El zacatecano payaso bell

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

En la visita a Real del Monte, es fundamental el paso por el Cementerio Británico, que tiene entre sus ilustres moradores  una infinidad de historias descritas en sus tumbas.  Su belleza es inusitada, por los mármoles: la del novio pobre, que ama a la hija de un rico minero, quien al descubrir el hecho la enclaustra en su propia casa.  Ella se suicida y, como Romeo y Julieta, él hace lo mismo al enterarse de la muerte de su amada.

Don Chucho, el sepulturero, un hombre viejo, de unos ochenta años, de dicción completa y aspecto un poco parecido a Cuasimodo, el personaje de Víctor Hugo en la novela sobre Notre Dame, con un lenguaje incongruente y con contradicciones en la exposición, pero que hace, de alguna forma, que los visitantes queden estupefactos, más que con sus historias, con sus leyendas.  Y narra una…

“Que la tumba ubicada del lado izquierdo del panteón, a la que corresponde el número 55, de un plano de mediados del siglo pasado, con lápida de cantera, es el único de los sepulcros de este lugar que se orienta hacia el Norte y no al Oriente como todos los demás. Quizá era el único espacio pendiente de ocupar, o quedó así dispuesto por disposición de su morador”.  Don Chucho asevera que la tumba corresponde al payaso Ricardo Bell, el más famoso del mundo en su tiempo, y afirma que al conocer Real del Monte y visitar el panteón inglés, decidió apartar su lugar para cuando le llegara el momento.  Eligió que su entierro diera hacia México, dando los pies a Inglaterra.

Es una tumba atípica, extraña y curiosa.  Desde luego, lleva el nombre de Ricardo Bell.  Sin embargo, una de sus biógrafas, Silvia Bell de Aguilar, asegura que el payaso Bell murió en Nueva York en el año de 1911 de una enfermedad pulmonar, precisamente el 12 de marzo, a la edad de 53 años.  Según esta versión, fue sepultado en la propia Nueva York

Ricardo Bell, un personaje de bigote abundante, ojos azules, risa fácil y con un apellido encantador, tuvo trece hijos, visitó prácticamente el mundo entero y, desde luego, los lugares más importantes de la República como Guadalajara, San Luís Potosí, Guanajuato, Zacatecas y Pachuca.  Todas las ciudades, con alto desarrollo minero.

El Circo Bell, fundado en 1907, tuvo su sede en lo que fue el Hotel Del Prado, donde algunos zacatecanos –años después- murieron en el sismo de 1985.  Su padre, un escocés llamado James Bell, en su momento también el “clown” más conocido del mundo, quien se casó con la irlandesa Emilia West.

Ricardo Bell es importante porque revolucionó las artes escénicas del mundo, con su creatividad.  Inició con un espectáculo ecuestre en 1866, junto con sus hermanos, en el circo Chiarini. Arribaron a México en 1869, época próxima a la guerra de Reforma y al arribo de Maximiliano al poder.

Fue amigo personal de Porfirio Díaz y, desde luego, su crítico en las parodias y en los espectáculos que presentaba.  Don Porfirio llegó a tener su palco en los espectáculos que brindaba, sobre todo en el Circo Orrín

La Ciudad de México, a finales del siglo antepasado, contaba con medio millón de habitantes, lo que provocaba un nutrido público para el espectáculo que se presentaba en la Plaza de Santo Domingo originalmente.  Montaron producciones como La Cenicienta, donde aparece un personaje pequeño –uno de sus hijos- en el papel de Napoleón.  Presentó Aladino y la Lámpara Maravillosa, Noches de Pekín, Acuática –donde adaptara el escenario del circo para llenarlo de agua- y La Feria de Sevilla.

Su tránsito por México y el mundo fue siempre a través de los vagones del tren, donde transportaban su magnífico espectáculo.

Ricardo Bell fue miembro del Jockey Club, que se ubicó muchos años en la Casa de los Azulejos –hoy ocupada por el Sanborn’s-. Vivió por las calles de Madrid en el centro de la ciudad, para acudir a misa de 11 los domingos, a la Iglesia de San Lorenzo con su familia.

En la Revolución continuó su actividad, a pesar de los balazos.  Sin embargo, próximo a 1910, decidió transitar hacia Nueva York.  Su proximidad al entonces presidente Porfirio Díaz, le permitió acudir a cacerías de animales en Milpa Alta y, en compañía del padre de Pedro Aspe, al estado de Zacatecas.

El payaso Bell muere como uno de los grandes del espectáculo en el mundo y, desde luego, es el pionero de la risa y su influencia en los payasos del orbe y en cómicos de principios de siglo como Charles Chaplin y más adelante, como el mimo Marcel Marceau, es indudable.

Hoy rendimos homenaje a este clown universal, con articulaciones al Estado de Zacatecas.  Pero esa, será otra historia.

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