La farsa de la oposición en México

MARÍA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ

Tras una pausa involuntaria, regreso a este espacio que tan amablemente reserva para mí la querida amiga Claudia Valdés, y me doy cuenta de que, a pesar de que el tiempo pasa, la situación en nuestro país no parece evolucionar mucho que digamos. Estamos como estacionados y todo parece indicar que así seguiremos. Y cuando digo “estacionados”, me refiero a que cada bando de los que claramente se han formado en los últimos nueve meses, mantiene su postura y parece que, más que mostrar una evolución inteligente en la cual el ejercicio democrático permita el debate y con ello, lograr acuerdos en beneficio de todos, todo se reduce a una confrontación inútil. Esto, sin contar con que, en definitiva, la oposición parece que no quiere aprender a pensar, se aferra al pasado y no encuentra el rumbo.

Lo más curioso del asunto es que esa oposición que pretende contrarrestar los excesos de Andrés Manuel López Obrador parece que no quisiera encontrar las estrategias más atinadas, o al menos las más razonables. Hoy hago referencia concretamente a lo que el Partido Acción Nacional (PAN) está intentando hacer para constituirse como la oposición más consistente. Como que sus primeros pasos son bastante erráticos y todo indica que, más que mostrarse en su modo más serio y racional, lo que pretenden es montar un circo mediático que, para ser sinceros, no es necesario, pero que por desgracia es el reflejo de la pobre realidad política que tenemos en México.

Y es que el pasado sábado 23 de septiembre los panistas festejaron 80 años y, al hacerlo, llevaron al escenario a uno de sus representantes más controvertidos: el expresidente Vicente Fox Quesada. Me pregunto si 19 años después de haber ganado aquellas históricas elecciones, tras haber sido después protagonista en más de una ocasión de vergüenzas internacionales, y luego de siete años de su convocatoria a votar por el PRI, todavía hay personas que pueden considerar a Fox como una persona seria, capaz de representar a quienes, desde una derecha bastante distorsionada, pretenden combatir (así, literalmente) a López Obrador.

Se necesita tener poca memoria para creer que en Fox sería posible encontrar la figura que se requiere como contrapeso.  ¿O será que sus correligionarios ya le perdonaron el “comes y te vas”[1] que causó un incidente diplomático entre Cuba y México? ¿Tampoco se acuerdan de cuando habló de las mujeres refiriéndose a ellas como “lavadoras de dos patas” y de las personas migrantes en Estados Unidos dijo que “hacen un trabajo que ni siquiera los negros quieren hacer” y de todas las ocurrencias de un hombre que es todo, menos un político de altura?[2]

Lamentable sería que los panistas, a estas alturas, consideraran seriamente a Vicente Fox como a un posible líder, serio y capaz de conducir a su militancia hacia una oposición inteligente. El carácter del expresidente y su actuación al frente del gobierno federal, tiene muchos asegunes, y, honestamente, uno de los mejores resúmenes de su actuación está en unas líneas escritas por León Krauze, quien expresó: “México perdió un sexenio completo gracias a la histórica mandilonería de don Vicente Fox, que hizo de “la señora Martha” una segunda versión de doña Mercedes Quesada, matriarca de la familia Fox, célebre por el constante ninguneo al que sometía a su pobre hijo. Como su suegra antes que ella, la señora Martha trataba a su esposo como a un niño pequeño. Fox, eterno nostálgico del calor materno, no sólo aceptaba ese trato en público; lo presumía. El resultado predecible fue la difusión de una imagen de debilidad casi absoluta que, a final de cuentas, dio al traste con cualquier atisbo de agenda política productiva en México”.

No, no, no. Fox es inaceptable en cualquier círculo político que se respete. No es posible expresar la inconformidad hacia las acciones del gobierno actual con un discurso que se base en la necesidad de “[…] hacer un frente común y volver a cabalgar por todo el país con el fin de combatir a las “turicatas, chinches bravas y víboras prietas que están refugiadas en la 4T, Morena y con Andrés Manuel López Obrador”.

De acuerdo, los discursos folclóricos y coloridos siguen funcionando y el presidente es una muestra, porque, dicho sea de paso, Fox y él no son tan diferentes en más de un sentido. Ese es el nivel que parece satisfacer a una gran parte de la población, al pueblo bueno y sabio que puede seguir engañado con promesas y tonterías, como esos llamados pueriles y sin sentido a la delincuencia que últimamente nos ha tocado oír: “[…] yo los llamo a que recapaciten […] pero sobre todo, que piensen en sus familias; piensen en sus madres, sus mamacitas, saben cuánto sufren las mamás por el amor sublime que se le tiene a los hijos».

Como si los delincuentes tuvieran madre o siquiera encontraran el tiempo para escuchar consejos no pedidos, y, sobre todo, como si fuera suficiente con expresar un “fuchi, guácala”[3] en lugar de luchar frontalmente contra una situación que llega a extremos tales que el mismísimo presidente tiene que pedir a los malosos que permitan la venta de combustible al Ejército mexicano[4]. Surreal. O mejor dicho: vergonzoso.

Pero estas situaciones que enojan e indignan no se pueden cuestionar racionalmente con una oposición igualmente inmadura e infantil, que tiene como argumentos frases hechas que caen en la ridiculez. Mucho menos es posible tomar en serio que el PAN sea una institución fuerte cuando, en la que debería ser su fiesta más importante (ni más ni menos que su aniversario número 80) no se aparecieron nueve de sus 11 gobernadores, ni tampoco figuras con discursos más coherentes, como Diego Fernández de Cevallos o Ricardo Anaya, que estuvieron sólo presentes con sendos videos.

