Menos preocupación, más acción

DANIEL ENRÍQUEZ ROBLES

Alfredo Harp Helú es un empresario mexicano al que le gusta que se le anexe el membrete de filántropo, con ello, considera que su imagen de hombre de negocios se torna de una pureza profética.

La figura de “empresario de las grandes ligas” suele verse como deshonesta por las mayorías en México, pues en un país con más de la mitad de la población en pobreza extrema, y otro tanto de la clase media en apuros económicos constantes, los mexicanos solemos ver con ojos de desconfianza a quienes visten trajes con corbatas y usan el avión como medio de transporte rutinario.

Así somos los mexicanos, unos más que otros, pero nuestro ADN conserva y transmite unos caracteres que nos hace tener recelo hacia el prójimo que tiene más que nosotros, al menos es parte de la tesis que sostiene Octavio Paz en su afamado libro El laberinto de la soledad: “En las actitudes de los mexicanos y muy especialmente en aquellas relativas al misterio del origen hay dos actitudes, muy relativas: una de unión y de separación, de afirmación comunitaria y de negación del otro, este doble movimiento de unión y de ruptura es una respuesta instintiva a nuestra historia y también una tentativa por trascenderla”.

El cómo ha construido su imperio empresarial Alfredo Harp es un asunto que no me concierne, sino una frase muy atinada que publicó en su cuenta de Twitter:

“El mundo va a cambiar en forma importante, México debe adaptarse de inmediato, todos a trabajar sobre cambios en los próximos días. México debe actuar, no reaccionar”.

¿Acaso nos está invitando el empresario a que los ciudadanos tomemos las riendas de nuestro destino?

Sin duda, Alfredo Harp hace una descripción del mexicano común en los tiempos de la modernidad digital, mostrándonos como ciudadanos que vociferamos mucho, pero hacemos poco, así como también, creo que esas palabras suyas contienen un mensaje más amplio que debe amplificarse… El empresario no incita a la rebelión social, sino más bien a la organización.

El mensaje se propicia por los cambios que se vendrán entrando el 2017 a nivel nacional e internacional. El alza en los precios de la gasolina, el gobierno republicano extremista de Trump que cambia las reglas de juego político, económico y social, así como el hecho de que el año entrante será la antesala para la transformación o la decadencia de México, pues en las elecciones del 2018 se juega más que un sexenio; están de por medio vidas de mexicanos, estudios de jóvenes, empleos de ciudadanos, negocios familiares de pequeñas y medianas empresas, etc. No debemos tomar a la ligera la responsabilidad ciudadana que tenemos como votantes.

Esto y más es lo que considero que el empresario oaxaqueño nos envía como sacudida mental a todos y cada uno de los mexicanos. Actuemos, no reaccionemos.

¿Cómo hacerlo si contamos con una clase política que no representa las demandas de los pueblos, ni las exigencias de los ciudadanos que hoy están en los primeros lugares del mundo en pago de impuestos?

La partidocracia en México (PRD, PRI, PVEM, morena, PT, PAN, Encuentro Social, Nueva Alianza y Movimiento Ciudadano) no ha sabido aglutinar las conciencias y fuerzas del pueblo mexicanos, al contrario, lo han dividido y lo han confrontado de una manera que amplía el desinterés hacia los problemas que terminan por afectarnos a todos. Decía otro empresario, el español Julio Ariza: “Comprobado que la política y sus protagonistas no parecen ser más que generadores de desunión y conflicto”.

La figura política de los Independientes y el llamado Congreso Nacional Ciudadano también han contribuido en el repudio político de unos con otros, pero a fin de cuentas, la disputa es la misma: el mexicano en contra de otro mexicano.

¿Qué acaso no nos damos cuenta de que esto nos ha llevado al fracaso nacional? Así fue como los españoles se llevaron el oro y la plata de nuestras tierras, así fue como perdimos la parte norte del país que nos robó EUA, así es como el neoliberalismo sigue saqueando nuestros recursos naturales, a tal grado que ni podemos hacer uso de nuestro propio petróleo mexicano en pleno 2016.

¿De qué enorgullecernos si seguimos siendo el mismo pueblo apático, egoísta, desinteresado, falto de educación, subordinado al poderoso, cegado por ideologías políticas y religiosas? Es fácil abusar de una sociedad así.

Lo anterior lo escribo pensando en cantidades proporcionales, si tú lees esto es porque quizás tengas cierto grado o nivel de estudio, tienes acceso a servicios secundarios como una computadora con acceso a internet, pero ni tú ni yo somos México en su totalidad, allá afuera hay más de 5 millones de mexicanos que no saben leer ni escribir, siendo nuestros hermanos de las zonas rurales y pueblos de usos y costumbres quienes más padecen de este derecho humano que es la educación.

No vislumbro cómo poder cambiar este panorama en nuestro país, pues las dos alternativas que nos ha dado la historia: la armada y la pacífica-electoral, ninguna ha sido efectiva para remediar nuestros males como Nación.

Les comparto una serie de acciones que bien pueden ayudarnos a echar a andar la rueda de la transformación de nosotros como personas y en nuestro país, pues recordemos que el escritor uruguayo Eduardo Galeano siempre sostuvo: “Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”.

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