La inexplicable violencia y la mora

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

 No deja de ser complicado entender la absurda muerte de mujeres como resultado de la violencia, la forma en que el asesinato de mujeres tiende a incrementarse y la inexistencia de respuestas contundentes de las autoridades para evitar la impunidad para las víctimas. O la postura del gobernante que parece sacada de un libro de moral del siglo XVIII.

La violencia es contra toda razón de la existencia humana. En el caso de las mujeres, el feminismo a lo largo de su historia, han demostrado su origen y cómo el sistema político, social, económico y cultural perpetúan la idea que desvaloriza a las mujeres, volviéndolas cuerpos que se comercian, se asesinan, una violencia imparable y catastrófica por lo que provoca a las víctimas y a sus familias.

La violencia feminicida y el feminicidio nos han trascendido por siglos. Pero ahora el feminismo ha demostrado cual es la raíz perversa de su origen, lo que debería ayudarnos a entender que debe ser erradicada, pero, cómo hacerlo, porque es insostenible permitir que siga ocurriendo.

Pero contrario a todo supuesto humano y a los avances científicos que estudian la desigualdad que da origen a la violencia patriarcal, machista y misógina contra las mujeres, vemos que sigue, que se incrementa, que avanza, que no se detiene.

¿Qué responsabilidad tenemos como sociedad y qué responsabilidad tienen las instituciones gubernamentales? Cierto, a cada quien le toca su parte. Solo que son las estructuras de gobierno las responsables de dar respuestas reales, que muestren que eso de “cero tolerancia a la violencia contra las mujeres” es algo más que una frase usada hasta el cansancio en discursos de políticos o mucho más que un color para los días 25 de cada mes.

Por ello, resulta inadmisible la violencia contra las mujeres y su crecimiento, así se refleja en ese ejercicio que la ciudadanía hace desde las redes sociales, para reflejar lo insostenible. O a través de todos los medios que de manera cotidiana y abundante dan a conocer estos hechos que reitero son catastróficos para las víctimas y sus familias.

Buena parte de mujeres y algunos hombres han entendido ya cómo se construye la desigualdad hacia ellas, desigualdad que se marca a lo largo de su vida y en la forma en que mueren asesinadas, en la manera en que algunos hombres siguen considerando que los cuerpos de las mujeres se utilizan, se desechan, se tiran a la basura, se compran y se venden, dentro de casa y fuera de ella. En la violencia que se ejerce dentro de casa por quien, por ser la pareja, su padre, su hermano, su padrastro… se cree con el derecho de “disciplinarlas” o corregirlas o de usarlas.

Y seguirá ocurriendo en tanto las instituciones sigan siendo permisivas y omisas con los victimarios, mientras permitan la impunidad, el no castigo, el no proceder, el no castigar, en rebajar las penas, en usar toda clase de trampas para no castigar, cuyo significado representa un premio al perpetrador y desafortunadamente un ejemplo a seguir por parte de los imitadores… En tanto, se piense desde la cúpula más alta del poder, desde las palabras del Presidente de México, que se necesita de “reglas morales”, de menos libertad de decisión de las mujeres, de actitudes de sumisión y silencio, que modifiquen no la conducta de los hombres, sino la de las mujeres. Respuesta institucional que nos regresa siglos atrás.

Pero las mujeres no estamos dispuestas a ceder. Ahí está la lucha de las feministas en Jalisco a pesar de lo que el poder político patriarcal han determinado al desaparecer, por sobre todas las cosas, el Instituto Jalisciense de las Mujeres; ahí están las jóvenes que denuncian, al menos virtualmente, los intentos de secuestro en el Metro en la ciudad de México o en las calles de cualquier ciudad del país, y que me ponen a pensar en todas aquellas que no escaparon de sus captores; ahí está la lucha de las madres de mujeres asesinadas o desaparecidas a lo largo y ancho del país, una pidiendo a gritos, dando vueltas entre fiscalías y tribunales, en las plazas, otras rascando la tierra inhóspita para encontrar sus restos.

Se necesita más de las instituciones, más de un Presidente que pretende una transformación, más de los gobernadores que viven en burbujas que hoy son impenetrables y los hacen insensibles, se requiere más de los fiscales o de los procuradores, de las juezas y jueces de los tribunales de justicia. Se necesita que la sociedad nos pongamos en los zapatos de las mujeres. De otra manera, seremos testigos mudos o de palo de la catástrofe de la violencia contra las mujeres pensando que eso nunca nos va a pasar, que nunca seremos víctimas de ella.

Usted ¿de qué lado quiere estar? De las que exigen justicia para las mujeres o de las que observan.

#JusticiaParaSol

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