El tsunami de los partidos políticos

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

El Triángulo de las Bermudas es un área geográfica con forma de triángulo equilátero situado  en el océano Atlántico entre las islas Bermudas, Puerto Rico y la ciudad norteamericana de Miami. Al unir estos tres puntos con una línea imaginaria se forma un triángulo de unos 1600 a 1800 km de lado, y una superficie de 1.1 millones de km² aproximadamente.

El término fue creado en 1953, por varios escritores que publicaron artículos en revistas acerca de la presunta peligrosidad de la zona.  Las naves que viajaban a Europa en la Colonia pasaban continuamente por este lugar para aprovechar los vientos dominantes y la corriente del Golfo, que es  un área con un tiempo muy inestable conocida por sus huracanes y sólo equiparable con el  Triángulo del Dragón, ubicado en el mar del Diablo, cerca de Japón.

Pareciera que el vórtice de alguno de esos triángulos macabros se ha movido hacia estas latitudes. El pasado proceso electoral federal provocó que los partidos opositores lograran magros resultados contra un PRI y un presidente de la República que se daban por muertos y que resultaron amplios ganadores.  Para el PRI será fácil lograr mayoría en sus decisiones, con sólo sumar a alguno de los partidos que aún conservan su registro después de la hecatombe: ni siquiera deberán de acudir al PAN o al PRD que son las fuerzas opositoras más consistentes.  Si se presentara la necesidad de reformar la Constitución, habrá que acercarse a cualquiera de ellos dependiendo de la orientación de la modificación: siguen listos para “entregar el cuerpo”.  El Revolucionario Institucional no tiene problemas a la vista.

El PAN acaba de pasar por una desastrosa contienda electoral interna donde el Maderismo que gana tiene que deslindarse del Maderismo que pierde.  Han quedado para el futuro: el peso político de un expresidente vivo –Felipe Calderón- en favor de una ex Primera Dama que aspira a la Presidencia de la República y un expresidente medio muerto -Vicente Fox- con su escudera Martha Sahagún, siempre estorban al PAN y con una frecuencia mayor a la necesaria, ayudan al PRI.

Por su parte, el Partido de la Revolución Democrática que despreció a Cuauhtémoc Cárdenas como alternativa a presidirlo, simuló una contienda interna transformando su elección universal y secreta en una junta de notables, para poder definir a puerta cerrada a su nueva dirigencia. El doctor Guillotin afila su arma, pues han determinado una retirada colectiva, esperando que brote la “sangre nueva” –que ojalá no sea la de los Chuchos 2- para dar al partido un soplo de supervivencia.  Su número de diputados esta vez, es uno de los más bajos históricamente desde su fundación.

El Partido del Trabajo ya habita en los infiernos electorales: su nicho correcto en virtud de que la corrupción, el nepotismo y las alianzas con PRI, PAN, PRD y si hubiera sido posible con el Partido Republicano de los Estados Unidos, le llevaron por fin a la tumba.  Tan severa fue la crisis que hasta Cuauhtémoc Blanco ganó una de las ciudades más importantes del país, y el Payaso Lagrimita habría dado un buen susto al sistema de no ser porque fue suspendido una temporada de la contienda.

El viejo PRI, en alianza con el nuevo PRI -porque nunca se han podido identificar diferentes en malos hábitos- fue sacudido, pero a pesar de devaluaciones, Ayotzinapa, la casa blanca, rumores de enfermedad presidencial y bajos pronósticos de crecimiento para el país, resistió ante una oposición torpe y una izquierda descuartizada por Andrés Manuel López Obrador, uno de sus fundadores, que más que quitarle votos al gobierno se los arrebató a los partidos que le acompañaron y que le prestaron el registro durante más de 25 años.  Su miserable 8 por ciento de votos después de varias campañas perdidas –en Tabasco, 2 presidenciales y una al gobierno de la Ciudad de México donde perdió prácticamente con Santiago Creel y hubo de sobrevivir a base de la respiración artificial que le dieron Rosario Robles y el hoy traicionado Marcelo Ebrard-  no pinta su camino hacia una candidatura presidencial.

La oposición democrática unida en la pasada contienda, habría ganado las gubernaturas que estuvieron en juego y las diputaciones federales.  México es el único país de Latinoamérica que a partir de 1988 no ha dado a la izquierda una sola vez el poder federal.  Los Kirchner en Argentina, Bachelet en Chile, Lula y su equipo en Brasil, los tupamaros en Uruguay, Morales en Bolivia,  Chávez en Venezuela y hoy incluso Fidel Castro da un gancho al hígado con un uppercut y derrota al imperio norteamericano sin ir a las urnas.

Los funerales del sistema se conducen hacia un 2018 convulsivo y sin esperanzas para la patria. Cuidado con esos escenarios.

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