La compleja personalidad de López Obrador

MARÍA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ

Lo que esta semana quiero tratar tiene que ver directamente con un asunto que nos desconcierta a muchos mexicanos que, por más esfuerzos que hacemos, no logramos comprender bien a bien lo que está ocurriendo y peor aún, lo que puede ocurrir en torno a la compleja personalidad del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador.

Entendámonos bien: como cualquier ser humano, el hombre tiene todo el derecho de comportarse como se le pegue la gana, y su forma de ser tan particular no debería ser motivo de cuestionamientos, pero resulta que en sus manos estará, durante los próximos seis años, el destino de alrededor de 118 millones de personas y ahí sí los ciudadanos, simpatizantes suyos o no, tenemos no solamente el derecho, sino la obligación de observar su conducta pública, de la cual dan cuenta los medios de comunicación.

Una de las más recientes novedades referentes a la imagen del presidente electo, tiene que ver con una confrontación bastante ácida con el semanario Proceso, cuyos responsables tuvieron la genial idea de publicar una portada donde él aparece junto con la frase “AMLO se aísla. El fantasma del fracaso». El efecto no se hizo esperar, sobre todo porque algunas personas, encabezadas por la esposa del mandatario electo, Beatriz Gutiérrez Müller, decidieron rasgarse las vestiduras ante la insolencia demostrada por quienes colaboran en tan irrespetuosa publicación.

Airadamente, la consorte del futuro presidente, salió a la defensa de su compañero: “»Todavía no toma posesión y ya está ‘solo’ y a punto del ‘fracaso’. El conservadurismo, de izquierda o de derecha, nubla el juicio y da pie a conjeturas fantasiosas. Los extremos pueden tocarse y abrazarse. Bienvenida la pluralidad y el debate. Lo bueno es el desenmascaramiento»[1]. Su mensaje en la red social Twitter pretende ser irónico y es al mismo tiempo, de lo más contradictorio. Parece que, en realidad, la señora hace todo lo contrario que dar la bienvenida a la pluralidad y al debate, y todo indica que, como “desenmascaramiento” entiende que Proceso ha dejado ver con claridad que no será una publicación consecuente y a modo para el nuevo gobierno y que aparentemente no hará concesiones. Pero, sobre todo, la mujer evidencia que quienes no están de parte del presidente electo solamente dan muestras de “conservadurismo”.

Con sus comentarios, la esposa de López Obrador solamente refuerza la postura que él mismo ha mantenido en varias ocasiones y que lo hace definir a los medios de comunicación que publican información contraria a sus posiciones como “prensa fifí”. De hecho, todo apunta para que, en estos tiempos, el ser “fifí” represente, invariablemente, ser opositor de las decisiones, posturas, opiniones, frases y posturas del señor presidente electo.

“Les guste o no les guste a nuestros adversarios, a los fifís, a la prensa fifí, vamos a construir el Tren Maya. Me canso ganso…” “[…] cuando yo digo una cosa fuerte, es porque ustedes me preguntan, somos corresponsables. Vamos a autolimitarnos todos, amor y paz, porque yo ya no quiero seguir hablando de la mafia del poder, de la prensa fifí, hay que hablar de otras cosas» “hay mucha deshonestidad intelectual, cuando menos en algunos comunicadores y en la prensa fifí”.[2]

Total: “fifí” es el adjetivo que AMLO usa para definir a sus contrarios. De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, la palabra hace referencia a una “persona presumida y que se ocupa de seguir las modas”[3]. No se sabe si el señor tiene claro lo que está diciendo, pero dado que las palabras llegan con el tiempo a transformar su significado de acuerdo con el uso que se les da, “fifí” podría querer decir en un futuro nada lejano “contrario a las decisiones del titular del Ejecutivo mexicano” o algo parecido.

Y honestamente, sin ofender la obsesión de AMLO por ser y/o parecer “pueblo” (de ese que no se equivoca), no resulta para nada acertado polarizar y mucho menos calificar a quienes disienten, sobre todo usando términos tan coloquiales que podrían parecer una (mala) broma.

Con todo respeto: no debería haber “prensa fifí”, o por lo menos no debería ser el propio presidente quien mandara a los comunicadores y por consecuencia al pueblo al que tanto quiere, el mensaje tan poco democrático de que “si no estás conmigo, estás contra mí”. En realidad, se antoja un poco fuera de lugar que sea el propio presidente electo quien clasifica, califica y denomina a sus detractores.

