con los recursos para resolver y es lo que acontece en este municipio.

Veamos cómo está el asunto de los rubros más afectados en Valparaíso: en el 2015 la inversión de recursos para vivienda superó los 50 millones de pesos y en este año se redujo a cero; el programa 3×1 que contaba con la inversión de la federación  y de la solidaridad de los migrantes en un año mínimamente tocaban 11 millones y ahora la inversión es nula;  el programa Hábitat de la Sedesol asignaba al menos nueve millones que desaparecieron también; y en cuanto a recursos extraordinarios del ramo 23 escuché como el Alcalde afirmaba que había recibido del 2013 al 2016 cerca de 276 millones extraordinarios para obra pública, lo que hoy a pesar de haber presentado proyectos esta partida ha sido eliminada.

Tal circunstancia sobre la que daba cuenta el alcalde reduce a recibir solamente las participaciones con las que hay que dar mantenimiento los servicios y atender toda la problemática expuesta regularmente en las oficinas municipales, pues resulta complejo a la población acudir a las dependencias federales que la mayoría de las ocasiones se encuentran alejadas de los lugares de origen de las familias.

¿Qué hacer ante esta situación? Dos opciones: aceptar tal circunstancia y encogerse de hombros negando en absoluto respuestas a los peticionarios o estirar los recursos para buscar opciones de solución, esa es la disyuntiva y por ello aplaudo la actitud de Eleuterio Ramos Leal,  quien  de ordinario viene atendiendo a mis compañeros, buscando el “como sí” y haciendo de lado la fobia y el sectarismo escucha a este sector de los menesterosos de Valparaíso, haciendo de esa manera la diferencia con lo que ocurre en otras latitudes.

Además de lo anterior, me quedo con el mensaje vertido en el evento donde alude a una gran alianza del pueblo con sus gobernantes para buscar el progreso y desarrollo de la patria, pues quienes ofrecieron cambiar la realidad no solo han dado muestras de inexperiencia e ineficacia, sino abiertamente han traicionado a quien juraron defenderían con uñas y dientes, baste citar como prueba de ello la eliminación de programas de salud, cultura, deporte o la reciente eliminación del fondo minero  para estados y municipios. Por ello no hay duda, pongamos manos a la obra y construyamos esa gran fuerza social, nosotros los antorchistas, el pueblo, estamos listos, ¿Quién más se apunta?

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