La UAZ en su encrucijada

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

La Universidad Autónoma de Zacatecas tiene un papel protagónico en la sociedad zacatecana, fundamentalmente en el siglo pasado. La Revolución margina al Instituto Científico de Zacatecas por las convulsiones naturales de una guerra y, prácticamente, en la Toma de Zacatecas se suspende la vida educativa en el Estado. Posteriormente llegó un generalazo de la Revolución que cierra las puertas de este centro educativo que presumía su lema “Orden y Progreso” de los tiempos del Positivismo en el mundo.

Se sobrevive con dificultades y la Institución asume el rol de transformar la vida social, permitiendo que los hijos de los obreros y campesinos pudieran subir en la escala social convirtiéndose en profesionistas.

Así, grandes zacatecanos brillan en el firmamento nacional y los profesores se convierten en apóstoles educativos que entregan su vida casi sin remuneración, para crear una juventud enérgica que toma la conducción de los gobiernos estatales, forma empresarios y sobre todo, líderes.

Me tocó estudiar 10 años –en los 70’s- la Secundaria, la Preparatoria y la Universidad.  Maestros pulcros, puntualísimos, estrictos con los educandos: imposible una falta o un retardo, ni del alumno ni del profesor. Exámenes de la Secundaria con 5 sinodales que duraban días, donde beneficiaban a los alumnos de las últimas letras del alfabeto porque en el examen público también se consolidaba el conocimiento.

Las aulas siempre estaban limpias, como si fueran iglesias: los pisos pulidos, los pizarrones limpios, el orden se percibía y también el progreso.  La puerta se abría a las 6 o 7 de la mañana a más tardar. Como estudiante de Ingeniería, yo mismo fui profesor del Segundo de Física en la Preparatoria y mi horario de entrada era a las 6 de la mañana: los salones eran pocos y había que optimizarlos. La salida era a las 3 de la tarde y había tan sólo 15 minutos para comer la torta de frijoles que la mamá nos hacía, o un café con frijoles en el comedor estudiantil por 35 centavos.

Teníamos instalaciones deportivas para basquetbol. Un rebote del siglo antepasado, una alberca, un bello gimnasio con bolos de madera, paralelas y barra del mismo material, donde esculpíamos nuestro cuerpo.

El laboratorio de Física Médica hoy nos hace recordar París, porque los instrumentos provenían de la Francia avanzada. El Museo de Historia Natural, una gran biblioteca con una colección pictórica, una Sala de Consejo bellísima que algún rector retrógrada –como hubo muchos- la convirtió en algo similar a una cafetería de Vips.

Había una sala para proyecciones en el techo, como el planetario del IPN, toda proporción guardada.  El rector era Abraham Torres, hombre culto y estricto que vivía de su trabajo. Pocos eran los maestros a quienes se remuneraba: a todos los movía el amor a la Institución.

Trabajé dos años como maestro de Prepa y nunca recibí un centavo de salario. ¡Ni me importaba! Sentía el prestigio de la Academia y el orgullo de entregar a mi alma máter algo había recibido.

Pasaron los años, nos hicimos Universidad Autónoma y los gobernadores dejaron de imponernos directores.  Había un celo absoluto de los rectores por mantener la autonomía y cuando se deslizaban un milímetro, el estudiantado reclamaba: ¡Fuera el gobierno de la Universidad!

En una asamblea de la asunción a la dirigencia universitaria, la FEUZ, llegó un gobernador que alguien invitó para quedar bien con el público. Un alumno de Ingeniería interpeló al gobernante sobre el motivo de su presencia. No pudo contestar y abandonó el Auditorio Cervantes Saavedra de nuestra casa.

Los vientos democráticos y la modificación de la educación en el mundo, generaron movilizaciones de los universitarios por la tierra, por la vivienda, por el transporte. Prácticamente nos hicimos gobierno sin serlo. Los gobernadores se sintieron acosados, se repartió la tierra para los “sin tierra”, se construyeron escuelas y la Universidad creció.

Años después vino el acoso de los ricos disfrazados de profesores para retomar el nicho que tanto deseaban tener, para convertir una institución educativa en un recinto sólo para sus hijos. Las masas se rebelaron y así creció nuestra Universidad hasta lo que es hoy.

La Democracia nunca ha sido justa y en los últimos años hubo rectores que daba pena escucharlos en foros nacionales por su mediocridad. Hombres que los grupos habían impuesto y que no nos representaban en modo alguno.

Esta semana hubo que limosnearle a la Secretaría de Hacienda 70 millones de pesos para poder pagar la nómina.  Con esto quedó resuelta esta quincena, pero faltan otras hasta el mes de diciembre.  Se calcula que hacen falta 300 millones de pesos para librar el año. ¿Y la deuda acumulada que nadie reconoce? Su volumen pudiera andar en mil 500 millones de pesos entre lo del ISSSTE, jubilaciones no cubiertas y demás.

El rector que acaba de terminar fue de una torpeza inusitada. Tan cobarde fue, que se escondía para no enfrentar la realidad financiera, lo que provocó la magnificación del caos que hoy vivimos. La Federación quiere el control para convertirnos en la Universidad de Zacatecas: la autonomía estorba.  Hay propuestas para achicar la población de alumnos, para achicar prestaciones a profesores y alumnos y para generar instituciones donde el gobierno estatal o el federal regulen el camino de la inteligencia de nuestro Estado.

La UAZ, es el lente creador y divulgador del conocimiento y transformador de la movilidad social. No formamos albañiles ni sastres: somos parte de la inteligencia nacional, de la cultura cotidiana y no podemos renunciar a ese papel.

Diciembre vendrá pronto con dificultades, pero hace falta un replanteamiento integral que nos permita ser libres. El gobierno Federal con su reforma, intenta transformar a los profesores en esclavos, en educadores atípicos a los que puedan quitar la quincena o el día si no obedecen. En las crisis hay que estar unidos. La lucha tenemos que darla todos. No sólo esta aristocracia universitaria que ha metido en dificultades a nuestra madre: tenemos que participar alumnos, ex alumnos y maestros. Nuestra Patria Académica está en peligro.

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