De esta manera, el señor presidente electo está mostrando, al descalificar a quien no lo favorece en sus publicaciones, que tiene toda la intención de contrarrestar el hasta hace algunos años considerado “cuarto poder”. El punto es que parece que AMLO quiere tener todo el poder y todo el control.

De acuerdo con el investigador español Cándido Monzón “el comunicador, al hacer pública la información la convierte en estereotipo colectivo, referente o imagen pública”[4], y esto lo sabe tan bien López Obrador, que magistralmente revira y así, es justamente él quien crea el estereotipo del “fifí”, lo convierte en sinónimo de personas favorecidas por “la mafia del poder” (un estereotipo más creado por el político) y de esta forma, sataniza a sus enemigos. Hábil seguramente lo es, él o sus asesores. Y como nunca antes hizo un presidente, se atreve a poner nombre y apellido a los “fifís” periodistas: de Carlos Loret de Mola a los editores de Proceso, más los que se vayan acumulando en el sexenio que está por iniciar.

Ahora, a partir de las actitudes de AMLO, parecería que ya no son los comunicadores quienes se encargan de definir la imagen pública del político, muy al contrario, es el propio político y las personas más cercanas a él (sus fieles seguidores y hasta su esposa) quienes determinan cuál es la imagen de los comunicadores que los ciudadanos deben tener. Así, habla de “deshonestidad intelectual” y relaciona a ciertos medios y periodistas con la “mafia del poder”, mientras que, por otra parte, llama durante el inicio del programa de Carmen Aristegui en Grupo Radiocentro[5], para felicitarla por lo que, dice, ella representa y “significa como periodista independiente y profesional”, porque con su regreso “ganamos todos, mejora la vida pública del país” y aprovechando, deja dicho a la empresa que le gustaría que también volviera a hacer periodismo en México José Gutiérrez Vivó.

“Nunca más se deben censurar los medios, los espacios, la prensa libre e independiente”, dice con mucha convicción. Pero claramente esto no incluye a la “prensa fifí”, que no solamente debe ser censurada, sino despreciada, satanizada y excluida. Como si la libertad de expresión se limitara a dar voz a quienes favorecen a los gobernantes. No vaya a ser que en una de esas, la “prensa fifí” también se atreva a descubrir verdades incómodas.

Entendámonos bien: cuando hablo de “prensa fifí” me refiero concretamente a aquellos medios que AMLO ha señalado y a quienes ha acusado de manipulación, de conservadurismo y otras linduras, lo que no quiere decir que esté a favor de ellos ni de su modo de entender el periodismo. Lo que quiero dejar claro es que resulta completamente fuera de lugar el hecho de que el señor presidente electo, ni más ni menos que él, se dedique a poner tache o palomita a los comunicadores, y los incluya dentro de un estereotipo en el que pueden o no ser dignos de credibilidad, a partir de los criterios del futuro gobernante.

Sinceramente ese no debería ser el papel de un Jefe de Estado. El prestigio de los medios debería tener más que ver con el criterio de quienes los siguen, de quienes los escuchan. ¿No dice el mismo presidente electo que el pueblo no se equivoca?

Pero AMLO parece empecinado en seguir al pie de la letra los principios propuestos por Nicolás Maquiavelo, respecto al hecho de que “no importa que el príncipe sea bueno o malo, fuerte o débil, justo o injusto, pero sí importa que su apariencia ante los demás debe contar con la mejor imagen posible […] todo debe aparecer perfecto” (Monzón, 2001) y en esta idea de perfección la prensa que eventualmente evidencia los errores, los defectos, las fallas y los tropiezos, por no hablar de las necedades de este neo príncipe, debe ser no callada, anulada o censurada, sino más bien menospreciada, ofendida, descalificada.

Que hablen, sí, que griten si quieren, pero lo que digan a nadie debe importarle, porque ellos, los que señalan las imperfecciones, son “prensa fifí”, y es necesario enemistarla con el pueblo sí o sí, porque si el pueblo la escucha y por alguna extraña razón coincide con su criterio, AMLO simplemente estaría perdido, porque sería el inicio de más de un cuestionamiento y eso no puede ocurrir, porque, siempre citando a Maquiavelo, “a un príncipe le es necesario tener al pueblo de su lado, de lo contrario, no tiene remedio en la adversidad” (Monzón, 2001).

