Ayotzinapa no es la pus

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

La herida sigue abierta y la memoria lacera.

La desaparición de 43 estudiantes hace dos años, ha dejado desolación en 43 familias, en una escuela, infinidad de poblados de donde ellos, las víctimas, provenían, y podría decir en casi toda la sociedad mexicana.

Este hecho repugnante –venga de donde venga- es simplemente inaceptable. Es contrario a todo principio humano y nos devuelve como “civilización” al horror del autoritarismo, nos revela un Estado incapaz de proteger a la juventud (el divino tesoro…el futuro…) y nos mostró en ese momento un país cada vez más sangriento sin estar dentro de una guerra.

Casi toda la población mexicana está indignada, pero no toda. Buena parte no se entera, otro sector cree que se lo merecían, hay quienes opinan y han opinado que seguramente estaban ligados al narco, que eran vándalos, cuestionan su activismo político-social, Enrique Peña Nieto señala “no fue el Estado”.

Y esas posiciones de la gente, que lamentablemente no son pocas, son las que ahondan la herida en esa pretensión de cernir las conciencias y tirar los sobrantes, echan gusanos para acabar con lo que todavía queda, algunos más utilizan sustancias aromáticas para borrar el hedor nauseabundo del hecho en sí mismo y de la grave impunidad.

La pregunta que sigue sin respuesta es ¿dónde están? ¿qué sucedió aquella lamentable noche? ¿quiénes intervinieron? ¿cuál fue el papel del Ejército mexicano? Nada o casi nada. Lo que prevalece es la incertidumbre frente a la impunidad porque las familias, sus compañeros estudiantes, la sociedad que no se ha olvidado sigue esperando que las autoridades digan ¿dónde están esos muchachos? ¿cuál fue la razón, que nunca justificará, su desaparición? ¿quién fue? ¿dónde está la persona que ordenó la atrocidad de desaparecer a 43 jóvenes? ¿fue el Estado? ¿fue el gobierno? ¿fue el crimen organizado? ¿fue el ejército? ¿fue la policía de iguala? ¿fueron todos?

El nuestro es un mar de incertidumbres, nada sabemos a ciencia cierta, vemos desde la lejanía el iceberg pero no comprendemos el tamaño que se cimenta hacia el fondo, la crueldad utilizada, el odio a las personas diferentes, la discriminación, la exclusión. El miedo que paraliza, el dolor que hiela el corazón y que provoca indignación pero no alcanza para más, porque lo que intentamos es olvidar. Las personas indignadas no son felices, pensarán otros.

Tenemos que ponernos en los zapatos de las familias para entender el dolor de ser tocados por la violencia que atraviesa al país entero y que en el caso de Ayotzinapa está plagado de dudas, de leyendas negras, de noticias construidas por mentes retorcidas utilizando los medios y los periodistas dispuestos a todo, dispuestos a pasar sus cerebros, cuerpos y consciencias por el cernidor del dinero, el que todo lo puede, el que todo lo logra…

Insisto, tenemos que imaginarnos a las familias despidiendo a sus hijos rumbo a la Escuela Normal Rural Isidro Burgos, algunos viajan desde kilómetros de sus casas hasta Ayotzinapa, en Guerrero; ahí se harán hombres, ahí tendrán comida y educación, un techo. No estaban ahí los Peña, ni los hijos del gabinete presidencial, ni los hijos de los gobernadores ni los de sus colaboradores, eran “equis”, cualesquiera. Serían maestros, de esos que sí van a la escuela, que sí se preparan y preparan a otros en las montañas, en las comunidades alejadas, pese a las precariedades de la educación magisterial en México.

Pero la noche es larga cuando la pobreza golpea y sacude, más cuando a esa noche se atraviesa la violencia, siempre injustificable,  siempre dolorosa. Tenemos que ponernos en los zapatos de esas familias para entender porque a toda la sociedad mexicana nos hacen falta los 43 muchachos y que haya justicia en este país manchado de sangre inocente.

Ese ha sido el llamado que desde el feminismo se ha hecho para hacer visible y enfrentar la violencia de género. Es decir, estamos del mismo lado.

Las periodistas

En días pasados se dieron a conocer los resultados del Premio Nacional de Periodismo 2015, de ocho premios, cinco corresponden a mujeres. No es casual, de acuerdo a los estudios sobre el trabajo de las reporteras son ellas quienes en los últimos años han puesto su quehacer en la investigación, un tema que debería ser común, pero esa no es solo responsabilidad de las y los periodistas, también tenemos que pensar ¿qué quieren los medios? ¿Hasta dónde quieren llegar?

Felicitamos a las y los ganadores por su merecido reconocimiento y en especial a Sara Lovera López y a Darío Castillejos, confirman hoy más que nunca que esta es una tarea de preparación permanente, de disciplina en todos los sentidos y de constancia. Sara Lovera, a quien conozco desde hace más de 20 años y con quien he tenido el privilegio de trabajar, viajar y soñar despiertas, es la periodista que impulsó el cambio en las redacciones al llamar la atención de los medios para volver los ojos hacia las mujeres. Así nos lo dijo un día de junio de 1994 en Oaxaca, muchas le creímos y seguimos su camino. Además ha sido maestra de al menos dos generaciones de periodistas en todo el país, en América Latina y hasta en España y otros países de Europa.

A Darío Castillejos compañero de El Imparcial no hay más que decirle, su obra, su trabajo diario es siempre obligado, no tiene desperdicio alguno, es referente. Es como me dijo Sara Lovera hace unos días, “si se ha ganado el premio varias veces no hay más: La caricatura se hace en Oaxaca”, nada más certero. Con Darío Castillejos se cumple esa frase que dice: Honor a quien Honor merece. Felicitaciones a El Imparcial por publicar a Darío Castillejos.

Twitter: @jarquinedgar

0 0 votes
Article Rating
Subscribe
Notify of
guest

0 Comments
Inline Feedbacks
View all comments
0
Would love your thoughts, please comment.x
()
x