Los niños de todos

JUAN GÓMEZ

La clase política mexicana no ha podido trascender del discurso a los hechos, de la palabra a la acción, y de ello, hay múltiples ejemplos a lo largo y ancho de la historia del sistema político mexicano y de la alternancia en  el país.

El caso de los niños repatriados no acompañados es un hecho que lacera no exclusivamente a una clase gobernante inmutable, insensible, que no cambia ante la realidad, sino que solo construye una dialéctica mediática que termina convertida en soliloquio, pero que no da el otro paso, el de la acción ante una circunstancia que demanda su involucramiento.

Todo lo contrario. El discurso político se traduce en demagogia en el mejor de los casos y en ocurrencias verbales en el peor. Los mexicanos estamos acostumbrados a interpretar el lenguaje del revés: cuando dicen que se suspenderán los “gasolinazos” sabemos que el aumento gradual a la gasolina continuará. Cuando dicen que el Gasoducto Centenario terminará en una semana, conocemos que no se cumplirá nuevamente con eficiencia la introducción del gas natural en Zacatecas.

Otro ejemplo es, sin duda, la expulsión de niños no acompañados de los Estados Unidos, muchos de ellos zacatecanos, que fueron arrojados en centros de detención norteamericanos, bajo  condiciones humillantes y de violación a sus derechos humanos.

La crisis de los niños migrantes acaparó la atención de los medios de comunicación y de un sector de la sociedad norteamericana y mexicana, pero no la de las autoridades de nuestro país, ni la del gobierno federal y menos aún del estatal.

El pasado ocho de julio el Senado de la República organizó el foro “Menores migrantes no acompañados: la crisis humanitaria del Siglo XXI en América”, en la que la ministra consejera de la Embajada de los Estados Unidos en México, Laura Dogu,  “informó que del primero de octubre del 2013 al 15 de junio del presente año, agentes de procuración de justicia de su país detuvieron a más de 52 mil niños que entraron ilegalmente a la Unión Americana sin la documentación requerida y sin familiares adultos que les acompañaran”. (http://www.oem.com.mx/laprensa/notas/n3458865.htm)

La funcionaria norteamericana hizo una apretada síntesis de los riesgos y agresiones a las que están expuestos estos niños y niñas migrantes no acompañados, que son expulsados de sus lugares de origen por diversas circunstancias, pero la prevalente es una, inobjetable: la miseria.

Laura Dog afirmó que “el costo humano que representa esta inmigración irregular -muerte, lesiones, agresiones sexuales y otras experiencias traumáticas- es inmensa. «Estos niños están expuestos a un peligro extremo y al abuso criminal a lo largo de todo el trayecto. Están siendo explotados y se les pone en situaciones de gran peligro, dijo al tiempo que enfatizó que es un reto compartido en el que México y Estados Unidos deben trabajar junto”.

 Si bien es cierto estos más de 52 mil niños mayoritariamente centroamericanos (hondureños, salvadoreños, guatemaltecos y mexicanos, principalmente), pero muchos de ellos son zacatecanos, de distintos municipios que han acelerado el deterioro de sus condiciones económicas y sociales.

La desesperanza es la que acompaña a estos niños no acompañados, que son expulsados de sus lugares de origen, a causa de la desolación que caracteriza a las comunidades, en donde la falta de condiciones para la producción agropecuaria, comercialización de los productos, y ausencia de programas gubernamentales que arraiguen a las familias, es la constante.

Después de varios meses de esta crisis el gobierno estatal a través del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), que “para revertir esta tendencia se implementó el esquema Trabajo Infantil, con el que se entrega una beca anual de dos mil pesos, la cual, aceptó, no es muy elevada, pero les es de mucha utilidad porque con ese dinero compran sus útiles, zapatos y otras cosas que requieren para continuar su educación. (http://lasnoticiasya.com/2014/06/de-guadalupe-nochistlan-y-jerez-el-mayor-numero-de-ninos-migrantes-lucia-alonso/)

Cabe mencionar que de enero a la fecha aproximadamente 106 niños zacatecanos no acompañados, han intentado cruzar la frontera norte, de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Migración. Empero, el sistema estatal DIF solo ha dado a conocer que 27 fueron atendidos por esta dependencia zacatecana.

Como puede observarse no existe una política integral en Zacatecas de atención a estos niños, puesto que los apoyos que se les han dado hasta el momento, son parte de los recursos presupuestados y previstos por el programa Sumar.

Sólo hasta que la presión mediática hizo sus efectos la autoridad estatal reaccionó mediáticamente, pero sin una propuesta que ofrezca contener el fenómeno, atenderlo y darle seguimiento puntual.

La falta de atención gubernamental a este fenómeno no es privativo de la actual administración, es la constante de todos los gobiernos zacatecanos que solo han centrado sus esfuerzos en el programa 3X1, que constituye una acción solidaria de apoyo a las comunidades de origen de los migrantes, pero que no representan un factor de reactivación de la economía local o regional.

En el ámbito político también ha sido un fracaso la representación de los  migrantes en el congreso del estado, puesto que no ha existido un trabajo parlamentario que contribuya, en este caso por ejemplo, al respeto de los derechos individuales de los niños migrantes no acompañados.

Zacatecas es un estado de migrantes que en la administración pasada fue catalogado como un “estado binacional”, pero esa proclama solo está en el discurso político y no en la acción.

Es contradictorio como las autoridades gubernamentales del sector salud han constituido hospitales del niño y de la madre, pero han guardado un sepulcral silencio ante este fenómeno que nos compete a todos.

¿Hasta cuándo la clase política abandonará el discurso vacío y adoptará la acción como forma de gobierno?

Al tiempo.

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