Las Piezas del Ajedrez: La locura y sus bondades

EFRAÍN ESPARZA MONTALVO

En el año de 1979 estando cursando el segundo grado de primaria en el Instituto Sebastián Cabot, de la ciudad capital, la madre Lupita, maestra del grupo, pidió a los alumnos que cada uno leyese un libro de su elección para poder aprobar el curso y al final del mismo, mediante una especie de exposición individual sobre la obra literaria, comprobar el grado de comprensión lectora. Tenía yo entonces seis años de edad.

Elegí la novela “La Castañeda, 365 días entre locos peligrosos” que mi padre guardaba con recelo en el librero de la casa. La obra relataba la experiencia de Luis (el autor), un aspirante a periodista que se hizo pasar por enfermo mental para ingresar al hospital psiquiátrico más famoso de la época en la Ciudad de México, y conocer de primera mano “el mundo de los locos” –como lo llamaba–, y contar después sus experiencias; la actuación de Luis frente a los especialistas fue magistral pues lo diagnosticaron con “esquizofrenia de forma paranoide incurable”, o lo que es lo mismo “loco de remate.”

Luis ingresó a “La Castañeda” el 8 de enero de 1972 y comenzó la “maravillosa experiencia de convivir con los enfermos mentales más peligrosos de México”, según el relato que él mismo plasmó en su novela. Durante un año hizo vida con “Tarzán”, con “Hitler”, con “Pedro Infante”, con la actriz “Marga López”, con “Pedro Armendariz”, con “Pancho Villa” y con “Zapata”, y hasta con el líder soviético “Nikita Kruschev”.

Pero destacó su convivencia con “Ramón, el presidente de México”. “Ramón” era un michoacano esquizofrénico que se sentía y actuaba como presidente e imponía su ley en el nosocomio en todo momento, incluso cuando se sentaba a la mesa de los alimentos con su compañero Luis. Allí daba órdenes a su “gabinete presidencial”.

Cuenta el autor que en una de sus “comparecencias” ante “los diputados”, el “presidente Ramón” fue derrocado por no comprobar la inmensa riqueza que había adquirido en apenas unos días, y que le permitió “viajar por todo el mundo en compañía de su amada novia, la actriz Marga López, aún estando en el ejercicio de sus funciones.”

Dicha determinación de los “diputados” volvió loco a Ramón, según contaba él mismo a su inseparable amigo Luis, por lo cual había ido a parar a ese centro de internamiento psiquiátrico. No obstante, el ex presidente justificaba su actuación poco honorable aduciendo que sólo eran 20 años los que estaría en el poder, de ahí que debía robar lo más que pudiera. El ejercicio presidencial de Ramón duró apenas tres años.

Luego de 365 días de internamiento y comprobada su lucidez, ya afuera del nosocomio Luis escribió en su novela que el episodio del derrocamiento del “presidente Ramón” lo marcó para siempre, pues descubrió que “hasta los enfermos mentales roban a manos llenas cuando se hacen del poder.”

Lo anterior me permite reflexionar brevemente con mis cuatro lectores sobre la voracidad con que casi todos los funcionarios públicos de los tres niveles de gobierno proceden a la hora de recibir sus insultantes emolumentos.

En el caso de las mal llamadas “herramientas legislativas”, cada uno de los 30 diputados locales percibe mensualmente 200 mil pesos sin contar la dieta que ronda los 185 mil pesos. Así, los legisladores habrán acumulado al término de su ejercicio constitucional unos ocho millones de pesos cada uno, libres de polvo y paja.

Y qué decir de los 203 mil pesos de percepción mensual del consejero Presidente del Instituto Electoral del Estado de Zacatecas, Virgilio Rivera Delgadillo, o de los 107 mil pesos que muy sufridamente gana la presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, María de la Luz Domínguez Campos; sólo por mencionar tres ejemplos.

No sé si se necesita estar loco para recibir semejantes cantidades de dinero por el sólo hecho de representar a los ciudadanos o de realizar las actividades que la administración pública les encomienda, pero de lo que sí estoy seguro es que hay que estar dementes para no ver la realidad del entorno, para no percibir la pobreza lacerante de la gente y para no solidarizarse con quienes apenas perciben 30 mil pesos al año incluyendo prestaciones adicionales como vacaciones y aguinaldo, y que tristemente son la mayoría de los zacatecanos.

Ahora que el gobierno ha admitido su incapacidad financiera para solventar las prestaciones de fin de año de los maestros, y que la Universidad Autónoma de Zacatecas se ha declarado en quiebra técnica, bien valdría la pena que todos los funcionarios de los tres niveles de gobierno, incluyendo a los representantes populares, se hicieran un diagnóstico psiquiátrico para descartar probable esquizofrenia de forma paranoide incurable, o lo que es lo mismo “loco de remate”, de modo que no haya justificación como la tuvo el “presidente Ramón”, para seguir saqueando las arcas públicas en tiempos de apremio como los que vivimos.

De salida 1.- Lo sigo invitando para que me acompañe todos los lunes, martes y jueves de 5 a 6:30 de la tarde en Las Piezas del Ajedrez radio, que se transmite por www.sustaitaradio.com para que juntos construyamos ciudadanía. Le espero.

De salida 2.- A más de tres empleados de confianza de la Universidad Autónoma de Zacatecas les vale madre la grave crisis financiera por la que atraviesa la institución. El pasado lunes, dos camionetas oficiales sirvieron de vehículos particulares para transportar a niños a la Escuela Primaria “Soledad Fernández Bañuelos”, lo que supone desvío de recursos. El comentario no tendría mayor importancia si no es porque un peso que se desvíe en combustible para uso particular, es el mismo que se necesita para solventar la quiebra técnica de la Universidad, pero eso a los abusivos funcionarios les importa un cacahuate.

De salida 3.- Infinidad de rumores se han desatado en el gobierno estatal respecto de la cascada de cambios en mandos medios y directivos prevista para enero próximo, con lo que muchos empleados cobrarán en diciembre su último aguinaldo y quincenas, y otros tantos comenzarán el disfrute de las mieles del poder; así es esto: nada dura para siempre.

Hasta la próxima.

El autor es analista.

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