Hijos del maíz

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

MAÍZ: Es el nombre popular de una gramínea que se cultiva y se utiliza como alimento o forraje para el ganado.  Su nombre proviene de Las Antillas.  El Maíz es originario de América, donde es producto básico en la nutrición de las culturas mesoamericanas, desde siglos antes de que los españoles arribaran al continente.

Su cultivo data de hace 4 mil seiscientos años, según investigaciones arqueológicas y paleobotánicas. En su fase silvestre primitiva, no fue muy diferente a como le conocemos hoy.

En España, su introducción se dio hace 400 años solamente.  Se dio, sobre todo, en Asturias y Galicia.  Fue a partir del siglo XVIII cuando se generalizó su uso en Europa.

Esta planta, en sus diferentes prototipos, tiene una maduración de entre dos y once meses, según la variedad.  Su producto es llamado “mazorca” y mide entre 10 y 50 centímetros.

Del maíz se produce almidón y etanol.  Sin embargo, en América se usa fundamentalmente para la alimentación. La tortilla es uno de sus productos, pero también lo son el tamal y la cultura culinaria mexicana toda, que está sustentada en el maíz.

Su precio ha sido regulado de manera popular, y en México realmente se produce para el consumo familiar, si bien las transnacionales acaparan buena parte de la producción para fabricar distintos bienes de consumo que les han hecho millonarios. Un campesino produce el grano para alimentar a su familia, almacenándolo, o para alimentar a su ganado. Es, por lo tanto, un alimento básico, fuente excelente de hidratos de carbono.  Tiene también un 13 por ciento de proteínas y sólo un 7 por ciento de grasa.

La producción mundial de este grano asciende a unos 600 millones de toneladas, siendo sólo superado por la producción de arroz.  La mazorca y sus desechos: hojas, tallos, raíces, orujos, contienen cantidades importantes de furfural, un líquido utilizado en la fabricación de fibras de nylon y plástico.  También pueden obtenerse del maíz aceites comestibles y abrasivos, pinturas, jabones y linóleos. Investigaciones modernas han determinado que, del maíz, rico en azúcar, puede obtenerse alcohol.

Esta encantadora planta es parte de la cultura intrínseca de los mexicanos.  Por ello, cuando el “Rey del Ajo” que fuera secretario del gobierno foxista, planteaba a los campesinos dejar de producir maíz, provocaba con sus ignorantes expresiones el desdén, porque no llegaba a reflexionar sobre la importancia que este grano tiene en la cultura nacional.

El incremento en el precio de la tortilla que fuera tan significativo hace 10 años tenía una absoluta intencionalidad.  Se preparaban condiciones que permitieran la importación del grano de manera masiva, gracias al TLC, de forma de inundar nuestro país con maíz amarillo que en los Estados Unidos es forrajero –para engordar puercos. – a fin de cambiar de manera radical el cultivo del campo mexicano. Esta medida inflacionaria estaba orientada para justificar la importación y una competencia interna en la que los mexicanos perderíamos, desde luego, el debate en virtud de que el campo de los Estados Unidos y de las principales naciones del mundo, esta absolutamente subsidiado.

Los granjeros gringos y los franceses tienen subsidios directos e indirectos.  Unos que les permiten vivir en igualdad de condiciones a las de un ciudadano de la mejor ciudad de ambos países: con servicios, hospitales, universidades… pero, además, subsidios directos que los obligan a no abandonar su tierra y producir el alimento fundamentar para defender la soberanía de sus países, pues es bien sabido que carecer de la autosuficiencia alimentaría es perder la propia libertad soberana.

Por ello, una de las primeras medidas del régimen de Felipe Calderón, fue precisamente el encarecimiento de la tortilla –que llegó a 14 pesos en diversos lugares de la patria- y de la leche –otro producto vital en la dieta del mexicano.  Sin leche o sin maíz, es imposible que nuestros niños alcancen estándares de salud y de crecimiento, comparables a los de sus iguales en otros países del planeta.  Así como Carlos Salinas en su momento empobreció el campo de manera estratégica para lograr un voto de ciudadanos paupérrimos que se atrevieran a cambiar la democracia por un poco de varilla o un bulto de cemento, así, el gobierno Calderonista tenía estrategias para cambiar la dieta nacional y permitir la justificación del abasto del maíz norteamericano.

México vivió una etapa similar en la escasez de los años 50´s.  Al país llegaban furgones en los trenes del entonces CEIMSA, que abastecían con maíz amarillo nuestra entidad. Los rumores populares eran que “con el maíz amarillo, hasta los puercos hablarían inglés”.

Estamos viviendo momentos de reflexión política nacional. La renegociación del Tratado de Libre comercio está pasando –sin duda- por los precios y cuotas de artículos de consumo básico como el maíz.

Es expectativa del actual gobierno, incrementar la base de contribuyentes cebándose sobre los que menos tienen.  Sin embargo, los incentivos para la gran empresa van a tambor batiente.  Preguntemos, si no, a las televisoras o a Wall – Mart, o a los bancos, que hasta por revisar una cuenta bancaria cobran el equivalente a tres o cuatro kilos de maíz.

El inicio del nuevo gobierno –que habrá de ocurrir este mismo año- tendrá que enfrentarse a las complejas renegociaciones de un Tratado comercial que tiene como padre a Donald Trump y como hijo habrá de tener a quien resulte nuestro nuevo presidente de la República.

Es importante que las expresiones populares se escuchen, que los partidos políticos se organicen y que la sociedad civil manifieste el rechazo de una globalización que se fragua en secreto y que sólo pretende hacer más ricos a los que más tienen y más miserables a los que ya lo son.

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