Los verdaderos pensamientos

SARA LOVERA LÓPEZ

La renuncia expres de Juan Manuel Sánchez Macías como magistrado presidente de la Sala Regional de Xalapa del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, a sus 53 años y a punto de jubilarse, resulta una buena lección.  Denunciar que se habla en misógino y en forma grosera sobre el cuerpo de las mujeres, no es aceptable.
De él, con un foco rojo en su cabeza, 48 horas después de sus palabras misóginas e irrespetuosas, se abrieron las críticas, claras y definitivas del Instituto Nacional de las Mujeres y de las diputadas del Congreso de la Nación, tanto como algunos comunicadores y la difusión de medios concretos, radio, medios impresos como El Universal y otros, así como medios digitales de todo México. Nada más.

Una buena noticia es que le dio vergüenza; ¡qué bueno! Es un hecho insólito. Pero, además de festejarlo, llama a reflexionar, porque él, un buen tipo, digamos muy franco, muy macho, dando clases, diciendo por dónde caminar, como cualquier hombre común, en donde dijo cosas reprobables, también dijo lo que pensaba. Durante 40 minutos estuvo burlándose de la idea “teórica” de la paridad y cuestionó que cuando se hacen esas iniciativas no se toma en cuenta la realidad.

Desde su perpectiva, desde su versión de qué piensa, habla en el fondo de lo que piensan millones de hombres en México. Oírlo nos serviría para darnos cuenta de que el mensaje de igualdad y dignidad de las mujeres no ha llegado. Está suspendido. Se escucha ente un pequeño sector, es conocido por personas concretas, ocupadas en los derechos humanos de las mujeres, pero no es popular. No hay forma de hacerlo llegar.

Me parece que esto está conectado con lo que sucedió en las elecciones de Estados Unidos; con la reelección de Daniel Ortega en Nicaragua; con las políticas autoritarias de todo el globo terráqueo; con las ideas difundidas en la televisión por intelectuales de toda clase; con los discursos, con lenguaje masculino; con las clases del magisterio en las aulas de cualquier lugar de la Replública; con el discurso de los locutores de la radio, del más dizque democrático al más machista.

No hemos logrado encontrar el camino para hacernos oír. Nada más, ni más ni menos a las mujeres. No hemos conseguido alianzas importantes y contra corriente tenemos una corriente que piensa que hay que dejar de hablar de las mujeres para hablar de los hombres  que “también sufren”.

Me parece que estamos en la hora de tomar en cuenta el valor de lo que hemos construido. Es hora de tomarnos en serio. De saber a dónde vamos.

Me refiero a tres aspectos o tres grupos que buscan reivindicar los derechos de las mujeres. A las mujeres académicas que hablan hacia adentro, que desprecian a los medios de comunicación, que no tienen idea de las masas magisteriales en paros, huelgas o sumisión sindical y que consideran prioritario explicar teóricamente la realidad que viven millones de mujeres, que dan prioridad a la teoría, sobre la práctica.

A las activistas  que repiten como loros los teoremas de las Naciones Unidas o de las agencias de desarrollo de algunos países. O bien a las dogmáticas que repiten los acuerdos partidarios sin reflexionar.

Y a una tercera vía. A las que en la reivindicación de los derechos de las mujeres, se han vuelto mujeristas sin reflexión. Y que defienten a todas las mujeres acríticamente, que están a favor de que lleguen a posisiones de poder, no importa si son  parte del conservadurismo mexicano. Las activistas por el tema femenino para llevar votos o simpatías a su partido o corriente ideológica.

Las otras, las que ven a las mujeres como sujetas disminuidas, a las que debemos salvar de la pobreza o la exclusión. La corriente que ve a las mujeres sólo como víctimas.

Todas estas posturas hacen que en la vida real las personas no conozcan el fondo de la desigualdad, la marginación y  la exclusión de la mitad de la población, que no puedan entender toda la parafernalia  de la desigualdad. No hemos podido pasar el tema. No hemos logrado organizar a las mujeres por sus derechos.

Mientras, es bien fácil. Las mujeres son botín de guerra. Son hostigadas y disminuidas  en la vida cotidiana; son usadas como objetos en diferentes espacios y los magistrados se burlan, piensan que los derechos y la igualdad son una moda; que las mujeres que hablan a favor de las mujeres lo hacen para encumbrarse, para victimizarse, piensan en que no tienen por qué respetar sus derechos, es más, como dijo Macías, no tienen idea que pedir paridad puede “incendiar un municipio.

Yo creo que hay algo de razón en este hombre común. No hay tras las leyes  y decisiones, un trabajo serio, con las personas, donde educación, difusión e información se hagan. Es como cuando se enviaron las pastillas anticonceptivas al campo sin información; como cuando se habla de derechos sin previa formación; como cuando se llama a misa sin instrumentos  y cuando se habla de historia, sin historia.

Es decir, nada puede ser por decreto, si no se acude a formar e informar a la gente; nada prospera. Tenemos que reflexionar de cómo hemos hecho este camino, que  peligrosamente se revierte y amenaza la libertad, los derechos y la autonomía de las mujeres.

El magistrado podría ser un ejemplo. Se burló de los discursos, de los posicionamientos, de las acciones políticas y de las leyes, porque los partidos políticos, sus dirigencias no han tomado en serio que tienen que cumplir con la ley, y que sí, que los hombres en política nos llevan varias centurias de adelanto, que somos nuevas y que necesitamos formación en democracia y liderazgo.

Necesitamos que el funcionariado público se entere de cosas que las áreas de comunicación no entienden, que es urgente difundir los derechos y es urgente mirar a las mujeres como lo que son, humanas y la mitad de la población; que aportan económicamente y tienen derechos y no son solo madres.

En fin que la situación no es dulce. Y que el sentimiento de los hombres asustados porque tienen que compartir el poder, tienen que volverse humanos y dejar de ser violentos. Y eso depende del Estado, de los maestros y maestras y, por supuesto, de los medios de comunicación.

Bueno, no es utopía, debíamos preocuparnos por el porcentaje, del tamaño que sea, que fue misógino y que llevó a la presidencia de los Estados Unidos y de Nicaragua a personajes acusados de ser violadores de mujeres y misóginos; a personajes que odian cualquier indicio de reconocer la multiculturalidad o una visión desde otra orilla.

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