Masculinidades hegemónicas

ARGENTINA CASANOVA

El mayor obstáculo que afronta el discurso de las “nuevas masculinidades” impulsada desde algunas instituciones, es que se promueven sin partir del reconocimiento de que toda masculinidad por sí misma sólo conoce de hegemonía por ser una noción resultado de una imposición arbitraria, y como tal, busca su aceptación incorporando los “intereses” de la subalterna feminidad (excluida y subordinada). 

Así, venimos escuchando informes en los que se aprovecha la moda por la violencia basada en género para enunciar que ésta también incluye a los hombres, pero sin aclarar por supuesto que es el mismo sistema que oprime a las mujeres, que las violenta, sin reconocer y sin incorporar que, en medio del incremento de la violencia, la que se ejerce contra las mujeres se adaptó y evolucionó.

Son incansables las explicaciones de por qué no se puede incluir a los hombres en las leyes de protección a la violencia basada en género, al menos no en tanto la realidad siga como hasta ahora en un contexto de control y sometimiento basado en el poder económico, en sólidas estructuras de género que se aplican sobre las figuras femeninas o las “identidades femeninas”, incluso sobre masculinidades feminizadas por la opresión misma o autoidentificadas con roles feminizados.

La promoción de las “nuevas masculinidades” supone que los hombres pueden continuar con sus relaciones con múltiples parejas que dan sustento y fundamento al mito-discurso hegemónico de la hombría a partir de las parejas y el sexo, añadiendo el enfoque de una nueva forma que únicamente muta y evoluciona hacia un “usar condón” y “proteger a su pareja”, así desde una posición superior de “cuidado” a un débil incapaz de decidir por sí mismo.

El discurso entraña por supuesto una forma de “alianza” o apoyo con la oprimida, con la subordinada que es la subalterna y sin la cual es imposible comprender la hegemonía de la masculinidad.

Pero, ¿realmente puede hablarse de una masculinidad que no va al fondo de la esencia misma, que ni siquiera supone un trastocar que lo femenino como lo masculino son una imposición arbitraria basada en una noción dicotómica del deber ser en relación con una genitalidad específica?

No, por supuesto.

Lo más fácil es pretender que la nueva masculinidad supone un enfoque en el que como cuando se construyen nuevas hegemonías incorporan las voces de las oprimidas, se concede, se actúa con anuencia y “cuidado” de ellas, porque una nueva hegemonía no basa el control en la violencia, sino en la mirada condescendiente. 

No cuestiona la sexualidad ni la forma como la “masculinidad” percibe su propio goce y su propia aproximación a la sexualidad, la entiende y la promueve desde una masculinidad hegemónica dominante.

No hay mayor hipocresía que suponer una nueva masculinidad sin abordar, como sí se hace desde el feminismo, la deconstrucción de las nociones del poder, el control, desde un nuevo horizonte de poder de múltiples participaciones, y que la “masculinidad hegemónica” está imbricada en distintas esferas como lo es la política, cultural, económica, social y con ello, lo laboral, lo sexual y lo más íntimo.

De lo contrario seguimos bajo el supuesto de que el dominio y la libertad sexual de la masculinidad y su posición “protectora” sobre una débil feminidad, realmente constituye una pieza clave de la creencia que alimenta la “perversa división del trabajo” en el espacio privado.

Aún más, supone que la masculinidad hegemónica sigue basada en la fuerza y el ímpetu de la penetración subyugante frente a una persona penetrada subyugada, y es como lo personal, lo íntimo de la sexualidad se revela en un masculino dominante sobre un femenino subyugado latente en el discurso de que quien se abre, se vulnera. De ahí el símil expresivo entre un equipo ganador y uno perdedor como el que “coge y el que es cogido”. 

Así y sólo así podemos entender la lucha y el afán por ganar, por imponer, por el liderazgo vertical y por supuesto por la incapacidad masculina de permitir que haya un participación femenina mayoritaria y liderando los cambios, y en cambio le apuestan a un liderazgo masculino de los feminismos. La hegemonía otra vez, la única y la que se resisten a cuestionar.

La fórmula, el camino no se los vamos a indicar, pero sí les decimos que no somos las subalternas que agradecen la concesión porque “incorporen las visiones de las mujeres”, lo que buscamos no es la permanencia ni la continuidad de intereses masculinos y femeninos basados en discursos hegemónicos, sino atrevernos a transitar hacia una sociedad sin violencia y opresión contra las mujeres, y en consecuencia contra el otro feminizado desde el suponerlo débil. 

* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche

16/AC/RMB

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