El frente cívico zacatecano

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

El arribar a la Ciudad de México después de terminar una carrera profesional, implicaba no sólo tener un empleo, sino conocer la capital, las líneas de transporte, aprender a manejar un automóvil, habilitarse para comprender y operar un nuevo estilo de relaciones personales, conseguir una casa de huéspedes, entender la imagen del chilango que tan repudiada está en la nación –pero que son fraternales cuando ven un provinciano en su territorio-, vencer el hablar “de usted” para cambiarlo por un “de tú” casi obligatorio –pues ser absolutamente respetuoso provoca timidez entre los defeños- desconocer reglas de teatros, cines y bares, descubrir la relación tan distinta entre jóvenes de diferente sexo (totalmente distinta a la de los chicos y chicas “de manita sudada” entre los zacatecanos de los años ochenta).

Tuvimos que vencer circunstancias de toda naturaleza y vencernos a nosotros mismos para adaptarnos a “la ciudad de los palacios” y lograr el éxito deseado, que no podíamos lograr en nuestro estado natal dada la ausencia de oportunidades.

Los fresnillenses se recluían con su propio ghetto,  ya que ellos generalmente llegaban a la Ciudad de México a efectuar sus estudios profesionales.  El costo entre estudiar en Zacatecas y hacerlo en el DF era prácticamente el mismo, con la ventaja de encontrarse ubicados en una zona laboral prácticamente desde el comienzo de sus estudios.

Los zacatecanos de la capital teníamos nuestra universidad a la disposición, pero al terminar había que buscarle generalmente en la otra capital: la del país.

Así, en nuestras agendas valía oro el teléfono de algún pariente, de algún amigo, de algún ex compañero de escuela, para tener el motivo de reunirnos en algún café o de hacerlo los fines de semana.

Con esa necesidad fisiológica de pertenecer, un grupo de amigos creamos el Frente Cívico Zacatecano. Ya existía la Fraternidad Zacatecana, pero se trataba de una generación de viejos que se reunían para emborracharse en el Bosque de Chapultepec a donde acudíamos los paisanos en cantidades hasta de 50 mil.  Casi todos sin conocernos, porque eran otras generaciones e incluso otra clase social.

Había otro grupo, el de Federico del Real, que se juntaba en el Casino Español, un lugar de alcurnia –aún hoy- donde un lunes al mes disfrutaban todos de la comida, las anécdotas pero, sobre todo, de una copa larga que no todos podíamos pagar en nuestro inicial arribo a la capital de México.

En Jalapa 32, a una cuadra de la glorieta del metro Insurgentes y a otra de la calle de Puebla en la colonia Roma, conseguimos una antigua casa tipo inglés con escaleras de madera, chimenea, pisos de madera también, balcones, tina de baño, un techo que convertimos en roof garden.  Allí vivimos y nos convocábamos a reuniones mensuales donde tirar nuestras nostalgias, recordar los tiempos idos, tener informaciones vigentes: quién se había casado, quién se había muerto, y para compartir experiencias laborales y ver quién podía jalar a algún compañero para darle trabajo.

La migración zacatecana existe en Manila, en Alaska, en Estados Unidos, no se diga en Monterrey o Coahuila, pero quizá la mayor está en la Ciudad de México.  No se cuantifica, pero una vez que la Revolución Mexicana triunfa en Zacatecas, ricos y pobres abandonan la ciudad antes del evento y se quedan a vivir en esta gran ciudad.  Por ejemplo: la cuarta población en número en el muy poblado Ecatepec, proviene de Zacatecas, así lo dijo su ex alcalde en visita a nuestra entidad hace algunos meses.  Igual ocurre en Naucalpan, Tlalnepantla, Atizapán y hasta en el mismo Nezahualcoyotl donde hay un predominio absoluto de oaxaqueños.

El Frente Cívico Zacatecano, además de organizar su nostalgia, organizaba eventos: invito a gobernadores, exgobernadores, poetas… le organizó los cien años a López Velarde.

Sus fundadores fueron Edmundo Ambriz, Luís Castro, el Jimmy Díaz, el profesor Bañuelos y quien esto escribe.  Hicimos cinco bailes en el Salón Riviera, donde siempre había que poner dinero, pues llegaba la paisanada sin morralla y había que dejarlos pasar de gorra.  Tiempos idos, hechos vividos.  Hoy, el Frente Cívico Zacatecano aún existe, con la inquietud de lo que en política sigue.  No se quieren quedar al margen del futuro de su Estado.  

A partir del gobierno de Miguel Alonso, el Frente Cívico Zacatecano resurgió, ante la necesidad de reaccionar frente a situaciones anómalas que el régimen protagonizaba. Más fuerte que nunca, se cimentó con algunos de sus fundadores, a los que se sumaron nuevos miembros que se han inspirado en la posibilidad de proponer candidaturas ciudadanas, independientes, con nuevas ideas al margen de la acartonada burocracia y la atávica corrupción de los partidos políticos.

El Frente Cívico Zacatecano está preparándose con un profundo interés de incidir en la política del Estado en los comicios del 2018. Muchas cosas nuevas están por venir y mucho se oirá en el futuro cercano de los trabajos y las ideas, de las propuestas de gobierno y de los personajes que abanderarán la causa ciudadana respaldados por este bloque sólido y bien integrado de zacatecanos que radican en el estado, pero también en la zona conurbana de la Ciudad de México y en diversas regiones de los Estados Unidos.  Esto apenas empieza.

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