Flaco favor le hace Fox a su partido y los propios militantes parece que no miden las consecuencias de exponer como su figura más fuerte en este momento a un hombre que se ha dedicado a confrontarse con AMLO, sin considerar que ambos tienen coincidencias tremendas que los convierten en lo peor de los cambios que hemos sufrido (literalmente) en el México del siglo XXI. Ambos se parecen tanto, que posiblemente por eso sus desencuentros son tan divertidos, porque a veces se antoja decir, cuando protagonizan algún zafarrancho, “el comal le dijo a la olla”.

Cuando en el 2000 comenzó lo que se llamaba “alternancia” y muchos consideraban un paso decisivo ese “triunfo de la democracia”, Fox empezó a demostrar que su torpeza disfrazada de “autenticidad” no podía traer nada bueno. Probablemente fue un sexenio en el que hubo estabilidad macroeconómica, tolerancia a las críticas a su gobierno y a su persona y familia, libertad de expresión, tuvimos un programa de vivienda y dio inicio el seguro popular, acciones todas que pueden considerarse aciertos, porque, a fin de cuentas, nadie es completamente bueno ni completamente malo. Sin embargo, el guanajuatense no quiso o no pudo pasar a la historia como algo más que un hombre profundamente inculto, de modales cuestionables, que además no cumplió con las metas de crecimiento económico, no generó los empleos necesarios para que todos los mexicanos tuvieran “vocho y changarro”, no promovió la cultura ni fue eficiente en materia educativa, tampoco tuvo buenos resultados en materia de seguridad y sobre todo, hizo un pésimo papel en política exterior y defraudó a todos al rematar con un proceso electoral muy sucio que provocó que su sucesor cargara durante seis años con el epíteto “espurio”, promovido hasta el cansancio por ya saben quién.

Luego. con Felipe Calderón, en México se vivió un momento importante porque durante su sexenio se vivió la inflación más baja de la historia, tuvimos la acumulación récord de reservas internacionales y una deuda pública estable. Sin embargo, Calderón pasó a la historia porque “Diez días después de asumir el cargo y sin tener una estrategia, emprendió un combate al crimen organizado, con el apoyo de las Fuerzas Armadas, cuyo saldo social se contabiliza en decenas de miles de muertos, miles de desaparecidos y desplazados, y en un aumento en los casos de tortura y tratos crueles”[5].

Es así como el PAN ha pasado a la historia de México como un partido del que han salido dos mandatarios que en 12 años no fueron precisamente ejemplo de eficiencia, y por lo mismo, el pueblo bueno y sabio volvió a caer en la trampa y regresó a votar por el Partido Revolucionario Institucional. Otro caso de esos que dan pena, y no solamente por los desfiguros constantes del enamorado expresidente Enrique Peña Nieto o por la vergüenza que representa que una exsecretaria, Rosario Robles Berlanga esté en prisión preventiva y detrás de ella estén temblando muchos priístas declarados o no, chiquitos o grandes, académicos o funcionarios. El PRI, encima de todo, en este momento no cuenta ni con militancia suficiente, ni con dirigencia sólida, tan es así que hasta su nuevo líder nacional, Alejandro Moreno, está siendo indagado por enriquecimiento ilícito, según información publicada recientemente[6].

Como sea, en el país no hay una oposición seria y, sobre todo, quienes pretenden ser la conciencia crítica de la 4T sólo están en los medios de comunicación y no tienen un lugar, por ejemplo, en el poder Legislativo y así, no se pueden dar las acciones que esa oposición debería llevar a cabo para ser realmente un contrapeso al autoritarismo de AMLO, que parece irrefrenable.

Me atrevería a decir que la oposición en México, como en los mejores tiempos del PRI, es pura farsa, y que lo que hacen esos inconformes es simplemente cumplir con hacer el escándalo necesario que los medios de comunicación necesitan para que todos creamos que vivimos realmente una democracia, aunque en realidad todo se negocie en la penumbra y la oposición sea una mera acción de dientes para afuera. Al menos eso parece ocurrir en un PAN que recurre a cartuchos quemados, un PRI que no puede siquiera intentar recomponerse y más bien se está replegando por aquello de tener que rendir cuentas en prisión, un PRD que… bueno, ¡que alguien me explique qué es y dónde está el PRD!

A fin de cuentas, la 4T está corriendo con mucha suerte, misma que parece tener su fundamento en una total desorganización, voluntaria o no, de sus opositores, y una apatía absoluta de quienes, eventualmente, tienen la preparación suficiente no sólo para criticar, sino para proponer. Definitivamente no hay oposición inteligente y eso, a mediano y largo plazo, será un peso insoportable para un país que no es solamente pueblo bueno y sabio, a merced de un gobierno paternalista, sino que tiene también personas capaces que deberían ser ese contrapeso cuyas acciones son ya una auténtica urgencia.

[1] Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=PEWe71MDp1o

[2] Disponible en https://www.excelsior.com.mx/2012/11/14/nacional/869821

[3] Disponible en https://www.nacion321.com/gobierno/fuchi-guacala-y-otras-frases-de-amlo-que-haran-temblar-a-la-delincuencia1

[4] Disponible en https://www.elimparcial.com/mexico/AMLO-pide-a-delincuentes-que-permitan-la-venta-de-combustible-20190907-0058.html

[5] Disponible en https://aristeguinoticias.com/2911/mexico/lo-blanco-y-lo-negro-del-sexenio-de-felipe-calderon/

[6] Disponible en https://www.proceso.com.mx/600654/la-fgr-indaga-a-alejandro-moreno-lider-del-pri-por-enriquecimiento-ilicito?fbclid=IwAR1Vr5ig_W5u7SSoCacAYzxDSy9WSHHUgd_FTSAygahoogPtHkhbntIVpuk

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