Las capitalinas no se van a dejar

SARA LOVERA

Es impresionante la respuesta. En una semana: dos foros, pronunciamientos y candidatas feministas a la Constituyente que le dará, finalmente, categoría de entidad federativa a nuestra capital.

Espacios de todo: reflexión, demanda, lucimiento, promoción política y presencia. Las capitalinas, desde que esta ciudad es ciudad, hemos estado. Las indígenas, las pelonas, las Jesusas Palancares de la revolución y las maestras que nos dieron el voto. Lo mismo que las catrinas y las universitarias.

Foros para que, quienes vayan a definir una nueva Constitución, escuchen. Lástima que a los grandes y potentes medios no les importó. Ese es el fracaso de una idea, un sueño, que los medios nos vieran. Perdido el camino, perdido el espacio.

No es cosa sencilla. Este territorio ha concentrado poder y convocatoria; ha sido la punta de lanza de las grandes transformaciones nacionales, ha puesto el ejemplo en participación ciudadana. Es el lugar donde nació el nuevo feminismo en los años setenta; desde aquí operó el primer programa de radio en la UNAM para discurrir sobre la condición de las mujeres.

En esta ciudad, donde la presión demográfica nos ha significado pérdidas y altos costos de seguridad, de vivienda, de agua, de trabajo, de basura, no ha perdido gobernabilidad ni en los momentos más críticos y difíciles.

En 1985 la gente se organizó para salvar vidas, para conducir el tránsito, para apoyar a los y las hambrientas, para llevar agua, para atender a los buscadores de familias, para conectar los teléfonos que estuvieron a punto de romperse, la gente se solidarizó. Las mujeres se volvieron auto constructoras de sus casas.

Aquí nació un nuevo -porque ya existía- movimiento urbano popular. Ahí, se fueron a incrustar algunas feministas. Las mujeres de la ciudad de México han vivido muchas calamidades, pero han sabido desarrollar lo que hoy se llama resiliencia.

Vivimos momentos estelares, como cuando las maestras tomaron el zócalo para pedir el voto ciudadano; o aquellas mujeres que le protestaron al general Lázaro Cárdenas, o las que fueron a Bellas Artes a entregar sus anillos de boda para pagar a las empresas extranjeras del petróleo.

O la toma de los barrios, cuando doña Amalia González Caballero impulsó el teatro popular, y hay que recordar las campañas masivas, reales, de vacunación, casa por casa, las enfermeras todas vestidas de blanco, impidiendo que creciera la poliomielitis, no como ahora que en la tele la autoridad dice se enfermaron de influenza porque no se vacunaron, ¿a qué hora? Las promotoras que recuerdo de niña, llegaban a la casa los domingos, todo mundo trabaja ahora.

¿Quién hace políticas públicas ahora? Para atender a esas mujeres de doble jornada, de infinitos y largos viajes para ir a ganar algo de dinero; quién se ocupa de las y los niños a la salida de la escuela, dónde está el policía de barrio, dónde está el cura que no haga política sino asistencia vecinal, dónde está la seguridad que haga posible que las y los niños vuelvan a la escuela sin temor.

No. Por eso hay que aplaudir a las Constituyentes que este domingo tomaron, como Margarita Mendoza, las escalinatas de la Asamblea. Margarita Mendoza lo hizo en década de los cuarenta pidiendo el voto.

Por eso el foro de las senadoras, con las funcionarias del gobierno de la ciudad de México fue importante, porque ahí salieron a relucir los hoyos negros, la salud en riesgo, el trabajo informal e indecente para las capitalinas. Y también quedó claro que hay feministas echadas para adelante, que quieren ser constituyentes, por la vía de las candidaturas independientes, pero que el modelito de las setenta y tantas mil firmas puede impedirles, claro, a menos que sean designadas por algún partido.

Luego, las que ya se acostumbraron a los desplegados y las protestas por las redes sociales, que ni implican ir de puerta en puerta, como cuando Amalia García hizo su primera campaña en mi delegación o cuando Patricia Mercado viajó por todo el país, aquí y allá para buscar el voto y menos las cartas, protestas, desplegados y golpes de pecho, van a ser lo mismo que hicimos gracias a las libertades capitalinas, eso de ir al zócalo a cada rato: por esto y por lo otro, para hacernos ver, estudiantes, trabajadoras, mujeres, la coordinadora Benita Galeana que ya ni se acuerdan de ella

Se quiere borrar también esa posibilidad maravillosa de ir a nadar al deportivo cercano a la casa. Ahora ya hay mucha contaminación. Y no se puede. Todas hablan de esas libertades que no dejarán que se pierdan. Esta ciudad es nuestra y la Constituyente debía escribir un nuevo pacto, donde la Nueva Constitución tuviera en su preámbulo el reconocimiento a esas mujeres que hemos construido la democracia, que en nuestro andar logramos la interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio igualitario, el seguro contra la violencia, los permisos para poner nuestros negocios en todas las esquinas de la ciudad, nuestro derecho a tomar las plazas y las calles.

La consigna que ayer retumbó en la Asamblea, en el centro de la ciudad, es bien clara, las mujeres quieren una Constitución Democrática, Popular, Ciudadana, Diversa y Feminista. Punto.

A ver qué hacen las y los intelectuales que de dedo fueron puestos a pensar en cómo organizar un documento, que hicieron hombres y mujeres en países como Bolivia, Nicaragua y Cuba, cuando el tono era revolucionario y estaban conscientes de que el cambio no es de dedo ni de asignación, sino de verdadera conciencia.

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