Hay que fortalecer la democracia para poder resolver nuestros problemas

gerardo romo fonsecaLUIS GERARDO ROMO FONSECA

Indudablemente, México necesita una transformación; regenerar muchos de sus procesos para retomar un rumbo alentador y revertir nuestros lastres porque la desigualdad social, las carencias, la violencia y la falta de solidez de las instituciones democráticas del Estado, han producido una alteración de la vida comunitaria y social. Desde hace tres décadas, el Estado mexicano ha sido incapaz de igualar las oportunidades entre la población; por el contrario, bajo una “máscara modernizadora”, las políticas neoliberales han acelerado el proceso de concentración de la riqueza en pocas manos. Hoy en día, el nuestro es uno de los países del mundo con una desigualdad más acentuada: más de 7 millones de jóvenes no estudian ni trabajan y no tienen otra expectativa que emigrar a los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades de vida; se encuentran atrapados por las carencias y. bajo la amenaza de ser cooptados crimen organizado.

La economía nacional permanece estancada y cada vez se torna más dramática por la falta de empleos y la precariedad laboral; nuestras exportaciones han caído a la vez que aumenta nuestra dependencia alimentaria; acarreamos un rezago educativo considerable; el combate a la pobreza no supera los añejos esquemas asistencialistas pero acompañados de gran resonancia mediática; el campo sigue en el abandono y no existe un apoyo decidido a la ciencia, la tecnología y la cultura. Basta ver que durante la actual administración federal,  los recortes al presupuesto del sector cultural podrían alcanzar  un 49% en comparación con lo ejercido en 2012 en caso de que los diputados del Congreso de la Unión aprueben el presupuesto del próximo año en los términos planteados por el Ejecutivo. Eso sí, los gastos en propaganda oficial y en imagen gubernamental siguen a la alza y, de seguir el mismo ritmo, la actual administración pronto superará los 40 mil millones de pesos gastados en publicidad por el expresidente Felipe Calderón.

Por otro lado, a la fecha, ningún orden de gobierno en el país, empezando por el federal, es capaz de articular una estrategia que permita poner freno a la violencia y disminuir la inseguridad. La realidad es que estamos ante una preocupante debilidad del Estado, cuyas instituciones e instrumentos son incapaces de procurar la paz y la tranquilidad de los ciudadanos en casi todos los puntos del territorio nacional. Basta ver lo que está ocurriendo en Michoacán, Guerrero y Tamaulipas para corroborar esta lamentable situación; incluso, llama la atención que hasta la propia Alcaldesa de Matamoros, Leticia Salazar Vázquez, haya hecho un llamado a la población para que se mantenga dentro de sus hogares ante la posibilidad de que se presenten más enfrentamientos entre sicarios.

Ante estos escenarios, los ciudadanos perciben que no hay autoridad que la defienda ni pueda garantizar el estado de derecho y la paz; efectivamente, esta incapacidad de hacerle justicia a la sociedad es la que ha generado la proliferación de policías comunitarias y grupos de autodefensa en muchos puntos de nuestro territorio.

Este complejo y duro escenario por el atravesamos ha generado un malestar creciente entre la población, al grado de que México ya es el país latinoamericano donde los ciudadanos se encuentran más desilusionados con la democracia: así lo muestran los resultados del Latinobarómetro (un estudio comparativo entre los países de la región, cuyo objetico es medir indicadores democráticos). En él se advierte que sólo el 37% de los mexicanos considera que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, mientras que el promedio latinoamericano es de un 57%. Además, este estudio indica que existe en marcado desánimo en el país, ya que apenas un 19% de los mexicanos tiene fe en el progreso nacional. Estas cifras resultan verdaderamente preocupantes; sobre todo si observamos que, en contraste, Venezuela ocupa el primer lugar con un 87% de su población que sí cree y apoya a la democracia.

En cuanto al panorama económico la situación no es mejor: el 46% de los mexicanos está insatisfecho con él, sobre una media latinoamericana del 29% que se mantiene descontenta en este rubro.  Así mismo, este estudio también advierte las asimetrías sociales han venido incrementándose en nuestro país y, no sólo entre ricos y pobres, sino entre grupos específicos como las mujeres y los indígenas; quienes tienen ingresos y niveles educativos muy inferiores al resto de la población.

Sin lugar a dudas, requerimos de fortalecer nuestras instituciones democráticas al mismo tiempo de recobrar la perspectiva social del Estado y una visión incluyente de la política. No es posible seguir anteponiendo los intereses de grupo frente al bienestar general: hay que reconstruir el tejido social y abrir el abanico de oportunidades para quienes hoy están privados de ellas. Necesitamos cerrar la puerta a las prácticas autoritarias y verticales en el ejercicio de gobierno, lo mismo que  a las medidas gubernamentales con una clara tendencia centralista y, por el contrario, dar paso a los procesos que impulsen el empoderamiento ciudadano y de las comunidades; a la descentralización, al fortalecimiento municipal y al establecimiento de criterios de gobernanza en el país. Por supuesto, requerimos reformas pero concebidas bajo una óptica integradora y construidas a partir del consenso; que generen estabilidad, certidumbre y unidad nacional, no más exclusión.

En este orden de ideas, vale la pena tomar en consideración lo expresado recientemente por el  ensayista, historiador y cineasta paquistaní Tariq Ali, al advertir que “en México, como en varios países del mundo, la democracia está dejando de existir gradualmente para dar paso a un régimen de totalitarismo suave, producto, por supuesto, del neoliberalismo”.  Hoy, la realidad se nos impone con dureza y nos muestra con claridad que estamos en un punto donde la viabilidad de nuestra nación ya no permite pasos hacia atrás en la tortuosa pero irrenunciable senda democrática, como tampoco socavar los logros sociales que tanto sacrifico le han costado al pueblo mexicano.

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