Eclipse solar

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

En 1970 aún no cumplía los diez años. Mi abuelo paterno Tello Jarquín, maestro rural ya para entonces jubilado, vivía en Miahuatlán de Porfirio Díaz y regularmente lo visitábamos. Pero hubo un día especial. Fue el 7 de marzo de ese año cuando en aquella población de la Sierra Sur oaxaqueña se vería con mayor nitidez, espero que esas sean las palabras correctas, el eclipse total de sol.

Hacia allá nos fuimos con un día de anticipación, la población estaba llena de mujeres y hombres de ciencia venidos de todas partes del mundo, era una especie de torre de Babel, lo recuerdo como si fuera ayer y hoy lo hago a propósito de un nuevo eclipse que podremos disfrutar el próximo 21 de agosto.

En algunas lomas y explanadas de Miahuatlán habían colocado los campamentos, grandes y espectaculares telescopios estaban ahí dispuestos para observar desde la tierra y con toda precisión el acontecimiento.

En algunas casas se habían preparado tinas de agua por donde a través del reflejo se podría ver el paso de la Luna cubriendo al Sol alrededor de las 11 horas de aquella mañana del 7 de marzo. Incluso algunas personas descubrieron sus pozos de agua.

Lentes oscuros o radiografías usadas serían los instrumentos de la mayoría de la gente, porque la única advertencia que había era no ver de manera directa ese “fenómeno natural” que no era usual, de lo contrario podríamos dañarnos la vista o perderla para siempre, hoy tenemos la misma advertencia para actuar el 21 de agosto próximo y también el 11 de julio de 1991, cuando se repitió aquel acontecimiento, aunque en Oaxaca la oscuridad no fue total.

El eclipse de Miahuatlán en 1970 era prácticamente inédito para la población mexicana. Había una enorme expectación tanto para la ciencia como para gente común.

Fue como vivir un anochecer antes del mediodía de aquel sábado, como si la tarde de manera acelerada hubiera ocultado el Sol y la breve noche cayera sobre la tierra.

Murmullos, gritos de emoción, oraciones frente al temor y la posibilidad de funestos tiempos por venir, no faltó quien se arrodillara para suplicar protección, la fe para mitigar el miedo ante lo desconocido, las aves de corral corrieron a sus refugios para resguardarse, los pájaros anidaron, los perros aullaron y ladraron asustados, tanto como todas las personas que desde los patios de sus casas, azoteas, la plaza principal y las calles vivimos con temor ese momento.

Toda mi familia nos habíamos trasladado a un campamento científico de japoneses, en una loma muy cerca de la casa de mi abuelo, ahí nos permitieron ver por la mirilla de esos enormes aparatos metálicos blancos. Yo fui una de esas privilegiadas justo cuando la Luna cubría ya casi la mitad del Sol, fueron unos segundos, instantes, pero suficientes para recordarlo con claridad, era como tener al Sol y a la Luna frente a mi nariz de niña inquieta y asustada.

Volví la mirada y les dije: hay un pelo ahí. Mi familia escuchó incrédula. Era cierto, una línea que yo vi como un pelo estaba ahí, quizá producto de los reflejos de las luces y las sombras, ¿quién sabe? Por la noche, ya en Oaxaca, miramos las noticias por televisión, ahí Jacobo Zabludovsky, conductor del noticiario de televisión 24 Horas, diría lo mismo que yo, sobre ese pelo entre la Luna y el Sol.

Orgullosa volví la vista a mis hermanas y hermanos y seguro expresé ¡se los dije! Fueron unos minutos solamente en los que el Sol fue ocultado por la Luna y que se quedan para siempre en la memoria.

De eso ya pasaron una gran cantidad de años, 47 para ser exacta. No hubo desgracias naturales inmediatas como era el temor de la gente, porque nunca faltan los malos augurios.

La desgracia que vivimos hoy la hemos construido poco a poco, generación tras generación y es durante los últimos 150 años, es decir desde que la industrialización cambió el curso de la historia económica, política y social del mundo, lapso en que mayores daños le hemos hecho al planeta en el que vivimos, además del infinito, recordemos el asunto de la basura espacial. Quienes saben, han informado que año con año esa chatarra espacial aumenta un cinco por ciento, lo que podría volver intransitable la órbita terrestre en solo cincuenta años.

En la Internet podemos consultar algunos datos serios sobre cómo hemos cambiado al planeta y uno de los resultados funestos es, ni duda, el calentamiento global. Así la NASA revela que 2011, hace seis años apenas, vivimos el año más cálido a nivel mundial desde 1880 y es precisamente en el milenio que estamos viviendo en el que se han registrado nueve de los diez años más calientes para nuestro planeta, consecuencia del efecto invernadero, es decir, la absorción de la Tierra de los gases tóxicos que emite principalmente la industria, acción de la que como personas no estamos exentas de provocar y de la cual hemos sido omisas y omisos, pues somos incapaces de abandonar la comodidad del “nivel de vida” y volvernos amables con el planeta.

En fin. Reflexionemos, pensemos, actuemos un poco cada día, lo que hagamos por cuenta propia dará algún resultado. Y en eso las mujeres hemos sido muy conscientes.

El próximo 21 de agosto a disfrutar el nuevo eclipse total de Sol. Yo por lo pronto sigo disfrutando las vacaciones de todas las personas.

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