Feminización de la desaparición en México

ARGENTINA CASANOVA

En los últimos años en México, siete de cada 10 personas desaparecidas entre los 15 y 17 años de edad, son niñas-adolescentes que para tragedia de muchas de las familias concluye con feminicidio, final de un ciclo de violencia en el que, la desigualdad y la violencia estructural son causa, contexto y consecuencia. 

La desaparición forzada se ha construido como un evento grave que ocurre en el país desde finales de los años 70, cuando se presentaba particularmente contra mujeres y hombres que participaban o de los que se sospechaba alguna disidencia, características similares a las desapariciones aberrantes de las dictaduras militares.

Hoy día, las desapariciones persisten y se van adaptando a los nuevos contextos de la sociedad mexicana y a la violencia del Estado contra sus poblaciones.

Cuando hablamos de personas desaparecidas en México recordamos a los 43 jóvenes estudiantes de Ayotzinapa, pensamos en los líderes de movimientos sociales, y en poblaciones de Guerrero, Oaxaca, Michoacán y otros estados en los que ha sido latente.

Se habla en los medios de comunicación, en las redes sociales de las 25 mil personas desaparecidas en los últimos años en México, de los registros de personas desaparecidas y sin duda, el grave y tristísimo fenómeno creciente de la niñez y su desaparición dejando tras de sí familias en perpetua búsqueda.

Dolor que no termina, que no tiene paz. Lo sabe cualquiera que haya visto a los ojos a un familiar de una persona desaparecida, a la madre o padre de un hijo desaparecido… y de una niña, una adolescente, una joven que un día fue “por copias” para la escuela, y ya no volvió.

La peor parte de esa pesadilla comienza cuando el Estado no es capaz de responder con una búsqueda inmediata, con la apertura de investigaciones con perspectiva de género que atienda características específicas, considerando que están implícitos otros delitos graves como la trata, el secuestro o “rapto”, como ocurre en algunas localidades rurales, o la explotación laboral y/o el abuso sexual.

Las mujeres y las niñas empezaron entonces a ser una estadística más pero invisibilizada en medio de la tragedia de los miles de “desaparecidos”.

No salen multitudes a demandar su aparición, y cuando alguien lo hace, son las mismas mujeres que protestan contra el feminicidio: las feministas y las madres que nunca desistirán en la lucha por encontrar con vida a sus hijas.

El pasado miércoles 20 de enero, en el Senado tuvo lugar el “Foro Desaparición desde una Mirada de la Infancia”; la gravedad de la realidad de cientos de niñas y niños desaparecidos en todo el territorio nacional quedó evidenciada más allá de las cifras.

Estuvieron madres y padres de niñas, niños y jóvenes que son arrancados de sus hogares a golpe de la violencia que azota a este país.

Estuvo la madre de Esperanza, una niña de nueve años desaparecida en el Estado de México, a la que sigue buscando día a día. “Se robaron un pedazo de mi corazón, a mi más preciado tesoro”, dice entre lágrimas mientras muestra un cartel con el rostro amado que suspendió en el tiempo a toda la familia.

Porque cuando una persona de la familia desaparece, sea niña, adolescente o persona adulta, el efecto devastador impacta a toda la familia, incluso representa un cisma en la comunidad que se mira a sí misma desde otros ojos, los de la vulnerabilidad.

El tormento de las madres se agranda cuando el tiempo pasa y no hay información de sus hijas, cuando encuentran restos que les dicen que “eso es su hija”, y sin garantizar la identificación de éstos les son entregados para que ahí se cierren todas las investigaciones.

Miles de historias idénticas que se repiten día a día en todo el país.

No hay paz para las madres y padres, no hay tranquilidad para el resto de la familia, ni para las mexicanas que a diario leen diarios llenos de noticias en las que las mujeres, niñas y adolescentes aparecen o como “desaparecidas” o como “los cuerpos” arrojados a los ríos de aguas negras.

La exigencia es por una Ley de Desaparición Forzada que incluya, necesariamente, una perspectiva de infancia, y urgentemente, de género para considerar las implicaciones de riesgo cuando la persona desaparecida es mujer. 

* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche

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