La Morisma de Bracho. Su historia

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

Don Luís Cabrera de Córdoba escribió como testigo que fue del acontecimiento: “Jamás se vio batalla más confusa; trabadas de galeras una por una y dos o tres, como les tocaba… El aspecto era terrible por los gritos de los turcos, por los tiros, fuego, humo; por los lamentos de los que morían. Espantosa era la confusión, el temor, la esperanza, el furor, la porfía, tesón, coraje, rabia, furia; el lastimoso morir de los amigos, animar, herir, prender, quemar, echar al agua las cabezas, brazos, piernas, cuerpos, hombres miserables, parte sin ánima, parte que exhalaban el espíritu, parte gravemente heridos, rematándolos con tiros los cristianos. A otros que nadando se arrimaban a las galeras para salvar la vida a costa de su libertad, y aferrando los remos, timones, cabos, con lastimosas voces pedían misericordia, les cortaban las manos sin piedad. La codicia solamente, fue capaz de salvar  algunos turcos.”

La Batalla de Lepanto fue un combate naval de capital importancia que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 en el golfo de Lepanto, situado entre el Peloponeso y Epiro, en la Grecia actual.

Se enfrentaron en ella la armada del Imperio otomano contra la de una coalición cristiana, llamada Liga Santa, formada por el Reino de España, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya. Los cristianos resultaron vencedores, salvándose sólo 30 galeras turcas. Se frenó así el expansionismo turco por el Mediterráneo occidental. En esta batalla participó Miguel de Cervantes, que resultó herido, sufriendo la pérdida de movilidad de su mano izquierda, lo que le valió el sobrenombre de «manco de Lepanto». Este escritor, que estaba muy orgulloso de haber combatido allí, la calificó como «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros».

Con la perspectiva que da la lejanía de los años, los historiadores piensan que realmente en Lepanto se definió el destino del mundo, que no hubiera sido el mismo, si la expansión turca se hubiera consolidado.

La más importante fiesta conmemorativa de la Batalla de Lepanto en América, tiene lugar en Zacatecas cada año.  A pesar de ser una entidad que está enclavada en el centro norte del territorio nacional y que no tiene ninguna salida al mar, que se le vea.

El último fin de semana del mes de agosto se lleva a cabo la celebración de la muerte de San Juan Bautista, en la población de Bracho, que se suma a la conmemoración de la batalla de Lepanto, en un evento de un sólido contenido cultural al que se ha denominado Morisma, y que  es una representación teatral en la que participan alrededor 15 mil personas para recrear  los combates entre moros y cristianos del s XVI.  Comenzó a realizarse en 1662 en Pánuco primero, para luego trasladarse a Bracho.  Los primeros actores – por orden de antigüedad- fueron los trabajadores de don Domingo Tagle de Bracho.  Fue hasta 1831, cuando se establece formalmente la cofradía de san Juan Bautista, y se cede ente esta celebración a un grupo reunido por su fe.

La celebración empieza el viernes por la tarde con la representación de la muerte de San Juan bautista, y el sábado se   recrean varios combates, el domingo inicia con un desfile por las calles de la ciudad de Zacatecas,  en el que participan alrededor de 15 mil personas entre hombres mujeres y niños. Ya de vuelta en Bracho se dice misa y al terminar esta se empieza la representación que finaliza con la victoria del “ejercito cristiano” y la decapitación del rey turco. El evento atrae a miles de curiosos y se ha convertido en una tradición que en Bracho se guarda celosamente como un tesoro. Los actores no son improvisados, sino que desde niños han pertenecido a la Cofradía de San Juan Bautista. Se preparan largamente para desempeñar su papel. En el vestuario de los ejércitos hay una abigarrada mezcla de épocas. Los soldados moros portan uniformes de estilo francés; mientras que los  jefes moros ostentan un cinturón de terciopelo con una luna, símbolo del Islam, además de llevar un turbante que enfatiza su jerarquía. Los cristianos portan pantalón blanco, botas negras y camisa roja. Ambos ejércitos luchan con rifles y son acompañados por sus respectivas bandas de música.

La Morisma se inicia con el reto de Fierabrás al emperador Carlomagno.  Frente a la primera victoria de los cristianos, la multitud enardece feliz, para luego verlos caer ante la ferocidad turca. La victoria definitiva se logra cuando don Juan de Austria corta la cabeza del Rey Moro, misma que se exhibe en la punta de una lanza al público asistente. Termina entre música y cantos este acontecimiento, que empieza a preparar su secuela para el año venidero en el mismo instante en que termina.  Tan importante es para los miembros de la cofradía, que cada año resulta mejor, sin duda alguna.

Así crecimos en la natal Zacatecas, con una batalla de moros y cristianos que nos confundían totalmente tanto a niños, como a jóvenes y adultos, con la magia popular de enlazar historias inexistentes creadas con el ingenio popular y transformadas en una obra espectacular que se desarrollaba en Bracho. No entendíamos qué tenían que ver los siete pares de Francia y San Juan Bautista con la batalla de Lepanto.  Fierabrás entre otros personajes y un vestuario más parecido al de los invasores franceses contra Benito Juárez –quizá lo tomaron de allí popularmente, y así fueron representados-  Soldados con arcabuces, con una pólvora explosiva, cañones de miniatura –medían menos de medio metro- un puente hechizo entre estos cerros históricos, las figuras de carne humana en el cerro de enfrente, la media luna y los turbantes y corporales figuras de hombres y mujeres que al terminar su representación descienden de un cerro para ir al otro, como si los persiguiera un batallón inexistente.

Tradición centenaria que los zacatecanos no podemos aún comprender: ¿cómo 15 mil hombres y mujeres tienen como proyecto de vida regalarnos este fastuoso banquete que la madre patria, España, utilizó para imponer la fe? ¿cómo se puede matar, destruir a los de fe diferente a nosotros y llegar al cielo, sin embargo, sin pasaporte?  Esos son los verdaderos orígenes de la cofradía de San Juan Bautista, o la del Santo Santiago que en el Estado de México se festeja de manera casi simultánea a la de Bracho.

Era la fe la que daba vida a los pueblos, la que permitía vivir o morir.  Fue la fe la que aún sin la Virgen de Guadalupe, se asentó en la ciudad y por lo menos un 10 por ciento de la población de nuestra capital participa en este evento que, sin intervención del gobierno o de la iglesia, ha logrado perpetuarla durante tantos años, para mantenerla como una festividad religiosa que luce hasta nuestros días.

Zacatecas, sus tradiciones y sus leyendas, su riqueza cultural, sus palacios de la avenida Hidalgo, su catedral excelsa, su acueducto del Cubo, son símbolos no solamente de la Patria, sino del mundo, como lo es Segovia, Cartagena de Indias, Toledo, como lo son otras bellas ciudades, únicas en el orbe.

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