Urge conciencia, cultura y dignidad

BLANCA ESTELA IBARRA ROJAS

Durante los  últimos fines de semana he tenido la oportunidad de visitar al menos 15 diferentes comunidades de siete municipios en nuestro estado.

Si bien es cierto, la vida de las comunidades es apacible, tranquila y hasta de  camaradería, -bueno, así lo reflejaron  los lugares que visité- pero lo que realmente es impresionante es la cantidad de hijos que las mujeres tienen.

Y más que impresionante, es aterrador y lo digo porque, ¿cómo es que van a alimentar, educar, vestir, formar a tanto chamaco?

  En comunidades, a menos de 60 km de la capital del estado, sigue predominando el común denominador de  madres jefas de familia que, ahora, no sólo se quedan a cuidar a sus hijos, mientras los señores emigran; al contrario,  ellas mismas tienen que ir en busca del sueño americano porque el hombre no regresa y ni se acuerda que dejó esposa e hijos.

Pero eso no es todo, hay más: lo que más me espantó ha sido la falta de responsabilidad de mi género para vivir una sexualidad con protección o tal vez el recalcitrante machismo del que continúan siendo víctimas,  lo que las obliga a practicar  la sumisión como bandera principal de su hogar para evitar ser violentadas no sólo de manera sexual, también física.

Quiero ser muy cuidadosa en mis palabras porque estoy hablando de mujeres que  luchan todos los días, como yo,  de manera valiente y aguerrida para que a sus hijos no les falte nada.

Sin embargo, me di cuenta que ahora esos  cinco o seis hijos que tienen que mantener, son de diferente papá.

Y créanmelo, aquí no aplica eso de los míos, los tuyos y lo nuestros, porque esas mujeres ¡están solas!, sin el apoyo del responsable que les ayudó a procrear a esos niños y niñas

La gota que derramó el vaso fue cuando me topé con un hombre llamado Andrés de algunos cuarenta años, que con tal orgullo me  contó que él tenía 15 hijos de al menos 10 mujeres diferentes. Ah! Pero eso sí, sólo mantenía a dos, porque “así había lo había querido la vida”.

No puedo expresar en estas líneas todo lo que pensé de ese hombre…, digo… si se puede decir hombre.

Quisiera en este momento asegurar que las políticas públicas, así como las campañas y las acciones en materia de salud y  planificación familiar son las que han fallado y han sido tan ineficientes e ineficaces como los propios responsables de su aplicación.

Pero no me atrevo  a hacerlo… porque también se trata de decisión personal… de valores, de cultura… Hay cada vez mamás más jóvenes que no alcanzan ni siquiera la mayoría de edad y que se embarazan en la secundaria o en la preparatoria. ¿Dónde están los padres de los jovencitos que no protegen a sus novias o  los papás de esas casi niñas que deciden iniciar su vida sexual a tan temprana edad y sin protección?

¿Qué está fallando?

Espero no ofender con mi comentario a las integrantes de asociaciones de feministas, porque el único objetivo es dar a conocer el inminente problema que tenemos en nuestra sociedad y que las autoridades y tal vez nosotras mismas, evitamos ver y lo más importante, no hemos actuado para resolverlo

Urge terminar con la burocratización de la salud. “La gran tarea, -y aquí parafraseo al diputado local José Luis Figueroa-, es la reconstrucción del tejido social y la exigencia de la ciudadanía al gobierno para que aplique políticas públicas con inversión estratégica. Educación es la solución, cultura, conciencia y dignidad”… Palabra de Mujer.

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