¿Van a matar a Meade?

ERNESTO GONZÁLEZ ROMO

Mi amigo siempre es muy prudente. Se las sabe de todas, todas, porque ha sido protagonista de todos los movimientos sociales de la izquierda mexicana. Fue un estudiante rebelde,  marchó al lado de Cuauhtémoc Cárdenas en defensa de la democracia, vio morir a Colosio, defendió a López Obrador en el Congreso cuando Fox quería mandarlo a la cárcel por abrir una calle para comunicar un hospital y con angustia me confiesa que en este 2018, el ambiente huele a “magnicidio”.

En un principio pensé que se refería a la posibilidad de que el gobierno ordene la muerte de López Obrador, pero mi amigo se refería a José Antonio Meade. Suena descabellado que el poder asesine a su propio candidato, pero con toda seriedad, vale la pena analizar esa posibilidad con detenimiento.

Según las últimas encuestas, el PRI tiene en promedio 15 puntos en desventaja con Andrés Manuel y el destape de José Antonio Meade como candidato tricolor, no ha cautivado a los electores ni a los militantes de su partido, por eso a pesar de la estrategia de publicidad, el candidato del PRI ya se encuentra en tercer lugar y siguen en picada.

Parece que esta historia ya la vimos hace tiempo, cuando Colosio era candidato y la derrota del PRI parecía segura. En aquel entonces, el candidato del PRI era opacado por su compañero de partido, Manuel Camacho Solís, mientras que Diego Fernández de Cevallos y Cuauhtémoc Cárdenas cautivaban a los mexicanos.

En aquella elección, los candidatos de la izquierda y la derecha avanzaban a una final que aseguraba alternancia, sobretodo porque las palabras del candidato priísta perdían fuerza en el desastre y la corrupción del Gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Finalmente Luis Donaldo Colosio fue asesinado y gracias aquella muerte, el PRI conservó el poder. El resto de la historia la conocemos todos: Salinas se libró de la cárcel y los asesinos intelectuales de aquel magnicidio siguen impunes.

Hoy, el PRI vive el mayor descrédito de su historia, y José Antonio Meade está cargando con todos esos negativos, su pobre carisma no le ayuda, los ciudadanos lo están identificando como el padre del gasolinazo y, por si fuera poco, la sombra de Osorio Chong lo persigue a todos lados. Todo esto tiene a AMLO caminando sin problemas rumbo a la presidencia.

Resulta evidente que el PRI necesita un cambio de estrategia y eso incluye a otro candidato, pero el tiempo se agota y no han tomado una definición, ni siquiera han terminado de armar un discurso coherente y el equipo de campaña luce completamente desorganizado. Con todos estos antecedentes, la teoría del magnicidio sigue siendo horrenda, pero el riesgo es evidente, sobretodo porque hoy no existe ninguna ruta pacífica para que el PRI se mantenga en el poder y el presidente necesita garantizar impunidad para él y los suyos. A esto le podemos sumar que últimamente los asesinatos políticos se han generalizado por todo el país, donde la presencia del crimen organizado sirve para justificar el asesinato de alcaldes y diputados locales.

Espero que las corazonadas de mi amigo se queden en una anécdota, ruego que nunca volvemos a ver sangre escurriendo en las campañas y que todos los candidatos terminen con cabal salud, espero que los años hayan servido para que el PRI entienda que no se puede conservar el poder a cualquier precio, porque se pone en riesgo a todo el país. No tengo datos específicos de que una tragedia este por suceder, pero el miedo está en el ambiente, ojalá que todos tengamos la madurez para entender que en la democracia, el poder se disputa con ideas, se obtiene con votos y se pierde con honor.

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