En definitiva, este príncipe necesita que el pueblo no se deje influenciar por nadie más que por él, mucho menos por un montón de periodistas inoportunos que sencillamente no tienen argumentos sólidos que puedan contrarrestar lo que él dice y hace.

Y ahí está el punto clave: la prensa (fifí o no) de veras no tiene argumentos. La mayor parte de los periodistas viven al día, se ocupan de recoger declaraciones, de hacer preguntas triviales. Lo que hacen hoy ellos y sus patrones, los dueños de los medios, para crear opinión pública, es juntar piezas sueltas y forzar el armado de un rompecabezas cuyas piezas apenas embonan. Sus agendas son triviales, circunstanciales, prácticamente casuales. Se ocupan de banalidades y en esto sí tiene razón el presidente electo cuando justifica el decir “una cosa fuerte” sólo por contestar las preguntas que los reporteros le hacen. “Somos corresponsables”, dice, y los invita a autorregularse, acción que asegura también cumplirá él.

Y no nos engañemos. No hay tales “cosas fuertes”. Hay ocurrencias del tabasqueño que muchos celebran y otros repudian. Y tampoco hay preguntas que provocan y pueden generar opinión pública, lo que hay, sinceramente, es la búsqueda de información sensacionalista, simple, a la mano, porque, a fin de cuentas, la nota, para medios fifís y medios chairos, vale exactamente lo mismo, porque representa mantener viva la importante actividad económica en que se ha convertido la comunicación.

Si bien es cierto que, como menciona Andreu Casero Ripollés[6] “[…] las noticias se manifiestan como una materia prima esencial para la ‘definición de la realidad’, puesto que constituyen la fuente primaria de una gran parte de las representaciones simbólicas sobre la política que circulan por la sociedad”, también es verdad que las noticias reales son contadas, y que si analizamos cualquier medio de comunicación, encontraremos que está más bien lleno de anécdotas y de opiniones que se vuelven temas recurrentes por un determinado periodo, sólo mientras hay un cambio de argumento y los volubles receptores de la información dedican su atención a otra novedad, que puede ser más cercana al sensacionalismo o a la cotidianidad, pero nunca más profunda, seria y potencialmente en grado de cambiar el rumbo de la historia.

En realidad, lo que parece ocurrir es que periodistas y presidente electo están cayendo en una dinámica poco sana que, además, se ve reflejada en las posturas que, con base en la información que se publica toman los mismos ciudadanos, y que tienen más que ver con una absurda polarización que con un criterio formado con base en riqueza informativa producto de trabajos serios de investigación.

Mientras la prensa se nutra de opiniones y no considere la necesidad de hacer periodismo de investigación, los trabajadores de la información serán tratados como “corazoncitos” y sin duda, continuarán siendo estigmatizados por quien aprovecha sus deficiencias para exhibirlos y calificarlos, haciéndolos parte de ese estereotipo colectivo que ha hecho que nadie los considere ya ese famoso “cuarto poder”, tan necesario justo en estos tiempos en que nos acercamos peligrosamente al control total de los otros tres.

[1] Disponible en https://twitter.com/BeatrizGMuller/status/1059114962944176128?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1059114962944176128&ref_url=https%3A%2F%2Fadnpolitico.com%2Fpresidencia%2F2018%2F11%2F04%2Famlo-esta-aislado-eso-senala-proceso-y-beatriz-gutierrez-le-responde

[2] Disponible en

https://adnpolitico.com/presidencia/2018/10/28/siete-episodios-en-los-que-amlo-se-confronto-con-la-prensa

[3] Disponible en http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=fif%C3%AD

[4] Monzón, Cándido. 2001. “Opinión e imagen pública. Una sociedad bajo control”. En Palabra Clave. Vol. 9. Núm, 4. Universidad de La Sabana. Chía, Colombia.

[5] Disponible en https://lopezobrador.org.mx/2018/10/17/amlo-felicita-a-carmen-aristegui-por-su-regreso-a-la-radio/

[6] Casero Ripollés, Andreu. 2009. “El control político de la información periodística”. En Revista Latina de Comunicación Social. Núm. 64. Universidad de La Laguna. Tenerife.

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